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El Papa Francisco a su llegada a Irlanda. Afp

El Papa se reúne con víctimas de unos abusos que considera «repugnantes»

El sumo pontífice habla en Dublín durante una hora y media con ocho víctimas de la pederastia

Darío Menor

Enviado especial a Dublín

Sábado, 25 de agosto 2018, 08:26

Francisco empezó a descubrir este sábado con sus propios ojos cuánto ha cambiado la «catolicísima» Irlanda que encontró Juan Pablo II cuando la visitó en 1979. En su primer día en Dublín, donde participa en el Encuentro Mundial de las Familias (EMF), Jorge Mario Bergoglio ... se topó con un país herido por los abusos sexuales y físicos a menores de edad cometidos durante décadas por sacerdotes y religiosos. El Papa agarró por los cuernos este problema, que ha alejado a parte de los irlandeses de la fe, al decir que estos «crímenes repugnantes» le provocan «indignación, sufrimiento y vergüenza». Recibió además a ocho víctimas de pederastia, a las que, sin pelos en la lengua, les dijo que la corrupción en la Iglesia y el encubrimiento de los abusos eran «caca».

Lo contó Paul Redmong, uno de los supervivientes con los que el Pontífice se reunió durante una hora y media en la sede de la nunciatura apostólica en Dublín. «Fue muy intenso. Nos escuchó con verdadero interés», relató Clodagh Aileen Malone, otra de las víctimas que le entregaron al Papa una carta donde relataban una de las mayores atrocidades cometidas por la Iglesia irlandesa. Se trata de las Casas de la Madre y el Bebé, donde alrededor de 100.000 madres solteras fueron obligadas a separarse de sus hijos por haberlos concebido en pecado. Se estima que más de 6.000 pequeños murieron en estas instituciones gestionadas por cinco congregaciones de religiosas.

Antes de la reunión entre el Papa y las víctimas, la espinosa cuestión de los abusos ya había protagonizado el encuentro de Francisco con las autoridades irlandesas. En el Castillo de Dublín, el primer ministro, Leo Varadkar, fue más allá de los habituales discursos institucionales que los políticos suelen dedicar al obispo de Roma cuando le reciben y destapó las vergüenzas de la Iglesia católica en el país. Subrayó los «aspectos oscuros» de su historia, marcada por «la pena y la vergüenza», consideró que algunas heridas «siguen abiertas» y dejó claro que queda «mucho por hacer» con los supervivientes de abusos, a los que el Papa debe «escuchar» por encima de cualquier otra consideración. También le exigió «tolerancia cero» con los abusadores y que pase «de las palabras a los hechos». Francisco le respondió después al reconocer el «fracaso de las autoridades eclesiásticas» por no ser capaces de «proteger y educar» a los más pequeños.

Aunque sigue siendo un país donde el 76% de sus ciudadanos se declaran católicos, Irlanda es hoy una nación «diferente» al pasado en la que la palabra de la Iglesia no tiene el peso de hace unas décadas. Hijo de un emigrante indio, homosexual casado y católico, Varadkar sacó pecho ante Francisco por las leyes aprobadas en los últimos años sobre el divorcio, el aborto y el matrimonio gay, que tanto han molestado a la jerarquía católica local. Le pidió además al Papa una «nueva relación» entre la Iglesia y el Estado irlandés, en la que la religión ya no ocupe «el centro de la sociedad», aunque mantenga de todas maneras «un lugar importante».

Las protestas de algunos pequeños grupos por el comportamiento de la jerarquía eclesiástica con los abusos no impidieron que Bergoglio se diera un baño de multitudes en el estadio Croke Park de Dublín, donde se celebró la Fiesta de las Familias ante unas 80.000 personas. Entre los católicos llegados de todo el orbe había varios cientos de españoles y una significativa representación del episcopado de nuestro país. Antes de este ceremonia, los prelados españoles celebraron una misa ante unas 700 personas que estuvo presidida por el obispo de Bilbao, Mario Iceta, y fue concelebrada por el arzobispo de Toledo, Braulio Rodríguez; el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán; y el obispo auxiliar de Pamplona, Juan Antonio Aznárez. En su homilía, Iceta reconoció lo «difícil y complicado» que resultaba este viaje para el Papa por la crisis que está viviendo la Iglesia católica tanto en Irlanda como en otros países por la sucesión de escándalos de abusos sexuales a menores. El obispo de Bilbao invitó a los fieles a que rezaran por Francisco y a que no se dejaran llevar por el desánimo, pues esta situación dolorosa debe hacer crecer el «deseo de santidad».

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