Villar del Infantado (Cuenca).

El pueblo de la España Vaciada que autogestiona su bar

Los 44 habitantes censados en la localidad conquense de Villar del Infantado disponen de 24 llaves del establecimiento porque son ellos sus propietarios y clientes

J. M. L.

Toledo

Jueves, 17 de febrero 2022, 12:55

El fértil valle en el que se asienta Villar del Infantado (Cuenca), su aire puro y vida tranquila, sus montes de arenisca, sus viejas cuevas para almacenar vino y su castillo de Maús -construcción árabe sobre un antiguo asentamiento prerromano- son atractivos suficientes para que ... lleguen nuevos vecinos. Sin embargo, es un pueblo más de la España Vaciada y se encuentra en situación de «extrema despoblación» según el Mapa de la Despoblación elaborado a finales del pasado año por la Junta de Castilla-La Mancha.

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Sus 44 vecinos censados -la mitad durante el invierno- son todo un ejemplo de organización y de tesón para que su único bar no eche el cierre. El local lo gestionan ellos mismos con lo que, de esta forma, son al mismo tiempo clientes y administradores. Es la Asociación Deportivo Cultural de Villar del Infantado (ADCUVI), inscrita en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE) como «establecimiento de bebidas» el ente jurídico que lo gestiona y sus beneficios se destinan a las fiestas patronales de agosto dedicadas a San Roque.

Los vecinos se reparten las 24 copias de llaves que existen del bar porque ejercen tanto de camareros como de parroquianos. «Es la única manera de que la gente venga aquí en fines de semana o vacaciones porque si no hay ni un bar la gente ni viene», explica la alcaldesa de este pueblo de La Alcarria conquense, Ana María Gamboa López, del PP.

Con 44 vecinos ningún promotor privado estaría interesado en llevar un bar, con lo que fueron ellos mismos los que decidieron convertirse en empresarios y clientes a la vez. «Nos hemos acostumbrado a esta situación y al menos tenemos un lugar de reunión», indica Jesús Colmenero, concejal de este Ayuntamiento y camarero a ratos, quien reconoce que «este pueblo es muy pequeño y no da para tener un negocio».

Además, el establecimiento cuenta con una pequeña tienda en la que se vende pan y productos de primera necesidad, lo que evita a los vecinos el desplazamiento a otras localidades. Un ejemplo de vida en comunidad en un pueblo que vivió sus mejores tiempos hacia 1910 cuando llegó a contar con 409 habitantes. Su declive se inició con la emigración en la década de los 50 del siglo pasado y hoy sus pocos vecinos luchan, al menos, para que su bar no cierre.

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