Son las 7:55 horas y diez enfermeros entran en la gerencia de Atención de Primaria. Se colocan en el hall y empiezan a preparar el material. Allí tienen la primera reunión de la jornada con el itinerario de dónde tienen que ir. Son ... los equipos de vacunación de Burgos, que durante seis semanas se han recorrido la provincia para inyectar las dos dosis de la vacuna.
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Tras recibir la agenda, los taxis ya esperan en el aparcamiento para poner rumbo a Sanidad. Diez minutos son necesarios para coger los viales, meterlos en la nevera y volver al taxi para enchufarla en el mechero del coche y conservar la vacuna, el bien preciado más necesario en la actualidad, entre una temperatura de 2º y 8º. En el vehículo conducido por Alfonso Villafruela se suben María Arroyo y Lorena García-Cuevas para iniciar el camino hacia Autismo Burgos e inyectar la segunda dosis.
No es la jornada más dura que han tenido estas dos jóvenes, que antes de empezar la vacunación en residencias y centros de personas dependientes, desempeñaban sus labores sanitarias en centros de salud rurales (Villadiego y Melgar). En esta ocasión, en Autismo Burgos, inocularán a alrededor de 36 personas. «Cuando fuimos a Oña vacunamos a cerca de 400 personas. Estuvimos todo el día», apunta Arroyo.
Y es que el día a día de Arroyo y García-Cuevas ha estado marcado por la vacunación. Descansaban un día cada once, pero eso era lo de menos. «Han sido muchas horas. Por ejemplo, ir hasta Valle de Mena suponía pasar todo el día allí. Lo bueno es que nos han tratado muy bien en todos los rincones», detalla Lorena. «Está siendo un poco cansado. Al final, como cada día cambias de sitio y ambiente, no es monótono. No se nos ha hecho pesado», apunta María.
Ni una gota de la vacuna se ha ido por el sumidero. Todas se han utilizado y todas se han empleado según el protocolo que ha desarrollado la Consejería de Sanidad para las dosis sobrantes. De cada vial se extraían seis vacunas, pero había veces que las cuentas no cuadraban para gastarlas al momento, ya que no se pueden guardar ni volver a transportar una vez reconstituidas.
«Cuando vamos a una zona básica de salud se llama desde gerencia al responsable de esa zona y se le pide que elabore un listado de personas mayores de 80 años por si nos sobran. Se les solicita que esas personas estén preparadas, para que en el momento que les llamemos, vengan a ponerse la vacuna. Esta no se puede transportar una vez diluida. Viene congelada, se descongela y nos la dan en una temperatura de entre 2º y 8º. Luego hay que reconstituirla y ya no se puede mover, ya que el ARN es muy sensible. Si vamos a la residencia 'X' y sobran dos dosis, no las podemos llevar a otro centro», explican las enfermeras María Arroyo y Lorena García-Cuevas.
Esta situación ha propiciado que algunas personas, mayores de 80 años y sin permanecer en residencias, hayan recibido ya las dosis en Burgos. Todo para evitar que el bien preciado en la actualidad se desaproveche. «Casi todos los días sobran dosis porque es muy difícil cuadrar viales. No se vacuna al primero que pasa», concluyen.
Gente nueva y lugares diferentes han sido la tónica de un colectivo representado por estas once personas que reivindica la importancia de las enfermeras durante el periodo de vacunación. «Queremos que se visibilice un poco más el trabajo de la enfermería. Estamos formando parte importante del control de esta pandemia», apostilla María.
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Una labor necesaria cuando la covid no trastocaba a la sociedad e imprescindible en estos momentos. Y más cuando la vida personal y social afecta a los sanitarios. «Nuestra profesión es vocacional y sabes que estás haciendo un bien para que tengamos una vida medianamente normal y que la gente no enferme. Sabíamos que íbamos a residencias, donde se ha sufrido la consecuencia final de este virus: la muerte. Si hay que estar todo el día, pues se está», explica Lorena.
Por esto que han vivido durante un mes y medio y que se alargara varias semanas, estas dos enfermeras rompen una lanza a favor de la vacunación. «Nos gustaría que la gente se quitará el miedo a la vacunación. No está dando ningún problema. No ha habido efectos adversos, aunque algunos piensen que le inyectan el virus. No tiene nada que ver. Ninguna vacuna produce la enfermedad y menos una vacuna que es de ARN. Es segura», explican las dos jóvenes, que reconocen que lo han pasado muy mal por sus familiares.
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Una vez en el gimnasio de Autismo Burgos, Lorena y María empiezan a reconstituir la vacuna y a sacar seis dosis de cada vial. Preparan las primeras y aparece Virginia Mansilla, de Autismo Burgos. Ella ejemplifica lo que ha padecido un centro de personas dependientes en plena pandemia. «Es un alivio», apunta mientras se pone a disposición de Lorena y María. «Las personas mayores estaban deseando vacunarse. Esto ha sido así en todos los centros. Tenían mucha conciencia para recibir las dosis, volver a la normalidad y ver a sus familias. Estaban muy predispuestos», afirman las dos enfermeras.
Y después de dos horas de vacunación en Autismo Burgos, Lorena y María recogen el equipo (maletín de emergencias, oxígeno, desfibrilador) para poner rumbo a la Gerencia de Atención Primaria. Ha sido un día más corto y podrán comer en casa. Han acabado el turno de residencias de la provincia y ahora se centrarán en vacunar a los sanitarios. Son las encargadas de inyectar la luz al final del túnel en Burgos.
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