La mejor medicina contra el coronavirus para Marta Sainz de Andueza es su familia y, más concretamente, sus dos pequeños. Las tareas del día a día, la rutina dentro de esta situación extraordinaria de confinamiento, son las que ayudan a esta médica del servicio de ... Urgencias del Hospital Universitario de Burgos a sobrellevar la carga psicológica que supone luchar contra el Covid-19. Llevar una vida lo más normalizada posible y recibir el cariño y el contacto de los suyos la mantienen en perfecto estado de revista para seguir trabajando en la «trinchera» del HUBU.
Marta lleva diez años en Urgencias y, como el resto de sus compañeros, no había vivido una situación de estas características, ni profesional ni personalmente. Ahora le toca vivirlo en primera línea. «Somos trinchera», recuerda, pues a Urgencias llegan pacientes covid y pacientes no covid. Sin diagnóstico, con síntomas a veces leves, incluso banales y que no parecen el temido virus pero que acaban siéndolo. «Estamos expuestos», insiste, pues cuando el paciente llega a planta ya se sabe que es un coronavirus positivo y la incertidumbre merma.
Aun así, aunque están desbordados de trabajo, con un HUBU que está volcado en la lucha contra el coronavirus, también están algo más tranquilos, con menos angustia que cuando se desató la pandemia. «Las primeras semanas fue durísimo», reconoce esta médica, con «incertidumbre, miedo, desorganización y mucha tensión». Luego, se empezó a protocolizar el trabajo diario, llegó la organización, la previsión, la anticipación, las reuniones diarias de los diferentes servicios implicados (Urgencias, Medicina Interna, Neumología y Anestesia), con una estrecha colaboración, y esa sensación inicial ha cambiado.
«Ahora estamos en un momento en el que podríamos hablar de satisfacción, pues las cosas se están haciendo bien» y, lo más importante, se empiezan a ver los resultados del confinamiento. Los contagios van bajando y los protocolos en el HUBU se actualizan y mejoran. De hecho, se acaba de poner en marcha la carpa de pretriaje en los exteriores de Urgencias para que se pueda hacer un cribado rápido de los pacientes sospechosos de coronavirus, decidiendo si se envían a casa con tratamiento, se apuesta por una hospitalización a domicilio o si se requiere de ingreso.
La organización «te libera de la tensión que genera la angustia de la incertidumbre», reconoce Marta. Y es que al principio había mucho miedo, no se sabía cómo actuar, ni cómo había que protegerse. «La sobrecarga física es más que la habitual pero estamos habituados, es más llevadera», insiste. Sin embargo, mentalmente, y sobre todo las primeras semanas, han estado «sobrepasados, de llegar a casa y derrumbarnos, echarnos a llorar porque tenías tanta tensión acumulada que tenías que soltarla por algún sitio», reconoce.
De todos modos, lo que Marta sigue considerando «más duro» en el plano anímico es atender a los familiares, pues se pone en la piel de aquellos que han dejado a su familiar en Urgencias o que se han despedido de él en casa, porque llega en ambulancia. Y no pueden entrar a Urgencias, ni visitarlo, y dependen de la información que les dan médicos como ella, completamente desconocidos. «Ellos tienen que confiar en nosotros, es terrible», reconoce, sobre todo en aquellos casos en los que el paciente no se puede comunicar por teléfono con la familia.
De ahí que se hayan marcado una pauta de trabajo para garantizar que a última hora de la mañana y a última de la tarde se llama a todos los familiares de los pacientes de Urgencias, para darles novedades, aunque no las haya. Solo para informales del estado de su familiar, de las pruebas que están esperando, de si ha comido, de cómo se encuentra. «Te lo agradecen mucho», asegura.
La familia
Y para afrontar toda esta situación han contactado con los psicólogos y psiquiatras del HUBU, quienes les han dado pautas para manejar esta sobrecarga anímica. Sin embargo, lo que de verdad cura a Marta Sainz de Andueza es su familia. «Cuando llego a casa, dejo los zapatos fuera, me ducho y cuando salgo de la ducha me abrazo a todos y me beso con todos», afirma. «La vida sigue» y esta médica de Urgencias insiste en que «la desconexión más grande es llegar a casa y estar con mis hijos y mi marido; si me quitan eso me derrumbo».
Así que con precaución pero también con sentido común, Marta intenta llevar una vida normalizada en casa. Es lo que toca con niños pequeños y sin clase. «Sé que lo que tenga yo lo van a tener mis hijos y mi marido, pero no va a salir de mi casa. Ni mi marido ni mis hijos son personal de riesgo, lo que voy a hacer es no salir de aquí». Y, como el resto de burgaleses, el contacto con la familia y amigos, por teléfono. «El aislamiento es la mejor vacuna que tenemos ahora todos», insiste, y ya se están viendo sus resultados.
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