La Rueda nació en noviembre de 1986 con el objetivo fundamental de trabajar por una mayor participación y protagonismo de las mujeres en una sociedad más justa y solidaria. Desde entonces, continúan con su trabajo y reivindicación gracias a un grupo de mujeres que dieron ... un paso al frente cuando se produjo un cambio generacional en su directiva. Ahora, al frente, se encuentra Laura Pérez.
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-¿Por qué nació La Rueda?
-Un grupo de mujeres, de diferentes ámbitos profesionales, deciden unirse para impulsar servicios y recursos de información, orientación y apoyo a las mujeres tras reconocerse derechos como el divorcio o el aborto, que no sabían cómo hacerlos efectivos. También para potenciar recursos. Se impulsó la creación de una casa de acogida para mujeres víctimas de violencia de género en la ciudad mediante un con la Junta. Se favoreció la incorporación de las mujeres al mercado laboral, promocionando la formación, porque en ese momento las mujeres no accedían al empleo, tenían dependencia económica y eso complicaba la situación en casos de violencia de género. A partir de ahí, la asociación ha ido evolucionando para adaptarse a las diferentes realidades de las mujeres.
-¿Cómo fueron los inicios?
-Las pioneras siempre nos cuentan que no se las tenía en cuenta. Tampoco lo que ellas decían sobre el día a día de las mujeres. Muchas veces se encontraban también con mujeres con dificultades para ver la situación que estaban viviendo, que esto es algo que hoy en día nos seguimos encontrando. Faltaba apoyo institucional, apoyo decidido. Se firmó un convenio para la casa de acogida pero no se aportaron medios. Lo que sí que destacan es la solidaridad entre mujeres, que voluntariamente muchas se implicaron en el proyecto. Unas aportaron menaje, otras ropa de hogar, el cuidado de las criaturas de las mujeres que estaban allí para que ellas pudieran formarse y trabajar.
-¿Qué supuso para la sociedad del momento una asociación así?
-Supuso el articular un espacio que realmente apoyara a las mujeres y visibilizara su realidad. También poner en evidencia esa situación de desigualdad que sufrían. Ese fue el primer trabajo. Es cierto que en la ciudad existían otros grupos feministas que reivindicaban lo mismo, pero lo que diferencia a La Rueda es que planteó recursos de atención en el aquí y el ahora. Tenemos que articular medidas para intentar apoyar a esas mujeres para que podamos avanzar hacia el cambio.
-¿Qué fue lo más complicado?
-El inicio. Y lo sigue siendo. Leyendo la historia de la asociación vemos demandas continuadas de nuestras antecesoras porque la casa de acogida se creó, pero se iba a cerrar. Se crearon los centros de información y atención, pero se iban a cerrar. Y parece que las cosas que se creaban nunca estaban totalmente conquistadas. Bastaba cualquier pequeña crisis para que se desarticularan. Y nos seguimos encontrando en la misma situación. No hace tantos años la asociación estuvo a punto de desaparecer por la falta de apoyo institucional. Conseguimos que el Ayuntamiento nos cediese un espacio, porque la Junta decidió que no podíamos seguir utilizando el suyo. Ya no nos iba a ayudar a sufragar los gastos. Parece que siempre que nos asentamos tenemos que estar vigilantes porque de un plumazo las políticas que nos afectan a las mujeres, a la igualdad, a la lucha contra la violencia de género son las primeras que sufren el primer hachazo.
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-¿Cuáles fueron los hitos más destacados?
-Uno de los hitos fundamentales fue la creación de la casa de acogida y el desarrollo de proyectos europeos de promoción de formación para el empleo de mujeres en sectores innovadores y masculinizados. Se hicieron talleres de mecánica y se hizo un curso de formación vitivinícola en colaboración con las compañeras de Aranda, que fue algo muy innovador. Posteriormente ha sido la creación de recursos. La asociación creó el punto de encuentro familiar para que, en divorcios conflictivos, las parejas pudieran hacer el intercambio de criaturas los fines de semana. Ahora se ha han institucionalizado y los puntos de encuentro son recursos públicos, pero en Burgos no existían y fue La Rueda la que los creó.
