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Andrés Conde Solé (Madrid, 1967) es el epítome de la paciencia, de la mesura, de los argumentos cabales y las peticiones realistas. De más vale lo poco que puedas hacer hoy que lo mucho que esperes hacer mañana. Nada de brindis al sol, ni ... golpes de pecho. Eso sí, al director de Save the Children España una cosa le subleva: la anomalía que representa que en un país como éste, la cuarta economía de la Zona Euro, todavía haya niños irremediablemente condenados a la exclusión por haber nacido en una situación de desventaja. Desde que estalló la pandemia, vive volcado en la emergencia sanitaria y social hasta niveles, describe él, «poco sostenibles».
7.00 horas. Hace tiempo que no pongo el despertador. Abro los ojos cuando la vecina cierra de un portazo, es la señal de que empieza el lío. Me ducho, bebo uno o dos tés, a veces como cereales... Mi mujer (trabaja en una editorial) y mis hijos -chico y chica, de 21 y 19 años, universitarios- tienen su propio ritmo y desayunan cuando a cada uno le cuadra. Como la jornada es tan intensa, aprovecho esa primera hora para poner la lavadora, pasar la mopa, colgar la ropa. Mientras, escucho la radio, así me pongo al día.
9.30 horas. Los lunes toca comité directivo de Save the Children. Intercambiamos información, coordinamos lo que hay que hacer durante la semana, revisamos las acciones que tenemos que llevar a cabo. Trabajadores sociales, educadores, psicólogos... Salvo los que hacemos tareas de oficina, toda nuestra gente trabaja sobre el terreno. Atendemos a 2.500 familias en situación vulnerable, se dice pronto. Al acabar, despacho con la presidenta del Patronato. El tiempo pasa de reunión en reunión.
17.00 horas. Soy una persona paciente, templada, pero me enferma la injusticia. En mi trabajo, que es mi pasión y vivo como un privilegio, sale a relucir con demasiada frecuencia: es terrible comprobar cómo la vida de algunos niños está condenada desde que vienen al mundo sin otro motivo que el lugar donde han nacido.
12.00 horas. Estoy en el Comité de Dirección Internacional, 15 personas que deciden una vez a la semana cuáles son las prioridades de los 24.000 miembros que actúan en 117 países. Una reunión compleja y que requiere mucha preparación, siempre ajustándonos a los husos horarios. Hoy ponemos el acento en Siria, donde acaban de cumplirse 10 años de esa guerra brutal que ha provocado una marea de refugiados.
15.30 horas. La limpieza doméstica es mi terreno, pero los fogones son cosa de mi mujer. Es una cocinera extraordinaria y borda los arroces. Yo soy un tragón incorregible: me encanta comer bien y sobre todo en cantidad.
11.00 horas. Uno de mis cometidos son las reuniones con instituciones y fuerzas políticas. Con todos, porque de lo que se trata aquí es de legislar, de lograr avances que pueden venir por parte de quien gobierna o de la oposición. Hablamos de los problemas detectados y planteamos soluciones realistas; nada de presupuestos imposibles, sino cosas que se pueden trasladar a la calle y que dependen de que haya voluntad política. Me preocupa mucho la situación de las familias extranjeras en situación irregular, con hijos cuyos derechos más básicos se vulneran. También el Ingreso Mínimo Vital, el mayor avance social que ha vivido este país en las últimas décadas, pero que avanza muy lento -apenas un 20% de sus destinatarios lo han recibido en el último año- y cuyo umbral deja fuera a mucha gente que lo necesita.
19.00 horas. Después de meses de videoconferencias, agradezco el trabajo presencial. La semana pasada volé a Canarias, que está viviendo una situación dramática con la inmigración irregular. Hoy toca Sevilla, tomo el AVE para llegar antes del toque de queda.
10.00 horas. Me reúno con el CEO de un medio de comunicación para firmar un acuerdo que se traducirá en un espacio televisivo por las mañanas. Es fundamental mostrar lo que hacemos con las familias que nos remiten los servicios sociales porque sufren una situación laboral y emocional insostenible.
12.30 horas. Visito el centro de intervención que tenemos en Palmete, uno de los tres barrios más pobres de España. ¿Sabes lo que piden los chavales? Que no vuelvan a cerrar el colegio. Primero porque es el lugar donde socializan, pero también porque es el único que garantiza su alimentación. Ahí entran en juego las estrategias de supervivencia de cada uno: hay familias donde los padres comen sólo días alternos -hoy él, mañana ella- para que los niños puedan hacerlo a diario. La pandemia ha aumentado un 63% el número de nuestras familias que no perciben ningún tipo de ingreso.
8.30 horas. De vuelta en Madrid. Por una cuestión de supervivencia, reservo la primera hora para asuntos al margen de la agenda, lo inmediato. Revisar el correo electrónico, organizar el día, concertar citas... esta entrevista.
16.00 horas. Telefónica, Iberdrola, Lidl, BBK, Bolton Food, Bvlgari... La pandemia ha llevado a muchas empresas a hacer la lectura de que vivimos un tiempo de alianzas, de explorar vías de colaboración. Y en eso estamos.
22.30 horas. Cenamos juntos, por fin, y aprovechamos para hablar de cómo nos ha ido la semana. Cuando acabamos, mi mujer y yo nos tumbamos en el sofá y vemos 'Ozark'. Estoy enganchado: lo más parecido que he visto a 'Breaking bad', pero con una familia envuelta en una situación increíble.
9.00 horas. Aprovecho que mi mujer tiene curso de cocina y me voy al gimnasio. La tabla de ejercicios me lleva hora y media, eso sí, con toda la intensidad de que soy capaz. Me ayuda a pensar soluciones creativas, a tomar decisiones. Cuando no me da tiempo, salgo a correr por un parque que hay cerca de casa.
12.00 horas. Tengo un tío de 87 años que vive solo y acaba de superar el Covid. Visitarle se ha convertido en una costumbre. No hacemos gran cosa, fundamentalmente le escucho y eso nos sienta bien a los dos. Siento que es mi responsabilidad tenerle cerca y ver cómo está.
17.00 horas. Echo tanto de menos ir al teatro. Y viajar a Cádiz o a los Picos de Europa. Mi padre vive en una aldea cerca de Comillas (Cantabria) y no quiere ni oír hablar de Madrid. Le da miedo la pandemia. Tiene una explotación agraria en Córdoba -cereal y algunos animales- que ahora me encargo yo de gestionar en la distancia. Nunca entró en mis planes, lo hago porque él no puede. Por primera vez en mi vida, estoy pendiente de la lluvia, de las horas de sol, de si corre o no el agua por los regajos...
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