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ALBERTO FERRERAS
«Parte de mi cerebro lleva aún el precinto»
La semana de Santi Rodríguez

«Parte de mi cerebro lleva aún el precinto»

Escribió el guión de su espectáculo 'Infarto... no vayas a la luz' después de sufrir uno, como terapia. A este 'colchonero' nada le gusta más que planchar y cocinar. «Me duermo en lo alto de un pincho envenenado», dice

Domingo, 31 de enero 2021, 00:22

Al frutero de 'Siete Vidas' no cuesta nada imaginárselo en casa, planchando y preparando la comida con el mismo deleite que escribiendo un guión o subido al escenario; haciendo una lista de las mejores cosas que le han pasado a él y a los suyos ... al cabo del día. Cosas rutinarias que a este hombre, noble y sin estridencias, le producen una satisfacción enorme desde que sufrió un infarto y comprendió que «estamos aquí de paso». Santi Rodríguez (Málaga, 1965), echa de menos los abrazos y los teatros llenos. También a su padre, que murió víctima del 'bicho' el pasado octubre.

Lunes

8.00 horas. Suena el despertador. Si es por mí, me quedaría dormido en lo alto de un pincho envenenado. Lo primero que hago es darme una duchita. Me visto y preparo el desayuno. Una infusión, un par de lonchas de pavo frío, otras dos de queso; unas tostadas con tomate picado y un chorrito de aceite si es fin de semana... Ahora que no trabajo tanto con esto del Covid, es una oportunidad para reunirme con mi mujer y mis hijas alrededor de la mesa.

9.30 horas. Mi mujer sale a trabajar muy temprano y soy yo el que hace la cama. Me encantan las tareas del hogar, no tengo problema. Aprovecho para echar un vistazo al correo electrónico, comprobar si hay alguna buena noticia o si han suspendido alguna función. Salgo al jardín -vivimos en el campo, a 10 minutos en coche de Jaén- y aprovecho para tomar el aire y poner un poco en orden las ideas. Dicen los científicos que las personas no utilizamos toda la capacidad cerebral. No puedo estar más de acuerdo: lo que es el mío, seguro que hay partes que aún llevan el precinto.

11.00 horas. Voy a hacer la compra, se me da de maravilla. Tengo todo en la cabeza: zanahorias a 0,78, el aceite de oliva virgen extra, a 14-15 euros, según la marca; cojo dos calabacines para la crema, han subido algo. Los productos frescos, siempre en el mercado de abastos.

17.00 horas. Me pongo a escribir el montaje que tengo entre manos, siempre a medias con Kikin Fernández. Reviso las notas que he ido cogiendo el día anterior. Actúo solo, pero no es un monólogo del tipo comedia. Es más teatro: su dramaturgia, su decorado, el diseño de luces, la música que le acompaña... Tener el guión y el espectáculo preparado me lleva un año.

Martes

10.00 horas. El coronavirus nos ha quitado muchas cosas, lo sé muy bien. Perdí a mi padre el 21 de octubre sin que pudiéramos despedirnos ni él de nosotros ni nosotros de él. No soy de llorar, pero es duro. Prefiero sacar a mi madre a dar una vuelta por la mañana. Unas veces en coche, otras de paseo por el campo. Así se despeja.

16.00 horas. Los días que mi mujer no viene a comer, aprovecho para hacer la colada, poner la secadora... Pero a mí lo que me pone es la plancha, toda esa ropa en capas, bien doblada, su fragancia... me produce bienestar. Mis amigos dicen: 'cabrón, eso no lo cuentes'. Es así, no puedo evitarlo.

22.30 horas. Guardo muchísimas películas. Ayer estuvimos viendo con la niña (tiene 19 años) 'Alguien voló sobre el nido del cuco'. También series por televisión. Mis favoritas son 'Casa de papel' y 'Gambito de dama'. Juego al ajedrez y la serie mola. Entro en chess.com a echar partidas y a ensayar aperturas. Pero si algo me encanta es el fútbol, soy colchonero desde chiquitín.

Miércoles

10.00 horas. Preparo la próxima actuación, esta semana en Torrelavega. Luego no vuelvo hasta el 19 de febrero al Campos de Bilbao, y de allí a Barcelona y a Collado Villalva. Estoy desde 2018 con 'Infarto... no vayas a la luz', que escribí después de que me diera uno, como terapia. La obra va como un tiro. En un teatro con capacidad para 800 personas, sólo puedas llenar 180 asientos. Todo se prepara con una pulcritud exquisita. Al principio pensaba: 'coño, no vaya a ser que con el ansia de actuar la liemos'. Pero no ha habido ni un contagio.

13.30 horas. Hoy toca crema de verduras, con calabacín, cebolla, berenjena, rábanos, apio; hígado encebollado de segundo y para el postre, tiramisú. El secreto está en el queso mascarpone, empapar bien las soletillas en café... Me relamo yo solo. Comemos cuando mi mujer sale del trabajo.

Jueves

11.00 horas. Tengo la necesidad de echar una mano siempre que puedo. Colaboro con la Asociación Síndrome de Down, una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Acaban de poner en marcha un reto muy bonito: cinco maratones en cinco días a lo largo del Camino de Santiago. 200 kilómetros. Ahora voy a la sede en Jaén, a sacarme una foto con la camiseta para darles publicidad.

19.00 horas. Es el momento de hacer ejercicio. Una hora de cinta y 40 minutos de 'spinning', un par de días a la semana. Ya lo hacía antes de que me diera el jamacuco, pero ahora me lo tomo con más calma. Los sábados que no estoy fuera por trabajo lo cambio por un paseo con mi mujer en el campo. Ese día no hay siesta.

21.00 horas. Hoy toca un carpaccio con su parmesano. Y chorrito de aceite. Por cierto, soy Comendador Honorario de la Muy Ilustre y Noble Orden de Caballeros de la Cuchara de Palo. No es cualquier cosa. La capa, de rodillas, los toques con la espada en el hombro... muy solemne todo. Cenamos viendo las noticias, pero no estoy muy encima. Sé que las cosas están mal, pero tampoco me regodeo en ello. En cuanto a la gente, hay de todo: unos muy responsables y otros a los que hay que recordar las cosas quince veces. Definitivamente, hay algo que se nos escapa.

Viernes

18.00 horas. No concibo el mundo sin teatro. Tampoco actuar sin público. Lo he probado en el confinamiento, cuando me tocó retransmitir 'online'. No hay nada más frío. Los actores necesitamos tener gente delante. Y eso que es duro ver a los espectadores desperdigados, con mascarilla, sin saber por sus gestos si lo que ven les emociona. 'Infarto' dura hora y media y hay golpes de humor cada 20 segundos. No les ves las caras, si sonríen, aunque haya aplausos no es lo mismo.

24.00 horas. Una cosa que hago cada noche es apuntar todo lo bueno que me ha pasado a lo largo del día. Cosas sencillas, como que florecen las plantas del jardín o una conversación que he tenido con mi madre y me ha calado hondo. Desde que estuve a punto de palmar, aprovecho más el tiempo, quizá porque tomé conciencia de hasta qué punto estamos aquí de paso. Hay tanto que damos por supuesto.

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