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Un grupo de jóvenes muestran su enfado junto a una barricada en llamas tras el ataque perpetrado contra una iglesia. AFP

Un país hecho jirones en el corazón de África

Estado fallido | La República Centroafricana está perdida en un laberinto de intereses económicos, violencia y corrupción. Desde el Año Nuevo vive una nueva guerra dentro de su territorio

Domingo, 7 de marzo 2021, 00:36

Bangui ha recuperado su cordón umbilical. La capital de la República Centroafricana ha restablecido su conexión con el mundo tras permanecer varias semanas aislada y acosada. La democracia ha cobrado un precio muy elevado a los habitantes de esta ciudad extensa, ribereña de río ... Ubangui. El 27 de diciembre, sus ciudadanos acudieron a las urnas para elegir un nuevo presidente, y tan sólo cuatro días después, en su mensaje de Año Nuevo, Faustin Archange Touadéra mezcló los buenos deseos para 2021 con el anuncio de que el país se hallaba en guerra.

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No se trataba de una metáfora. El 13 de enero las granadas comenzaron a caer en el extrarradio de la ciudad. Las fuerzas antigubernamentales habían alcanzado el perímetro urbano y los residentes huyeron precipitadamente al centro o se subieron a una canoa para cruzar las aguas y buscar refugio en el limítrofe Congo. «La población es extremadamente resiliente», asegura el barcelonés Ferrán Puig, director de la ONG Intermón Oxfam, desde la castigada población.

La pesadilla no comenzó después de Navidad, sino que se remonta a 2013, cuando el Estado colapsó tras una década de combates contra insurgentes procedentes de las provincias orientales. Entonces, Séléka, una coalición de fuerzas rebeldes, ocupó la capital y obligó a huir al presidente François Bozizé. Allí culminó la desintegración de un país. «Las instituciones se deshicieron y la sociedad civil fue víctima del fenómeno. A partir de ahí su papel ha quedado muy disminuido y no han podido influir en su futuro». A los invasores, miembros de la minoría de confesión islámica, menos de un 20% del total, se les acusó de todo tipo de desmanes contra los civiles, mayoritariamente cristianos, en una atmósfera de absoluta impunidad.

El poder de sus armas parecía retar al de los números y fracasaron. Las masacres fueron respondidas con la creación de las milicias anti-balaka, de base cristiana y animista, que combatieron a los ocupantes con tanta o más crueldad y provocaron su repliegue. La venganza se guió por criterios de fe. El vecindario musulmán de Bangui sufrió el ánimo de revancha, con pillajes, muertes y una puesta en escena brutal que incitaba a la limpieza religiosa. Los asesinatos indiscriminados culminaban con desmembramientos y actos de canibalismo. Decenas de miles de personas huyeron hacia el norte, a Chad. «Antes, los que permanecieron no podían salir de su barrio, pero hoy se les puede ver por toda la ciudad», explica el cooperante.

La ONU y el Elíseo

Francia y la Unión Europea impulsaron un proceso de diálogo en un país hecho jirones. Los anti-balaka aún controlaban el oeste y el sur, mientras que las fuerzas que habían creado Séléka dominaban el norte y este. La ONU creó una misión militar específica, la Minusca, que contribuyó a crear cierta atmosfera de estabilidad y el Elíseo envió efectivos encuadrados en la denominada Operación Sangaris.

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Un soldado apuñala el cadáver de un adolescente que fue acusado de pertenecer a un grupo insurgente REUTERS

El acuerdo de paz llegó en 2014 y un año más tarde, Touadéra venció en unos comicios que debían iniciar el camino de la reconciliación y el regreso de más de un millón de desplazados, casi el 20% de la población total, el mayor porcentaje en todo el planeta. Había cláusulas que garantizaban la falta de castigo para los culpables. «Una de las condiciones firmadas era la inclusión como consejeros militares a elementos de los 24 grupos que firmaron el compromiso».

Pero la reunificación no llegó y la convocatoria del pasado diciembre, interpretada como la culminación del proceso de transición, fue el detonante de una nueva crisis. El depuesto Bozizé, origen del caos, quiso participar en el pulso electoral, pero el Tribunal de Justicia se opuso. El dirigente respondió con la creación de la Coalición de Patriotas por el Cambio (CPC), una nueva alianza que, curiosamente, reunió contra la autoridad a los antiguos enemigos, los ex Séléka y anti-balaka, musulmanes y cristianos, aquellos que se habían repartido el territorio y que, tras los acuerdos de paz, habían accedido al gobierno al que, ahora, combatían. Bozizé los azuzaba contra Touadéra, que había sido su primer ministro, el hombre de máxima confianza.

