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El escritor Sergio Ramírez y el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, en el Instituto Cervantes. D. Fernández / EFE
El caso Ramírez, o cómo una novela puede hacer temblar a un tirano

El caso Ramírez, o cómo una novela puede hacer temblar a un tirano

El escritor nicaragüense recibe el apoyo del Gobierno y de la comunidad literaria frente a la orden de captura del dictador Daniel Ortega que le condena al exilio a sus 79 años

Lunes, 13 de septiembre 2021, 17:39

Hay sátrapas que tiemblan ante una novela, y la prohíben. Se asustan del impulso moral que puede suponer para una población oprimida, a las puertas de unas elecciones fraudulentas. Es el caso de Daniel Ortega, que gobierna Nicaragua desde hace 15 años, y la obra ' ... Tongolele no sabía bailar' (Alfaguara), escrita por Sergio Ramírez, premio Cervantes en 2017 y autor de ensayos cruciales en Latinoamérica como 'Adiós muchachos'. En la temida novela, publicada el año pasado, usa una trama detectivesca para relatar «los atropellos y violaciones de derechos humanos de decenas de jóvenes desarmados, a los que se reprimió en Managua y otras ciudades en 2018», relató Ramírez, en un acto cultural que se convirtió, con toda la intención de los organizadores, en una reivindicación. Esos jóvenes protestaban contra una «dictadura», la de Ortega, que responde a la «mediocridad», prosiguió Ramírez, acusado por la Fiscalía de su país de incitar el «odio y la violencia». «Tengo las puertas cerradas por alguien que está en contra de los libros».

La obra se prohibió de facto en su país, según denunció Ramírez, «detenida en la aduana», y a él le condenaron a un «exilio forzado, lo peor para alguien que ya está de vuelta», dijo en el Instituto Cervantes, donde compartió un acto con el escritor cubano Leonardo Padura, al que tocaba protagonizar la cesión de un «legado» en las cajas de seguridad de la sede madrileña, pero que cedió el protagonismo a Ramírez. El autor de reconocidas novelas como 'Margarita, está linda la mar' rindió homenaje a su compatriota Rubén Darío, a quien ha convertido en ocasiones en protagonista de sus letras. En una caja de madera había guardado tierra del patio de la casa del poeta en León, Nicaragua. «Hubiera querido recogerla yo mismo», se lamentó Ramírez, de 79 años.

Hubo un tiempo en que las vidas de Ortega y Ramírez fluyeron juntas, cuando los jóvenes revolucionarios del Frente Sandinista, en el que ambos ocupaban posiciones de liderazgo, combatía contra otra dictadura, la de Anastasio Somoza. Vencieron. Ortega, como rector del brazo militar, ocupó la presidencia. Ramírez, como intelectual, la vicepresidencia. Desaparecido aquel tirano, sus caminos convergieron siempre como un choque de ríos. Uno sosegado, Ramírez, que ejercía de conciencia; el otro, prepotente, Ortega, que buscaba el poder absoluto. Ahora Ortega persigue a Ramírez, con la fuerza de quien controla todas las instituciones del país. Queda atrás la casa familiar, ese «patio», como recordó su primer editor en España, Juan Cruz, que era también el «mundo de sus hijos», su «sentido de pertenencia». Quizás no pueda volver.

Con orden de búsqueda y captura, el escritor ha recibido el apoyo del Gobierno y sus instituciones. «Te garantizo que puedes contar con España y con el Gobierno en estos momentos difíciles», afirmó el ministro de Exteriores José Manuel Albares, durante el acto, «ahora que eres objeto de acusaciones absolutamente infundadas en tu país de origen». También el director del Cervantes, Luis García Montero, que además es amigo personal de Ramírez. «Es un referente para nosotros en los valores democráticos», manifestó al abrir el acto y anunciar una gira del autor por varias sedes de la institución en Reino Unido, Alemania y Francia. «Las mismas razones por las que Somoza persiguió a Sergio Ramírez son las que tiene el perseguidor ahora. Eso significa que seguimos defendiendo las mismas ideas». En el edificio de la Gran Vía se cernía la sombra del dictador nicaragüense, al que ninguno invocó por su nombre.

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