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El mensaje lanzado por la Naciones Unidas ha sido el más tajante de los últimos años: no hay mucho más margen para evitar la catástrofe climática. Los países deben ser conscientes de que sus políticas contra el calentamiento global deben ser cinco veces más ambiciosas ... para evitar la subida de la temperatura en 3,5 grados a finales de siglo y su «destructivo impacto».
Esta es una de las conclusiones principales difundidas en el informe anual sobre la disparidad de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el que se analiza «dónde nos encontramos y adónde necesitamos llegar» para evitar un fatal calentamiento del planeta.
Las conclusiones del informe, poco o nada alentadoras, llegan un día después de conocer que en 2018 se batió el récord histórico de emisión de los citados gases. Según el informe de la ONU, si las emisiones siguen al ritmo actual, el planeta podría calentarse de 3,4 a 3,9ºC a finales de siglo. Algo que tendría efectos devastadores a muy distintos niveles.
Y avisan: los compromisos fijados actualmente no valdrían. Incluso si los estados firmantes del Acuerdo de París respetasen sus objetivos de reducción de emisiones, el mercurio de los termómetros subirán 3,2 ºC. Por ello es necesario triplicar la envergadura de los compromisos si se quiere que la temperatura global se mantenga por debajo de los 2ºC. Para que los grados bajen otro medio punto, a una subida de máximo 1,5ºC como fijaba París, las contribuciones de los países deberán ser cinco veces más ambiciosas. En cifras, las emisiones mundiales deben reducirse un 7,6% cada año hasta 2030.
Las medidas, además, deben ser inmediatas. «Los países no han conseguido poner freno al aumento de emisiones mundiales de gases, lo que conlleva ahora que se necesiten reducciones más drásticas y en menos tiempo», advierten los expertos. «Diez años de procrastinación climática nos condujeron a esta situación», lamentó Inger Andersen, directora del informe, durante la presentación del mismo ayer en Ginebra.
Resulta «obvio» que cuanto más se retrase una intervención contundente del problema, mayores serán los recortes que habrá que imponer. En este sentido, la llamada de alerta es bastante explícita: «Si se pospusieran más las reducciones necesarias, en el futuro habría que aplicar una restricción de emisiones y una eliminación de CO2 de la atmósfera tan mayúscula (...) que podría perjudicar la economía mundial, la seguridad alimentaria y la biodiversidad». Si el mundo hubiese empezado a actuar seriamente en 2010, ahora solo habría que reducir las emisiones de 0,7% anual para +2 ºC y de 3,3% para +1,5ºC.
Estas recomendaciones están dirigidas principalmente a los integrantes del G20, puesto que ellos están detrás de casi el 75% de las emisiones. «Determinan en buena medida las pautas globales de emisiones y hasta qué punto se va a eliminar la brecha» entre los compromisos y las acciones concretas en 2030.
Si bien China, la UE e India van camino de cumplir sus compromisos iniciales de reducción de CO2, al menos siete miembros, entre estos Japón y Estados Unidos -que firmó su salida del Acuerdo-, no los respetarán.
A pesar del tono pesimista de los expertos que realizan este análisis de brecha cada año, lo cierto es que señalan que existen opciones viables y prometedoras para que la tendencia revierta su carácter negativo. Porque las tencnologías para conseguirlo han mejorado, porque se han producido avances esperanzadores y porque hay un aumento del interés político y social en el cambio climático, «sobre todo en los jóvenes».
Así, incluye una serie de medidas a tomar por parte de los miembros del G20 que conllevarían cambios profundos para lograr «transiciones justas». Cambios que, más allá de grandes inversiones económicas, necesitarían actualizar «los valores, las normas y la cultura del consumo». Y advierten de que el cambio deberá ir acompañado de medidas sociales para «evitar la exclusión y la resistencia al cambio»
Entre las larga lista de medidas propuestas para los miembros del G20 destacan, por ejemplo, prohibir nuevas centrales de carbón en China, desarrollar masivamente la red de transporte público en India o contar con nuevos autos de «cero emisiones» de aquí a 2030 en Estados Unidos.
Para la Unión Europea propone modificar las políticas para la desaparición total del carbono en el suministro eléctrico entre 2040 y 2050, la eliminación gradual de las centrales eléctricas de carbón, fijar objetivos para que en las próximas décadas el 100% de los coches y autobuses que se comercialicen no emitan dióxido de carbono, dar un giro para el uso creciente del transporte público y aumentar el acondicionamiento de los edificios ya construidos.
Como punto optimista del informe, destaca la valoración positiva del futuro que tienen las energías renovables. «Su coste se reduce más rápido de lo que se predijo hace unos años gracias a la evolución de la tecnología. En la actualidad, las energías renovables son la fuente de nueva producción de electricidad más barata en casi todo el mundo».
Esta constatación «sombría» del desfase entre las promesas de lo países contra el cambio climático y las actuaciones reales llega a pocos días antes de la conferencia sobre clima de la ONU (COP25) en Madrid, que se inaugura el próximo 2 de diciembre. La ministra en funciones para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, valoró el informe de la ONU: «No podemos dilatar más la acción climática a todos niveles» y «urge elevar la ambición». Naciones Unidas «nos dice que las emisiones deben tocar techo en 2020, eso es pasado mañana (...) y empezar a descender de manera acelerada a partir de esa fecha. Por tanto la COP25 en Madrid tiene que ser un hito decisivo».
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