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Dice que el ánimo «lo tiene alto» y, aunque parece no sentir mucha mejoría en la evolución de su estado, se fía de la palabra de los médicos, que aseguran que las boticas están surtiendo efecto. Henry Osvaldo Gómez, vicario en la parroquia de San ... Martín de Briviesca y párroco de otros catorce pueblos de la Bureba, se ha convertido en el primero de los sacerdotes de la diócesis en contagiarse de coronavirus, una situación que le ha llevado a «plantearse seriamente su vida» y a vivirla «en la presencia de Dios».
Tras llevar varios días encerrado en su casa con síntomas evidentes de haber contraído la enfermedad, el pasado lunes fue ingresado en el Hospital Universitario de Burgos (HUBU) aquejado de una deficiencia respiratoria, con mucha tos y algo de fiebre. Después de pasar una noche en la Unidad de Corta Estancia de Urgencias, permanece ingresado en planta junto a otro enfermo por COVID-19 y su situación ahora es estable.
Transcurridos unos días desde su hospitalización, asegura que «teniendo a Dios y a todos vosotros la enfermedad es muy llevadera», si bien reconoce que se trata de un «bicho malo» y reconoce que se ha preguntado en varias ocasiones «si vas a salir de esta». Su mejor medicina parece ser la presencia de Dios, pues «antes de dar positivo tuve la oportunidad de confiar en su amor, de saber que esta enfermedad la ha permitido en mi vida, y que tanto él como nuestra Madre la Virgen Maria están a mi lado». También está agradecido a todas las personas «que me apoyan dando ánimos, las que rezan por mí, a los que están pendientes» y, «por supuesto», a «todo el personal sanitario que están volcados con nosotros».
Estos días de hospital también le están haciendo reflexionar a Henry –ordenado sacerdote hace dos años– sobre la grandeza de su ministerio. Ahora, al no poder celebrar los sacramentos «ves que te falta una parte, sino la más importante de mi vida, celebrar la eucaristía, confesarme y que otros se confiesen conmigo, la unción». También lamenta «no poder consolar a otros enfermos que están realmente mal y quizás ni siquiera su familia pueda despedirse de ellos». Con todo, asegura que se siente un «privilegiado» al poder vivir esta situación.
«Lo que más disfruto es la oración, tengo mi salterio y puedo rezar con mucha tranquilidad y los salmos los entiendes más, te consuelan y me hacen ver a Dios». «Además, cuando cojo la Biblia siempre hay una palabra maravillosa», como las del profeta Jeremías, que estos días le está reconfortando especialmente.
Desde la cama del hospital, Henry agradece el aliento de todos los que se están preocupando por él y de todo el personal sanitario. Y concluye con una petición: «Por favor no dejéis de rezar por todos los enfermos y por sus familias».
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