La ONG británica Mary's Meals, Premio Princesa de Asturias de la Concordia

Este incansable trabajo de ayuda a los demás comenzó hace ya tiempo, a inicios de los años noventa, cuando Magnus MacFarlane-Barrow y su hermano Fergus vieron la guerra de Bosnia por la televisión. Sentados en un pub, sintieron la necesidad de ayudar de alguna manera a todas esas personas que estaban sufriendo y pusieron en marcha una campaña a nivel local para recoger comida, medicinas, ropa y dinero para las víctimas del conflicto armado. Y solo unas semanas después, con todo lo que habían conseguido, se unieron a un convoy de ayuda humanitaria para llevar a su destino estas donaciones.

Al regresar de aquel viaje, ellos pensaban que su aventura había acabado, pero las donaciones habían seguido llegando a casa de sus padres y Magnus entonces decidió tomarse un año sabático para poder transportar todos estos productos de nuevo a Bosnia. Estaba abrumado por la generosidad de sus vecinos y fundó la organización benéfica Scottish International Relief (SIR) para poder seguir adelante con su labor.

Pero aquello no se quedó solo en un movimiento local y siguió creciendo a buen ritmo, hasta tal punto que pronto la asociación empezó a construir hogares en Rumanía para niños abandonados, a ayudar a que muchos refugiados pudiesen volver a Liberia y a continuar también con la ayuda a Croacia y a Bosnia.

Algunos años después, hubo otro punto de inflexión. Se produjo cuando Magnus conoció a Emma, en un momento en que la SIR intentaba paliar el hambre en Malawi. Esta mujer se estaba muriendo por culpa del sida, rodeada de sus seis hijos y Magnus, impactado por lo que veía, le preguntó al mayor de estos niños qué le gustaría hacer en el futuro y este dijo que «tener suficiente comida y un día ir al colegio». Estas palabras lo removieron e impulsaron la fundación de Mary's Meals, con el objetivo de dar una comida diaria a niños con hambruna crónica.

En 2022 ya eran 2.429.182 los pequeños que se alimentaban gracias a esta ONG que ya ha alcanzado rincones de África, Asia, el Caribe, Europa del este y Sudamérica y que, además, apoya a un hogar en Rumanía para jóvenes con VIH que fueron abandonados de niños.

Desde la asociación, con todo ese trabajo altruista a sus espaldas, creen firmemente que algún día estos niños serán adultos «bien alimentados, educados y que sacarán a su comunidad de la pobreza, dejando de depender de la ayuda. Los llamamos la Generación de la Esperanza». Confían en el mañana y, por eso, Magnus tiene claro que el proyecto que él fundó «es el conjunto de muchos pequeños actos de amor. Si ponemos juntos todos esos actos de sacrificio, se crea algo precioso», que merece el Premio Princesa de la Concordia.