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El 14 de marzo la realidad como todos la conocíamos estalló en mil pedazos. El 13 de marzo, Pedro Sánchez anunció el decreto de estado de alarma que entró en vigor el sábado y la vida en Burgos, como en el resto del país, se ... paralizó.
En aquella jornada de sábado, cuando el movimiento se vio restringido y se ordenó a la población permanecer en sus domicilios salvo para llevar a cabo acciones de primera necesidad, el HUBU registraba la segunda muerte a causa de la covid-19. Una mujer de 101 años perdía la vida y se convertía así en la segunda víctima mortal de la provincia, la primera en la capital, tras el fallecimiento el día anterior de otra mujer de 89 años de edad en el hospital Santiago Apóstol de Miranda de Ebro.
El número de contagios preocupaba a la Junta de Castilla y León, que había pedido a los burgaleses dos días antes de la entrada en vigor del estado de alarma que permanecieran en sus casas y había suspendido las clases. Ese 14 de marzo en el que el país se paralizó, en Burgos la Consejería de Sanidad de la Junta de Castilla y León notificó 23 casos positivos de coronavirus, varios de ellos localizados en el área de Aranda de Duero, que hasta ese momento se mantenía ajena a la pandemia. Con esos nuevos contagios, la provincia sumaba 113 casos positivos y se convertía en la más afectada de toda Castilla y León.
La ciudad comenzaba poco a poco a notar la incidencia del estado de alarma, a pesar de que todavía eran muchos los que paseaban por sus calles. El albergue municipal de peregrinos echó el cierre, igual que muchos comercios que se adelantaron a la medidas que tomó más tarde el Gobierno central y bajaron sus persianas.
Las calles se llenaron entonces de mensajes de megafonía que tanto los vehículos de Protección Civil como los de la Policía Municipal compartían por los altavoces. En ellos solicitaban a los burgaleses su colaboración: «El Ayuntamiento de Burgos pide a los ciudadanos que se mantengan en sus domicilios».
El Hospital Universitario de Burgos comenzaba a prepararse para la situación que se avecinaba y ampliaba la zona reservada para pacientes con covid-19. A la zona de aislamiento inicial, la 7H, se le sumó la planta 4 del bloque H. Además, las autoridades sanitarias comenzaron a trabajar en el diseño de planes para derivar pacientes al Divino Valles o el San Juan de Dios.
El equipo de gobierno municipal blindó la ciudad. Todas las actividades desarrolladas por el Ayuntamiento de Burgos, incluida la institucional, a excepción de la considerada estrictamente necesaria para el mantenimiento de los servicios mínimos fundamentales, quedaron suspendidas. Además, se estableció un protocolo para la restricción del acceso y la movilidad en los mercados municipales, que permanecieron abiertos por ser considerados esenciales.
El servicio de autobuses municipales quedó suspendido con anterioridad, cuando el 12 de marzo la Junta de Castilla y Léon paralizó la actividad docente en la capital (ya se había parado en Miranda de Ebro) y comunicó que «Burgos pasa a otro escenario. Pasa a un nivel dos». La cuarentena social se convirtió entonces en un término habitual en las conversaciones del día a día.
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El día 14 de marzo, con el estado de alarma recién estrenado, surgió el primero de los movimientos ciudadanos espontáneos. En Burgos, como en el resto del país, las ventanas y balcones se abrieron a las 22:00 horas y las calles, silenciosas en ese momento, se llenaron de aplausos que agradecían al personal sanitario en primer línea de batalla frente al coronavirus su trabajo y esfuerzo. La cita, la primera de muchas, se convirtió en un encuentro social que llegó hasta el día 17 de mayo, fecha en la que se puso fin a los aplausos a los sanitarios desde los balcones.
Hoy, seis meses después, la situación es distinta, pero preocupante. Los datos de contagios diarios no dejan de aumentar y los brotes activos son más de medio centenar. Hasta el momento, 6.291 burgaleses se han contagiado y 230 han fallecido en los hospitales de la provincia. Además, las residencias de mayores han registrado también el fallecimiento de 289 de sus usuarios, bien con covid-19 confirmado o con síntomas compatibles.
La presión hospitalaria vuelve a aumentar y el número de ingresos en planta en alguno de los tres hospitales de la provincia es de 63 personas afectadas por el virus. El HUBU vuelve a registrar un aumento en la ocupación de sus camas de planta, donde permanecen ingresadas 37 personas, mientras que en el Santos Reyes de Aranda de Duero la cifra de hospitalizados es de 20. En el Santiago Apóstol de Miranda de Ebro, donde la pandemia golpeó fuerte hace seis meses, permanecen internadas seis personas.
Además, la UCI acoge ya a 10 personas en sus camas, lejos de la presión de meses atrás, cuando la UCI estuvo extendida.
La vuelta al cole está resultando complicada a pesar de los protocolos establecidos por la Junta de Castilla y León y ya son tres las aulas que, apenas tres días después de comenzar el curso, han sido puestas en cuarentena.
El uso de mascarillas es obligatorio seis meses después del decreto del estado de alarma y desde el Ayuntamiento recomiendan que las reuniones no excedan las diez personas. Los aforos están controlados en los bares y templos y el ocio nocturno como lo entendíamos hasta ahora cerrado.
Seis meses depués del estado de alarma, nada es igual y la ciudad trata día a día de recuperar su ritmo habitual.
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