El servicio de cuidadoras fue también una idea que desarrolló la asociación a principios del siglo XXI como espacio para facilitar que las mujeres tuvieran un recurso para poder conciliar la vida familiar con la vida profesional. Y también la vida personal. Fue otra de las cuestiones que, en ese momento, se planteó. No es solamente ir del trabajo a casa y de casa al trabajo, de los cuidados al empleo y del empleo a los cuidados, sino también la participación social, la vida pública.
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-¿Por qué sigue siendo necesaria La Rueda?
-Porque seguimos estando en una situación de desigualdad, porque no hemos alcanzado la igualdad real y plena en todos los espacios. Las mujeres seguimos sufriendo violencia en muchos ámbitos de nuestra vida por el hecho de haber nacido mujeres. Y si nos seguimos enfrentando a esas situaciones, la asociación tendrá que seguir existiendo, porque su misión y sus objetivos fundacionales no se han cumplido. Ojalá tuviéramos que desaparecer o que cambiar los objetivos y dedicarnos a otra cosa. Pero lamentablemente no hemos terminado de erradicar la violencia contra las mujeres, ni hemos terminado de combatir la desigualdad y discriminación.
-¿Existe relevo generacional dentro de la asociación?
-Cuando Nati Cabello dejó la presidencia de la asociación por un problema de salud hubo un momento de crisis, porque nosotras pensábamos que iba a ser poco menos que eterna. Pero un grupo de mujeres decidimos tirar hacia adelante por compromiso, por esencia y porque creíamos en ello. Pero siempre intentamos trasmitir a las compañeras más jóvenes que nadie va a estar para siempre y que es necesario que den un paso adelante. Sí que es cierto que las mujeres más jóvenes, que se declaran feministas, no ven la importancia de involucrarse con las asociaciones, y eso es un error, porque al final las asociaciones somos sociedad civil organizada y a través de las asociaciones es donde podemos reclamar e incidir políticamente y socialmente. Si cada uno luchamos por separado va a ser mucho más difícil que si nos organizamos y lo hacemos conjuntamente.
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-¿Las chicas jóvenes son más feministas y más activistas pero menos asociativas?
-Es verdad que estamos muy informadas pero a veces nos informamos por Redes Sociales y creo que es importante leer la teoría feminista que se ha ido desarrollando a lo largo de tres siglos. Lo que plantean es que no hay espacios en los que puedan participar, por lo que a lo mejor también tenemos que hacer autocrítica y ver de qué forma podemos crear esos espacios. Es necesario encontrar mecanismos que hagan que las mujeres más jóvenes se incorporen a las asociaciones para llevar a cabo un aprendizaje mutuo. Yo he aprendido de mis predecesoras.
-¿Hemos retrocedido como sociedad en el ámbito de la violencia?
-Quiero ser optimista y quiero pensar que no. Lo que pasa es que ahora se habla más, se visibiliza más, se denuncia más y eso al final hace que parezca que estamos peor. Antes no veíamos todas las violaciones que ocurrían, había muchas que permanecían ocultas porque no se denunciaban, incluso las mujeres nos culpabilizábamos de haber sufrido una agresión sexual y no lo concebíamos como una agresión sexual. Ahí hemos dado un paso adelante. Con la violencia de género y las relaciones de pareja pasa un poco lo mismo. Llevamos 20 años con una ley que nos ha hecho tomar conciencia, ver por qué está sucediendo, cuántas mujeres están siendo asesinadas todos los años por este fenómeno y eso hace que se genere una actitud de rechazo. Quizás en los 80 nos parecían unas noticias excepcionales y ahora conocemos la estadística oficial. Seguramente en el 86, cuando iniciamos nuestro camino, no había menos mujeres asesinadas, pero se conocían menos. No creo que hayamos retrocedido, pero sí que ahora somos más conscientes.
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-¿Cuánta importancia tuvo la figura de Nati Cabello en La Rueda?
-Nati se hizo socia en 1991, no fue una de las socias fundacionales de La Rueda. Ella se hizo socia y enseguida la metieron en la junta directiva y en el 98 asumió la presidencia. Para nosotras es nuestra madre feminista, es con la que hemos aprendido de feminismo, hemos aprendido a ponernos esas gafas violetas que nos ayudan a hacer un análisis crítico de la realidad y ver esas situaciones de discriminación que anteriormente estábamos tolerando y normalizando. Nati nos ha hecho comprometernos con la causa y cuando ella tuvo que retirarse, el compromiso lo asumimos para que su legado no cayese en saco roto.
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