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Cortes en las carreteras de Panamá. A la derecha, Laura Valdés. BC
Odisea de una burgalesa en las revueltas de Panamá: «No teníamos cómo salir del país»

Odisea de una burgalesa en las revueltas de Panamá: «No teníamos cómo salir del país»

Laura Valdés tuvo que cambiar su itinerario por las manifestaciones contra la mayor mina a cielo abierto de Centroamérica. En Panamá no quedaba casi gasolina y fue testigo de numerosos cortes de tráfico en las carreteras

Domingo, 26 de noviembre 2023, 09:05

Laura Valdés inició su viaje a Amércia Latina en septiembre de este año. Llegó allí para hacer parte de su MIR en Uruguay, un mes concretamente, pero ha aprovechado y ha hecho turismo por Argentina. Dos meses más tarde, su aventura continuaba en Panamá, donde, ... junto a unas amigas, ha sido testigo directo de unas protestas salvajes.

Estas manifestaciones comenzaban el viernes 27 de octubre, cuando el presidente de Panamá, Laurentino Cortizo, firmaba un contrato de concesión de 20 años prorrogables a Minera Panamá, la empresa que explota la mayor mina de cobre a cielo abierto de Centroamérica. Una decisión que no gustaba a la sociedad panameña y que cambiaría radicalmente el viaje de Valdés, asturiana pero con ascendencia burgalesa, y sus amigas.

Ellas llegaron el sábado 28 de octubre a Ciudad de Panamá, la capital del país. Nada más aterrizar, Valdés y otra amiga intentaron alquilar un coche, pero les recomendaron no hacerlo «porque no había combustible» disponible. Por tanto, utilizaron el metro para llegar hasta su hostel. «Allí nos encontramos la primera manifestación», señala Valdés. Estas se habían organizado a sólo unas calles de su alojamiento.

Desde el propio hostel les dijeron que la situación se estaba poniendo «fea». «Nos empezamos a agobiar un poco porque no teníamos cómo salir de Panamá, ni qué hacer ni sabíamos si eso iba a ir a peor o a mejor», recuerda Valdés. Sin embargo, esperaron esa noche porque al día siguiente se unía a ellas otra tercera amiga y compañera de viaje.

El domingo el agobio creció más: «Veíamos que no teníamos opciones, que cada vez había más cortes y que no abrían a ninguna hora del día», comenta Valdés, a pesar de que previamente les habían informado que de madrugada se relajaban las protestas. Finalmente, descartaron alquilar el coche.

Por la tarde, las tres amigas vieron muchos policías en la parte vieja de la ciudad e iniciaron su camino hasta el Canal de Panamá en autobús. Sin embargo, al volver «no había autobuses» y tampoco querían subir a los taxis amarillos porque algunos «estaban cobrando de más o incluso robando». Comenzaron su viaje de vuelta al centro a pie, dado que los vehículos de transporte con conductor tampoco llegaban. Finalmente, un autobusero les acercó gratis «hasta donde pudo, porque ya empezaban las protestas fuertes y no se podía pasar».

Cambio de planes para huir de los cortes y las protestas

Ese mismo domingo por la noche, las amigas decidieron cambiar sus planes y comprar «un vuelo para el día siguiente hasta David -otra ciudad panameña- sin saber muy bien qué íbamos a hacer después. Nosotras sólo queríamos salir», confiesa Valdés. Así que fueron hasta el aeropuerto en vehículo con conductor de madrugada, cuando los cortes habían cesado.

Durante el vuelo, las tres amigas se encontraron a otras tres jóvenes españolas en su misma situación. Ellas les dieron la idea de contratar otro vehículo con conductor que les acercara a Boca Chica. Yendo siete personas en un coche, incluido el conductor, las viajeras llegaron hasta un corte de carretera.

Como los coches no podían atravesar ese pasaje, ahí se apearon los siete y cogieron sus mochilas para llegar a otro vehículo más grande que les dejó en David. Emprendieron el camino de nuevo y llegaron a otro corte. «Ahí cargamos las mochilas y caminamos unos diez minutos a través de los restos de los cortes del día anterior. Todavía había brasas y estaban preparando los neumáticos para quemar» posteriormente, relata Valdés.

Los protestantes también habían dejado alambres por el suelo, por lo que caminar era «un poco difícil». Cruzaron el corte y cogieron otra furgoneta, puesto que su conductor había dado agua a los manifestantes para poder pasar. Así pasaron otros dos cortes, hasta Boca Chica, donde una barca les llevó a una isla más tranquila.

«No hay gasolina, queda algo de diésel», señalaba Valdés acerca de lo que recordaba sobre su viaje, esta vez a su paso por la provincia de Chiriquí. Desde ahí partieron el 1 de noviembre en lancha hasta Boquete, donde volvieron a pasar por varios cortes a pie por las piedras y los palos sobre la carretera. Había también camiones parados que ocupaban como dos kilómetros de un carrril.

Cortes y gasolineras sin combustible en Panamá. BC

«Allí la gente orina, se lava en el río, come, cocina...», todos esperando a que las protestas cesaran en un país paralizado. Las tres viajeras españolas también secaron su ropa al sol, compraron agua y se sentaron a ver el tiempo pasar. Dos días más tarde, el viernes 3 de noviembre, Valdés y sus amigas hicieron «la huida al último destino».

Once personas se subieron a una furgoneta para salir a Bocas del Toro, al sur de la isla de Colón. De nuevo volvieron a encontrarse un «corte indígena» que pasaron a pie y en otro les dejaron pasar porque el conductor conocía a los indígenas. Otro corte más y luego, en furgoneta, hasta otro pueblo. En total, un viaje de cinco horas se tornó en diez.

Carreteras cortadas por la huelga en Panamá. BC

En esa isla sólo quedaba gasolina para tres días, de hecho, después su barco «se quedó sin gasolina a mitad de camino», aunque por suerte tenía un segundo tanque. A pesar de los inconvenientes, Laura Valdés y sus compañeras terminaron un viaje improvisado contentas y exhaustas tras tantas aventuras.

Al volver a España, si Valdés echa la vista atrás considera que su viaje a Panamá ha sido «diferente». Recalca que cambiaron «todo el itinerario», aunque no perdieron días como tal y sus destinos no fueron los planeados. La médico también destaca que ha tenido «suerte» al viajar con amigas que se adaptan a todo; e incluso conocer amistades nuevas. «Hemos disfrutado de la aventura al final».

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