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La cuenta atrás para que una mujer pose su pie por primera vez en la Luna está en marcha. Falta saber si será europea o norteamericana. La Agencia Espacial Europea (ESA) y la estadounidense NASA trabajan codo con codo, pero ambas quieren marcar este jalón ... femenino en la historia de la exploración espacial. El horizonte de la NASA es colocar una dama estadounidense en la superficie lunar en 2024. La ESA confirma que en 2023 habrá una misión tripulada que orbite la Luna y que al año siguiente habría alunizaje, quizá femenino y europeo. Su candidata es la italiana Samantha Cristoforetti, dueña del récord femenino de permanencia en el espacio.
Pero todo esta el aire y dependerá de la financiación –se necesitan más de 500 millones de euros anuales– las voluntades políticas y el grado de concordia o discordia entre la NASA y la ESA, que colaboran en el proyecto 'Artemisa' que contempla el retorno de las misiones tripuladas al satélite terrestre, y en el que juega un papel clave una nueva generación de mujeres con experiencia en misiones espaciales.
La candidata europea con más posibilidades de emular a Neil Armstrong es Cristoforetti (Milán, 1977), ingeniera y piloto militar, tercera astronauta de la ESA, participante en misiones de larga duración y con 1.997 días en la Estación Espacial Internacional. Citaron su nombre este miércoles en las instalaciones de la ESA de Villanueva de la Cañada (Madrid) los científicos Santa Martínez, coordinadora del procesamiento científico y archivo BepiColombo, y Bernard Foig, director del grupo internacional de Exploración Lunar de la ESA y del proyecto Smart-1.
Ambos detallaron las próximas «aventuras lunares» de la ESA, con misiones robóticas y tripuladas y que contemplan la construcción de una «aldea lunar» con participación de las grandes agencias espaciales del mundo. «El sueño de la aldea lunar es casi una realidad», dice Foig de un emplazamiento selenita que será primero robótico y facilitará «en las próximas décadas» la estancia lunar de humanos «capaces de sobrevivir, comunicarse y moverse».
Contempla la posibilidad de extraer agua del hielo lunar, y por tanto oxígeno respirable e hidrógeno como «combustible lunar» que facilite a los exploradores espaciales los viajes en cohetes que despeguen desde «el octavo continente» –poética denominación de la ESA para la Luna– hacia Marte y otros confines del Sistema Solar.
Hasta ahora doce varones estadounidenses han caminado sobre la Luna, y de los 347 viajeros del espacio, 49 han sido mujeres, según datos de la NASA. LA ESA batallará para que las y los astronautas europeos se integren la misión tripulada de 2023 y en la que debería alunizar en 2004. «Esas misiones no se pueden realizar sin nuestro módulo de servicios», dice Martínez para enfatizar la importancia de la ESA.
Cristoforetti tendrá así que competir con una decena de capacitadas candidatas estadounidenses: Serena Auñón-Chancellor, cirujana: Tracy Caldwell Dyson, química con dos estancias espaciales; Jeanette Epps, exmiembro de la CIA; Christina Koch, ingeniera; Nicole Man, ingeniera y expiloto militar; Megan McArthur, oceanógrafa; Anne McClain, ingeniera y piloto militar; Jessica Meir, bióloga marina y piloto comercial; Kate Rubins, microbióloga con 115 días en el espacio; Shannon Walker, física con 163 jornadas espaciales; Stephanie Wilson la más veterana de la NASA, o Sunita Williams, con 322 días en el espacio y más de 50 horas de caminata espacial.
La ESA repasó su programa lunar en vísperas del 50 aniversario de la llegada del hombre a la Luna con la misión Apolo 11 de la NASA, que despegó de la Tierra el 16 de julio de 1969 y alunizó cuatro días después. Neil Armstrong fue el primero en pisar la superficie del satélite –«un pequeño paso para el hombre, y un gran salto para la humanidad», dijo– seguido de Buzz Aldrin, aunque no era esa la previsión. Como tampoco estaba previsto que el Apolo 11 fuera la primera misión en alunizar, según desveló el también científico del ESA Mark Kidger. Se ha dicho que Armstrong impuso su autoridad y su grado para descender del módulo antes que Aldrin, pero según Kidger «la hipótesis más probable es que la puerta de salida estaba más cerca de Armstrong y era, además, materialmente imposible que ninguno de los otros astronautas, ya enfundados en sus voluminosos trajes espaciales, pudieran salir por el estrechísimo acceso».
Kidger explicó que la baja calidad y la corta exposición de las primeras fotos lunares hizo imposible que se vieran las estrellas en esa imágenes. «Se hubiera necesitado una exposición mil veces más larga para que en esas fotos salieran las estrellas», dijo. Recordó que 35 años después de la misión del Apolo 11, en 2004, se descubrió de forma accidental una imagen de la Tierra reflejada en el visor de Aldrin, y que la foto más legendaria del primer humano en la Luna «fue manipulada por la NASA para mejorar su encuadre».
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