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¿Cómo era posible que los rivales a muerte combatieran ahora juntos? «Esto demuestra que el problema no era un conflicto religioso, sino una lucha de intereses, una pugna por los recursos naturales», advierte el cooperante. La República Centroafricana es uno de los principales productores de oro, diamantes y uranio. El actual clima bélico parece alentado por el despechado dirigente, frustrado en su intento de recuperar el poder. «Se levantó porque decía que los resultados habían sido manipulados. Ahora bien, la alianza contra natura tan sólo demuestra que no existe ninguna visión política».

Los datos

  • 2,8 millones de centroafricanos, más del 50% de la población, necesita ayuda humanitaria y protección, según los datos que manejan las organizaciones de ayuda que trabajan en la zona.

  • 240.000 personas se han visto desplazadas en el interior del país por la ofensiva rebelde que se desató a finales del pasado mes de diciembre tras las elecciones que ganó Faustin Archange Touadéra.

  • 44 son los grupos armados que hay en estos momentos actuando de forma impune en el interior del país, incluidas milicias sudanesas que han ocupado el extremo nororiental de la república.

La ofensiva no consiguió ocupar la ciudad, pero la condenaron al hambre tras hacerse con la carretera que la une con Camerún, de donde llegan los suministros de alimentos y medicinas. El precio de la harina llegó a superar los 80 euros en Bangui, y la situación era mucho peor en las provincias. Decenas de miles de nativos huían de sus casas y se refugiaban en las iglesias o al abrigo de las bases de la Minusca. El aislamiento se agudizó en un país carente de infraestructuras viarias y las organizaciones humanitarias han recurrido a helicópteros para socorrer a las víctimas, proporcionar víveres y crear refugios y letrinas de emergencia.

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El imperio de Bokassa

La capital de un imperio efímero, aquel que proclamó Jean Bedel Bokassa hace 45 años, espera tiempos mejores ahora que ha recuperado su vínculo con el mundo. Pero las incógnitas superan ampliamente a las realidades de esta república fantasmagórica situada en el corazón del continente. Los rebeldes del CPC fueron repelidos por el Ejército, la Minusca, tropas ruandesas y los mercenarios rusos de la compañía Wagner. ¿Qué rol juegan estas fuerzas extranjeras? «Es la pregunta del millón», apunta Puig. Cuando Francia sacó a la Sangaris, Rusia aprovechó para enviar instructores con el visto bueno del Consejo de Seguridad. «Detrás siempre está el interés por explotar las minas».

Más allá de Bangui hay carreteras de tierra, el 72% de su infraestructura hospitalaria destruida y muchos problemas. «Nosotros tenemos que tratar con las guerrillas para implementar proyectos», confiesa. «Ellos administran vastas zonas, cobran los impuestos e imparten su justicia». Las milicias se aprovechan de ancestrales conflictos, como el que enfrenta a los nómadas ganaderos y los sedentarios agricultores. El cambio climático impele a recorridos más largos, a avanzar más hacia el sur en busca de agua y pastos suficientes. Las vacas invaden cultivos y son apresadas por las autodefensas locales. La disputa suele resolverse a tiros. «No hay una administración que dirima estas diferencias y los grupos armados se benefician».

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El gobierno recaba ayuda internacional para sobrevivir, mientras que la organización regional Cedeao, más pragmática, ha iniciado conversaciones con el hijo del omnipresente Bozizé para, tal vez, urdir otro acuerdo de paz más. República Centroafricana lleva camino de convertirse en uno de esos estados fallidos, objeto de periódicas conferencias y operaciones de rescate, escenario de súbitos estallidos de violencia que ya no atraen a los medios de comunicación, otra pieza más que cae en el sumidero geopolítico. «Espero que no sea un proceso irreversible, pero va a costar», admite el cooperante.

Nadie tiene las manos limpias en Bangui

El banquillo ha unido los destinos de Alfred Yekatom, alias 'Rambo', y Patrice Edouard Ngaissona, dos destacados líderes 'anti-balaka'. El primero llegó a ser Jefe de las Fuerzas Armadas y el segundo ostentó el cargo de Coordinador Nacional de esta milicia que combatió a los musulmanes de Séléka. Ambos han acabado en una celda del Tribunal Penal Internacional acusados de la comisión de crímenes de guerra y lesa humanidad.

Su juicio comenzó hace un mes y el sumario expone todo tipo de atentados contra los derechos humanos, como el asesinato, la mutilación, la deportación o el alistamiento de menores de 15 años.

El escenario político de Bangui sobrepasa a cualquier enrevesada trama de novela policíaca. La ONG The Sentry, impulsada por el actor George Clooney, ha difundido un informe en el que califica la ex colonia francesa como un 'Estado presa' en el que no hay buenos ni malos, sino tan sólo sujetos corruptos camuflados bajo siglas rimbombantes o el paraguas de la Administración. El análisis asegura que toda la clase dirigente está imbuida por un similar espíritu depredador.

La entidad afirma que Touadéra y los rebeldes están implicados en el saqueo de las riquezas mineras, el lavado de dinero negro, la venta de pasaportes diplomáticos y el tráfico de drogas y armas.

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