Al final de sus 20 años de carrera, un futbolista profesional dará unos 2.000 cabezazos al balón, un gesto tan habitual en el deporte rey que hasta hace unos años parecía imposible de relacionar con ningún problema de salud. Pero la maldición de la Inglaterra campeona del Mundial de 1966, con cinco de sus titulares fallecidos con demencia, o los más recientes casos de Juan Carlos Unzué o Gianluca Signorini, enfermos de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), han impulsado diferentes investigaciones cuyos resultados vinculan las contusiones en la cabeza con un mayor riesgo de enfermedades degenerativas.
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Ahora, un estudio realizado por investigadores del Hospital Clínic de Barcelona y publicado en la prestigiosa revista científica Lancet Neurology corrobora los trabajos previos al confirmar la relación entre los golpes en la cabeza en el fútbol, provocados por el balón, pero también por el contacto con los rivales, con un mayor riesgo de acabar sufriendo enfermedades neurodegenerativas como el parkinson, el alzhéimer o la ELA. Pero además, el documento añade una importante novedad: este riesgo está aumentando en los últimos años por la mayor agresividad con la que se juega a fútbol.
Los científicos han evaluado el número y frecuencia de golpes en la cabeza a través del análisis de 120 vídeos de partidos de cuatro mundiales de los últimos 50 años, Alemania 1974, Italia 1990, Alemania 2006 y Qatar 2022, y han detectado un aumento paulatino y significativo del número de golpes en la cabeza, tanto de cabezazos al balón como de colisiones entre jugadores, incluidos codazos: 4.478 en el periodo entre 1974 y 1990 frente a los 5.355 golpes entre 2006 y 2022. En un 33% de las colisiones se requirió atención médica y, en cinco ocasiones, los jugadores tuvieron que retirarse del campo.
La mayor prevalencia de enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer, el párkinson, la ELA y los trastornos de la fase REM entre los futbolistas, asociada con la exposición repetitiva de impactos en la cabeza de los jugadores durante los partidos y los entrenamientos, ha sido confirmada por diferentes estudios epidemiológicos en las últimas décadas, pero las investigaciones previas habían evaluado a futbolistas que jugaban profesionalmente entre los años 50 y 70 y que desarrollaron enfermedades neurodegenerativas décadas después de retirarse.
El informe español va ahora más allá al constatar que el estilo de juego ha evolucionado en estos 50 años en términos de agresividad, fuerza física y competitividad, lo que augura que la incidencia de enfermedades degenerativas podría aumentar en los próximos años entre los jugadores de fútbol de élite.
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Por eso, los autores del estudio, el doctor Alex Iranzo, neurólogo del Clínic, e Irina Martín-Izquierdo, estudiante del grado de Medicina de la Universidad de Barcelona, proponen la implementación de medidas preventivas, como programas educativos sobre los riesgos de atacar el balón con la cabeza, regulaciones de la normativa del juego y llevar un equipamiento protector. Federaciones como la Inglesa, que prohibirá a partir de la próxima temporada los cabezazos al balón en todos los partidos con participantes menores de diez años, serán pioneras en la puesta en marcha de iniciativas destinadas a proteger a los niños.
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