Tomar un café, una charla amable, pasar un tiempo en compañía vale mucho más que un plato de lentejas. La soledad nunca es buena compañera y, en Navidad, su peso se deja sentir con mayor intensidad. Por ello, en estas fechas «crueles» en las ... que se notan más que nunca las ausencias, José, Julio, José Antonio y María Eugenia solo piden cariño y comprensión, empatía de parte de una sociedad que suele ningunearles, dejarles de lado por miedo, incomprensión o vergüenza.
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José, Julio, José Antonio y María Eugenia forman parte del programa de atención a personas sin hogar de Cáritas; cuatro testimonios cuyas vidas han inspirando otras tantas historias en «36 escalones. Historias del Silencio», el proyecto literario con el que Cáritas ha querido visibilizar la realidad del sinhogarismo. Se presentó el pasado 30 de noviembre y, desde entonces, cosechan éxito tras éxito en las continuas presentaciones que han realizado, y los ejemplares editados se están agotando.
'36 escalones' no son solo 36 relatos, sino 36 vidas. «La vida consiste en subir escalones, tanto para el que está en la calle como para el que está integrado en la sociedad», asegura Julio, un hombre reflexivo que insiste en que «todos tenemos derecho a la reinserción». Hay gente que sabe nadar en un vaso de agua; otros se ahogan, y el que sabe nadar debe ayudar al que se ahoga, afirma Julio, que es muy crítico con las fiestas navideñas: un montaje publicitario, «falso», que nada tiene que ver con la tradición familiar.
José, por su parte, reconoce que la Navidad son «fechas crueles». Es el momento de recordar a los ausentes, de darle vueltas a la cabeza, incluso de sentir ganas de «tirar la toalla». José es claro y directo, no se anda por las ramas: la soledad que se siente en Navidad te puede hacer recaer en las drogas o en el alcohol (este último, de consumo normalizado), como antídoto contra la tristeza y el dolor. Pero no, «con muchas ganas de luchar» se sobreponen, afirma José, quien solo pide cariño y comprensión.
Para la sociedad «somos un cero a la izquierda», a la gente no le suele gustar encontrarse cara a cara con personas que han vivido en la calle, o en riesgo de exclusión social, pues representan una realidad incómoda, que no es ajena a nadie. Por ese motivo, José, Julio, José Antonio y María Eugenia lo que más valoran es que la gente se pare a tomar un café con ellos, a escucharlos con sinceridad (y no para cumplir el expediente), a charlar con ellos con ánimo de comprenderles y a empatizar con un problema que, mañana, puede ser el suyo. Y es que la vida da muchas vueltas, y no es solo una manera de hablar.
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Falta mucho cariño, insisten los cuatro, pues los amigos vienen y se van (y son solo para un rato), y a la familia se la echa mucho de menos. José perdió a su hermano en septiembre, así que estas Navidades están siendo aún más difíciles. Y María Eugenia tiene a sus hijas lejos y ahora nota mucho su ausencia. Sabe que, en no mucho tiempo, podrá reagruparlas en España, pero mientras llega ese momento se le saltan las lágrimas cada vez que se acuerda de que pasará las Navidades con su marido, José Antonio, pero sin sus hijas.
Esta pasada Nochebuena, al abrigo de Cáritas, han disfrutado de una cena de Navidad en el comedor social. Allí tienen a su otra familia, personas que han pasado por lo mismo, que les entienden con una sola mirada, con una sola palabra; personas con las que se desahogan, aunque sea solo por un rato, en un momento de alivio y distensión. Hablar, charlar siempre ayuda, libera, aunque suele costar mucho abrirse a los demás, contar tus intimidades, tus penas, tus errores y aciertos.
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Julio
De ahí el valor de '36 escalones. Historias del Silencio', apunta Julio, pues son el resultado de la valentía de 36 personas que han abierto su corazón, primero a los técnicos y voluntarios de Cáritas y, después, a los autores que han plasmado sus historias en un relato. Es un alivio pero, al mismo tiempo, da vértigo, pues la sociedad tiende a juzgar con dureza a los demás, y a condenarlos sin miramientos.
Son historias de valentía, de valientes, ante las que muchos «se han quedado de piedra», porque no son historias fáciles. «Es muy duro vivirlo, pero también contarlo», apunta José Antonio, quien confía en que el libro sirva para «que la sociedad nos comprenda mejor» y «no nos vea como un bicho raro». Como dice Julio, «somos personas de carne y hueso; personas que pululamos, y no vegetamos, a las que hay que ayudar». Un día estás aquí, en el lado del espectador, y al siguiente te conviertes en protagonista. Nadie está libre de dar un traspiés en los escalones de la vida.
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