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La contaminación atmosférica provocada por la quema de combustibles fósiles (gasolina, gasóleo y carbón) es la causa de una de cada cinco muertes en el mundo. Es el dato más impactante desvelado por un estudio liderado por la norteamericana Universidad de Harvard y el University ... College de Londres.
La conclusión es muy relevante porque eleva considerablemente el peso que se creía que tenía la polución del aire sobre las muertes. De hecho, duplica la cifra de decesos que los informes científicos previos le atribuían a los tóxicos que respiramos.
El estudio atribuye a la contaminación desatada por el tráfico de vehículos y aviones, por las calderas, las industrias, o las centrales de carbón 8,7 millones de fallecimientos anuales, con datos de 2018, lo que supone un 18% de todas las muertes y un porcentaje mucho mayor de las que se consideran evitables. El informe se centra en el efecto del tóxico atmosférico más letal: las partículas finas en suspensión de menos de 2,5 micras (PM2,5).
La muertes detectadas son justo el doble de las calculadas en 2015 por otro reputado estudio, el 'Global Burden of Disease Study', que fijó los efectos de respirar estos tóxicos en 4,2 millones de decesos. Este enorme salto no se debe a un aumento de las emisiones de PM2,5 sino a una mejora de los modelos de análisis, que han permitido precisar con mayor detalle la concentración de micropartículas. Su inhalación agrava el asma, el cáncer de pulmón, los infartos e ictus, la enfermedad obstructiva crónica, y aumenta los partos prematuros y las patologías neurodegenerativas como el parkinson o el alzhéimer.
«Esperamos que al cuantificar las consecuencias para la salud de la quema de combustibles fósiles podamos enviar un mensaje claro a los responsables políticos y las partes interesadas sobre los beneficios de una transición a fuentes de energía alternativas», reclama Joel Schwartz, profesor de Epidemiología Ambiental de Harvard y uno de los firmantes principales del estudio. «No podemos seguir dependiendo con buena conciencia de los combustibles fósiles ahora que sabemos los efectos sobre la salud y que tenemos alternativas viables», coincide Eloise Marais, geógrafa del University College y colega de investigación.
Los dos grandes focos de contaminación atmosférica mundial son China y la India, que suman algo más de la mitad de las muertes. Unos 2,4 millones de fallecimientos anuales en China y 2,5 millones en la India. Las otras regiones con mayor mortandad son el este de América del Norte, Europa, y todo el sudeste asiático.
España, según las universidades de Harvard, Birmingham, Leicester y del University College, sufre una notable contaminación atmosférica, pero, aun así, su tasa de muertes por estos tóxicos es la mitad de la media mundial o de la de Alemania. Las PM2,5 provocan 44.600 muertes al año, el 10,7% de los 418.063 españoles fallecidos en ese ejercicio. Pese a salir razonablemente bien paradas con las micropartículas, las grandes ciudades españolas tienen un grave problema con otro de los principales tóxicos generados por los coches, el dióxido de nitrógeno (NO2). Un estudio muy reciente indicó que Madrid es la capital europea con mayor tasa de muertes por este gas.
El análisis conocido hoy, sin embargo, arroja un dato positivo, que debería condicionar las políticas de gobiernos y empresas. Las muertes atribuidas a la polución en el planeta en 2012 fueron 10,2 millones, el 21,5% de todos los fallecimientos, tres puntos y medio más que solo seis años antes. La razón del descenso en 2018 es la gran reducción de la polución en China –freno al carbón y expansión de renovables–, medidas que rebajaron la presencia PM2,5 en un 43%, lo que dejó su cifra de muertes en 2,4 millones anuales, 1,5 millones menos que seis años antes.
La UE parece que lo tiene claro. Con 800.000 muertes anuales por efecto de las PM2,5, tiene previsto aprobar en 2022 una regulación más restrictiva. Rebajará casi a un tercio la tasa permitida. Se pretende reducir de los 25 microgramos por metro cúbico actuales al máximo de 10 microgramos que aconseja como límite legal la Organización Mundial de la Salud (OMS).
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