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El 20 de mayo de 2020, en los peores días de la pandemia y en pleno primer estado de alarma, el Gobierno decretó una medida que parecía propia de países exóticos: el uso de la mascarilla en interiores y en exteriores. Este martes, 699 días ... después, el Consejo de Ministros aprobó el final de esta obligación, pero la nueva etapa llega con algunas excepciones y muchas dudas, sobre todo, en el ámbito laboral. Millones de españoles acudirán el miércoles a sus puestos de trabajo sin saber si deben llevarla o no, a la espera de la decisión que tomen sus empresas. Además, la ministra de Sanidad, Carolina Darias, insistió en su llamamiento a un «uso responsable» de la mascarilla entre la población vulnerable.
El decreto, que se publicará este miércoles en el BOE, establece que en los trabajos, «con carácter general», las mascarillas dejarán de ser obligatorias, pero será cada empresa la que tome la decisión final. Los departamentos de salud laboral deberán realizar una evaluación de riesgos del puesto de trabajo que «permitirá tomar una decisión sobre las medidas preventivas adecuadas que deben implantarse, incluido el posible uso de mascarillas», explica el Ministerio de Sanidad. Hasta ahora, los técnicos del Consejo Interterritorial recomendaban seguir usando la mascarilla en los trabajos si no se podía mantener una distancia de 1,5 metros entre compañeros.
Más claras están, sin embargo, las excepciones. La mascarilla seguirá siendo obligatoria en servicios y establecimientos sanitarios, como hospitales, centros de salud, centros de transfusión de sangre o farmacias, tanto para las personas que trabajen en ellos, como para los visitantes, aunque no para los ingresados cuando permanezcan en sus habitaciones. También lo será en clínicas de fisioterapia y odontológicas o en centros sociosanitarios, como las residencias de mayores, para los trabajadores y para los visitantes, pero no para los usuarios.
La tercera excepción son los medios de transporte. Habrá que seguir llevándola en aviones, trenes, autobuses, tranvías y metros. También dentro de buques y embarcaciones si no es posible mantener la distancia de 1,5 metros, salvo en los camarotes, cuando sean compartidos. La novedad es que no habrá que portarla en andenes y estaciones.
Hasta ahí, los lugares en los que la mascarilla seguirá siendo obligatoria. En el resto de las situaciones, y a expensas de la letra pequeña del decreto, las mascarillas pasarán a ser una opción individual, pero no un mandato gubernamental. Por ejemplo, en eventos multitudinarios (en instalaciones cerradas y al aire libre), como conciertos, o deportivos, como partidos de fútbol o baloncesto, donde hasta ahora se exigía. También en centros comerciales o supermercados. Se podrá disfrutar del Prado o el Reina Sofía sin mascarilla, aunque estos museos la recomendarán en aseos, ascensores o cuando se puedan producir aglomeraciones. Mientras, en las iglesias, la Conferencia Episcopal ha adelantado que dejará la última palabra a cada una de sus diócesis.
Pero que la mascarilla ya no sea obligatoria no significa que deba guardarse para siempre en el cajón. Al contrario, la ministra de Sanidad quiso ayer rebajar la euforia y repitió dos palabras, «uso responsable», que se pueden convertir en el nuevo mantra. Darias recomendó que se siga utilizando este elemento de protección en actos masivos y aglomeraciones, así como en espacios interiores para la población vulnerable en general –mayores de 60 años, mujeres embarazadas o personas inmunocomprometidas–, y en entornos familiares y reuniones o celebraciones privadas, en función de la vulnerabilidad de los participantes.
La ministra se felicitó de que España dé «un paso más en la evolución de la pandemia» y justificó el fin de la mascarilla como una iniciativa «oportuna y muy meditada». «Nos encontramos en un contexto epidemiológico favorable, con una altísima cobertura vacunal y un 4% de ocupación en las UCI», argumentó Darias. La ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, puso voz a la alegría del Ejecutivo: «Mañana (por el miércoles) podremos mostrar nuestros rostros y nuestras sonrisas».
Tras un confinamiento estricto, decenas de clases seguidas por ordenador, otras tantas con distancias de seguridad y las mismas con mascarilla, los escolares españoles y los profesores podrán quitarse desde hoy mismo este elemento de protección en las aulas. «En los ámbitos escolares, no se usará en ningún caso. Las mascarillas dejarán de ser obligatorias, ya no lo eran en los recreos y, ahora, en todos los ámbitos de centros educativos», afirmó la ministra de Sanidad, Carolina Darias, que no mostró ninguna duda sobre el fin de la restricción en los colegios. «La eliminación estaba muy clara teniendo en cuenta el menor impacto que ha tenido la pandemia en los niños y niñas», dijo.
Eso sí, como con el resto de la población general, la ministra pidió que se proteja a los más vulnerables y en concreto, recomendó a los profesores que se encuentran en este colectivo que hagan un «uso responsable» de la mascarilla.
Aun así, algunas comunidades expresaron ayer ciertas reservas. País Vasco, Galicia y Andalucía, entre otras, aguardan a la publicación del real decreto para decidir si aconsejan o no su uso en los centros escolares.
La eliminación de la protección en los centros escolares estaba avalada por los epidemiólogos y los pediatras. De hecho, los profesionales sanitarios pidieron en los últimos meses que los escolares fueran los primeros que se quitasen la mascarilla en interiores. El 8 de febrero, Sanidad decidió permitir que este elemento no fuera obligatorio en los recreos, pero hasta ayer no dio el paso de quitarlo también dentro de las aulas. «Los niños y las niñas españoles han dado gran ejemplo de responsabilidad durante todo este tiempo y sin duda, esto será una gran noticia tanto para ellos como para sus maestros y sus maestras, y también para sus padres», dijo ese día la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez.
A falta de conocer las especificidades del BOE, la mascarilla también dejará de ser obligatoria en las universidades, aunque algunas de ellas han anunciado en los últimos días que la mantendrán o por lo menos, que la recomendarán.
En una jornada de buenas noticias apareció una mala. La incidencia acumulada en los mayores de 60 años, la única que se mide en esta etapa de la pandemia, subió 70 puntos en los últimos siete días, hasta situarse en los 505,86 casos por cada 100.000 habitantes, según los datos del Ministerio de Sanidad, que no se habían actualizado desde el día 12. Además, el departamento de Carolina Darias sumó 455 muertes, que elevan el total de fallecidos, con prueba positiva, hasta los 103.721. Sin embargo, pese al aumento de contagios, probablemente debido a la Semana Santa, los hospitales resisten: los pacientes covid representan el 4,59% (3,87% el martes pasado) del total de las camas y el 3,84% (4,07%) en las UCI.
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