La meta no era solo bajar la incidencia acumulada. Se puede considerar que reducir los contagios era solo una de las metas volante de esta carrera mundial contra la covid-19. Y es que lo primordial ha sido siempre reducir la presión asistencial que ... soportan los hospitales y, en especial, las unidades de cuidados intensivos para garantizar un funcionamiento adecuado del sistema sanitario. Y con la tercera ola hemos fracasado a la hora de alcanzar este objetivo.
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Burgos presenta ahora una incidencia acumulada de 169 casos por 100.000 habitantes a catorce días, nada que ver con los más de 1.300 que llegó a acumular a mediados de noviembre, en los momentos más críticos de la expasión del virus en la provincia, con una capital en transmisión comunitaria descontrolada. Es con esta incidencia acumulada con la que llegamos a una tercera ola que ya se da por iniciada en España, aunque Burgos mantenga ligeramente contenidos los contagios.
Sin embargo, la situación en los hospitales es más complicada. En la segunda ola, que se pude considerar que arrancó en octubre, Burgos ha llegado a tener 316 personas con covid-19 (entre casos confirmados y sospechas) ingresadas en alguno de los tres hospitales de la provincia. Es la mayor cifra de la pandemia. Ahora, estamos muy lejos de la misma, con 75 pacientes en planta, con 56 hospitalizados en el HUBU, 14 en el Santiago Apóstol de Miranda y 5 en el Santos Reyes de Aranda de Duero.
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La cifra está por debajo de los 101 ingresos que reflejaban las estadísticas del portal de transparencia de la Junta de Castilla y León a fecha 1 de octubre, pero no nos debemos engañar. Por aquel entonces, Miranda atravesaba uno de sus peores repuntes, llegando a tener 42 hospitalizados en planta el 28 de septiembre. En el Hospital Universitario de Burgos eran 56, la misma cifra que ahora, y similar situación presentaba el Santos Reyes, con 6 ingresos. Un mes antes, tras los rebrotes estivales, Burgos encaraba el cuarto trimeste con 38 ingresos covid.
Así las cosas, la actual presión hospitalaria en planta no difiere mucho de la que se tenía en octubre. Sobre el papel, manejando solo números, pues los profesionales sanitarios están completamente desbordados. De la primera ola se pasó a la segunda con un breve periodo de descanso en el verano. Luego vinieron los duros meses de octubre y noviembre, con un ligero intento de recuperación en diciembre, que ha desembarcado directamente en la tercera ola. El hartazgo, el cansancio y la desesperación hace tiempo que superaron los límites.
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Además, la ocupación de la UCI de Burgos es demasiado elevada para hacer frente a una tercera ola. Actualmente hay 23 pacientes covid ingresados en cuidados intensivos, que son prácticamente el doble de los que había el 1 de octubre. Entonces eran 13. A ellos se suman los pacientes no covid, por lo que en la UCI extendida hay ocupadas un total de 38 camas (diez más que al inicio de la segunda ola), lo que supone que el nivel de ocupación de los servicios de críticos ordinarios se eleva al 90%.
El máximo de ingresos covid en la UCI en esta segunda ola han sido 46 pacientes, a mediados de noviembre, cuando el HUBU tenía también su máximo número de ingresos, que rondaba los 300. Los datos de incidencia a siete días ya están dejando notar un incremento de los contagios, que se traducirá en el correspodiente y proporcional aumento de las hospitalizaciones e ingresos en UCI. Ese incremento de la incidencia se atacha, directamente, a las celebraciones de Navidad, cuyos efectos todavía tardarán en verse al completo.
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De ahí que la Junta está barajando endurecer las restricciones, habiendo incluso puesto sobre la mesa la opción del confinamiento domiciliario, para tratar de frenar los contagios y minimizar el impacto en un sistema sanitario que podría colapsar, como estuvo a punto de hacerlo en noviembre. De hecho, el HUBU con los 300 pacientes covid ingresado, y una alta presión en UCI, estuvo en situación de precolapso. Tuvo que habilitar once plantas, derivar pacientes al Divino Valles y a Fuente Bermeja y echar mano del Hospital Recoletas para intervenciones no demorables, tras paralizar y reorganizar la actividad programada.
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