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En la lista de la compra de Carlos San Miguel de la Fuente (Charly), hay sólo dos productos. Huevos y lentejas. Son los más baratos. Debe 7 meses de la factura de la luz, no ha podido comprar los reyes a sus nietos y ... ha tenido que recurrir a las pastillas para poder dormir. Esas son algunas de las consecuencias que está teniendo la crisis del coronavirus para este vallisoletano. Su situación es crítica, pero a pesar de todas las dificultades, él quiere ayudar a otros que lo estén pasando peor, y se ha ofrecido a través de grupos de Facebook a echar una mano al que lo necesite. Charly es una de las caras de la crisis y también de la solidaridad.
Llega a la entrevista con ganas de desahogarse, y lo hace acompañado de un café. «Traigo el estómago vacío», arranca a decir. «Vengo del SEPE, de consultar qué papeles tengo que rellenar para que me paguen de una vez el ERTE que me deben desde noviembre.Mi situación es insostenible. Yo no pido nada que no me corresponda. Solo quiero lo que es mío. A mis amigos no les he pedido nada. Me da vergüenza. Algunos, que conocen mi situación, me ha prestado cinco euros o me han invitado a un café. Pero pedir, no he pedido», aclara.
A sus 62 años, tenía el resto de su vida planeada. Jubilarse cuando le tocara y disfrutar de sus nietos con tranquilidad. Ahora ese momento le parece inalcanzable. Le avalan 50 años en un oficio que le encanta y que le ha dado enormes alegrías, el de camarero. Con 13 años, recién llegado de Alemania, donde trabajaban sus padres fabricando cuchillas para patines y cerveza, él se colocó en un bar, donde le pagaban al mes 50 pesetas de las de antaño. Enseguida despuntó. «Siempre he sido muy hábil. Soy camarero, asador, cortador y maitre, pero si por algo me he caracterizado siempre, es por mi buen trato con el cliente. Esta profesión me ha regalado grandes amistades. Por la calle todos los días me paran para saludarme. Todos me aprecian», dice orgulloso.
Hasta en dos ocasiones llegó a probar suerte montando su propio negocio. En 1993 abrió un bar en las Delicias. Más tarde, se encargó de dirigir un club social. La crisis económica y la mala suerte, dieron al traste con sus ilusiones. De aquellos intentos de emprendimiento, sólo le quedaron unas deudas, de las que le costó salir, pero que ya tiene saldadas. «Las que tengo ahora, son generadas por la pandemia», aclara. En la actualidad trabaja en un restaurante en la zona de la Antigua, con contrato de media jornada. Allí lleva cuatro años. «Mi mujer no trabaja. Tengo dos hijos, la mayor me ayuda en lo que puede, cuando debería ser yo el que la ayudara a ella. El otro día me ha comprado productos para que pueda afeitarme. Y mi hijo el pequeño está estudiando todavía. Un amigo me ha dicho que en mayo, cuando termine las prácticas, me le va a contratar. He tenido mucha suerte con ellos», sonríe tras la mascarilla.
Dice que este año, con los cuatro ERTE por los que ha pasado, ha perdido más de 6.000 euros de ingresos, con los que contaba para vivir al día. Desde el pasado día 13 de enero, vuelve a estar en ERTE. «Eso ha supuesto que ahora deba 7 meses de luz, que no he podido pagar y otros tantos a la comunidad de vecinos. Solo trabajo a media jornada y el ERTE de noviembre no le he cobrado. La empresa también me debe 25 días de vacaciones, porque solo disfruté 5. Hace dos meses, Cruz Roja me dio 120 euros para que pudiera comprar comida y otros 30 euros para productos de aseo. En diciembre sólo cobré 400 euros. Tuve que tirar como pude con eso, pero a costa de mal comer», cuenta este veterano camarero.
«Comemos a base de huevos. Un día fritos y otro en tortilla, pero sin patatas, que eso es un lujo. También comemos lentejas. Es lo más barato.Una semana si y una no, tengo a los nietos por las tardes, así que tengo que reservar como sea para que a ellos no les falte la merienda. Hace un mes solicité una ayuda a través de la asistenta social. Cuando vino a casa y vio nuestro frigorífico, se echó las manos a la cabeza», añade.
Charly cuenta que se muestra muy entero mientras relata su historia. Solo se rompe al hablar de los pequeños de la casa. «No haber podido comprar nada a los nietos estas navidades, me parte el alma. No he hecho otra cosa que trabajar en la vida. He antepuesto mi oficio a todo lo demás y ahora que ya me tocaba empezar a disfrutar, pasa esto. Pero tengo claro que no me voy a hundir. Voy a luchar. Aunque mi edad juega en contra, soy un profesional y a mi no me gana nadie en lo mío. Yo solo me ventilo una terraza de 30 mesas y mientras tenga fuerzas, voy a seguir trabajando», dice Charly, quien está buscando un trabajo para completar la media jornada que ya tiene.
La ansiedad ha llamado también a su puerta. Ha tenido que recurrir a las pastillas para pasar este mal trago. «Acudí al doctor porque cuando me metía en la cama, no dejaba de dar vueltas a los problemas. Nunca hubiera pensado llegar a esta situación. En casa nunca habíamos discutido y ahora… nos pasamos el día pidiéndonos perdón. Mi mujer me dice que no tengo que sentirme culpable por nada, pero no puedo evitarlo. Tengo el corazón encogido. Mis hijos también están muy preocupados conmigo, porque no me ven alegre, como yo he sido siempre. Estoy muy orgulloso de mi familia y me duele no poder darles todo lo que se merecen. La hostelería ha sido mi vida y he hecho muchísimas cosas muy bonitas. Me siento muy querido por los clientes y por los compañeros. Seguro que si me hubiese dedicado a otra cosa, me hubiese ido mejor, pero no hubiese sido tan feliz. Me fastidia quedarme con este mal sabor de boca al final de mi carrera laboral».
La situación de Charly es complicada. Muy complicada y aún así, él piensa en aquellos que la tienen peor. Hace unos días, publicó en un grupo de solidaridad en Facebook un mensaje que lo dice todo sobre su forma de ser. Porque, ante todo, Charly es buena gente. «Tengo 62 años y soy camarero. Llevo 4 ERTEs y estoy esperando una ayuda para recoger comida. En casa somos 7 con los nietos. Todavía no he cobrado el ERTE (de noviembre) y vuelvo a estar sin trabajar, pero si podemos dar algo a quien lo necesite, ahí estamos para lo que se pueda». Cuando se le pregunta al respecto sólo dice que «con la que está cayendo, hay muchos que están todavía peor que yo. No quiero abusar, y si en algo puedo echar una mano, ahí estaré», dice generoso.
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