Una paloma de altos vuelos

A New Kim nadie le hace sombra en el palomar. El año pasado un coleccionista chino tiró de talonario y pagó 1.252.000 euros por un animal de la misma especie que respondía al hombre de Armando. Pero aquí el que no corre vuela. Para dicha de la empresa belga Pipa (Pigeon Paradise), organizadora de la subasta, la puja fue un negocio redondo. Desplegó un repertorio de 445 aves y en apenas una hora y 29 minutos se sucedieron 236 pujas parfa llevarse a casa el ave. Cuando se detuvo el reloj, la oferta más sustanciosa fue presentada por la firma Samuel Loft, un establecimiento fundado por Samuel Mbiza, un hombre que adora las palomas tanto como Picasso y que las cría a unos 30 kilómetros al sur de Johannesburgo. Es verdad que aún no se ha dado el golpe de mazo ni pronunciado la palabra «adjudicada», pero muy mal se tienen que poner las cosas a Mbiza para que se le escape de las manos su adquisición. Hasta el 15 de noviembre puede pasar cualquier cosa. El negocio de las palomas mensajeras tiene su intríngulis, igual que cualquier mercado. Los organizadores de la subasta exigen que el interesado deposite el 20% del valor de la oferta si esta supera el medio millón de euros. Si el bueno de Mbiza no anda listo, el ave podría volar y su virtual dueño perder 300.000 euros en caso de que se retracte. Habría sido una monumental cagada, como esas que dejan las palomas en las aceras de las calles y los techados de las iglesias.

El sudafricano debe andarse con cuidado, pues los chinos no paran en marras. Los pobladores del gigante asiático son los primeros clientes del sitio belga de subastas Pipa, de modo que con sus operaciones retienen el «40% del volumen de negocio», según su presidente ejecutivo Nikolaas Gyselbrecht.

New Kim no es una de esas palomas callejeras que va arrastrando su cuerpo por los parque es pos de unas migajas. Es un individuo de alta alcurnia. El ejemplar es madre es de otra gran campeona, Sella, y medio hermana de la también galardonada Selleke. Ella lo vale. New Kim es capaz de hacer recorridos de entre 100 y 800 kilómetros en una jornada a una velocidad media de unos 80 kilómetros por hora.