La de Carmen Prado es solo un ejemplo de las miles de historias que se esconden tras las barras de los establecimientos de hostelería burgaleses. Regenta el bar Cum Laude en la calle Alfareros y durante el último año no solo ha tenido que enfrentarse ... a las medidas que le han obligo a cerrar y abrir su negocio una y otra vez, sino que, además, es una de los más de 30.000 burgaleses que han pasado la covid.
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«Yo me contagié a los cinco días de haber cerrado el bar en marzo con el primer confinamiento», recuerda. A punto de cumplirse un año de aquello, todavía revive «la angustia» que pasó: «Te deprimes mucho porque te obligan a cerrar todo y encima estás enferma y te das cuenta de que esto es grave». Ella lo pasó en casa con el cuadro clínico más habitual en aquellos días, febrícula, problemas digestivos, dolores musculares y pérdida de olfato y gusto.
Su médico de cabecera le hacía el seguimiento a través del teléfono, pero ella reconoce que además del malestar físico, estaba «muy preocupada por su negocio» porque «no podíamos trabajar pero los gastos seguían estando ahí«.
Coronavirus en Burgos
Reabrió la terraza de su establecimiento en junio, pero se reinventó también para poder ofrecer un servicio a sus clientes y vecinos. «Nos pusimos a servir algunos platos para llevar, porque era lo único que podíamos hacer».
El baile de medidas que ha sufrido la provincia y la ciudad de Burgos le ha hecho tener que abrir y cerrar a cada dos por tres. «No hemos recibido ninguna ayuda», declara. Por este motivo, está barajando sumarse a las reclamaciones que están realizando cientos de hosteleros a la Junta de Castilla y León.
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Hasta ahora, ha ido adaptándose y «sobreviviendo» a la situación. «Los hábitos de la gente han cambiado y aún hay mucho miedo, yo me encuentro clientes que tenía antes que igual son un poco más mayores y me dicen que lo sienten pero que aún no se atreven a venir», señala.
Desde hoy, podrá abrir el interior al 33% de su aforo, pero ya ha instalado carpas en el exterior para que la gente pueda sentarse en la terraza sin pasar frío, «y eso no nos lo paga nadie», indica. También ha empezado a incluir nuevos productos en su carte de pinchos, «como en Burgos hay muchos ecuatorianos he incluido aperitivos con ingredientes que por aquí no se estilan mucho y la verdad es que a la gente de aquí del barrio también le está gustando mucho». Reinvención y adaptación necesarias para salir adelante en tiempo de pandemia.
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