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Azahara Villacorta y Samantha Acosta
Gijón
Jueves, 11 de mayo 2023, 00:50
Entre los doce y los quince años, Javi –«un niño superpequeño y superdelgado»– sufrió «la violencia física y psicológica del típico grupo de matones» cada vez que iba al colegio mientras que el resto de sus compañeros callaba, «porque ¿quién va a querer ponerse de lado de un pobre desgraciado en una edad en la que buscamos desesperadamente integrarnos?». Un infierno en el que todo guardaba una macabra «jerarquía»: «Están los ideólogos, que suelen ser los que tienen peor baba.
Después, están los que ejercen la fuerza bruta. Y luego está un montón de gente cómplice con los agresores, que callan porque acercarse al paria y exhibir complicidad con él puede ser peligroso». Y, en el fondo del pozo, él, «un ratón de biblioteca» aterrado. Un niño con altas capacidades que «odiaba los lunes, porque suponían volver al matadero». Siempre también en silencio, porque «no hay nada más vergonzoso para un chaval de esa edad que decirle a sus padres: 'Oye, ¿sabéis que me están dando palizas día sí y día también?'», recuerda hoy, convertido en Javier G. Recuenco, empresario madrileño con negocios y «un montón de amigos en Asturias» que, a sus 52, sigue arrastrando las secuelas de aquellos días infaustos en los que muchas veces tuvo pensamientos suicidas.
«Esto no es algo que te puedas quitar de encima como quien se da una ducha y se va. Cuando te sientes tan humillado, te despiertas muchas noches acordándote de ello. Es un trauma que llevas encima toda la vida y ahora, para lo bueno y para lo malo, soy producto de todo aquello», relata quien se sintió abandonado incluso por el centro escolar que debía velar por su bienestar.«En el fondo, todo el mundo conocía el paño, pero todo el mundo desviaba la mirada. En general, los colegios tapan todas estas cosas que a nadie le interesa que salgan a la luz. Y menos, en los ochenta, cuando ni siquiera se hablaba de bullying».
pero puede llegar
a dilatarse hasta
los 18 y 20 años
EL BULLYING
suele suceder
entre los
Pueden provocar agresiones
ocasionales leves
hasta el 45%
años
Agresores
severos:
2 - 12%
Bullying
masculino
Sufren o han
sufrido bullying
2 - 16% de
los niños y jóvenes
Suelen emplear más
la violencia física
Bullying
femenino
Suelen hacerlo de
formas ‘indirectas’
(murmuración /
difamación)
Reconocen haber sufrido algún episodio de
violencia leve hasta el 80%
FUENTE: Informe ‘Bullying y ciberbullying’ del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos
pero puede llegar
a dilatarse hasta
los 18 y 20 años
EL BULLYING
suele suceder
entre los
Bullying
masculino
Pueden provocar
agresiones ocasionales
leves hasta el 45%
años
Suelen emplear más
la violencia física
Agresores
severos:
2 - 12%
Sufren o han
sufrido bullying
2 - 16% de
los niños y jóvenes
Bullying
femenino
Reconocen haber sufrido
algún episodio de violencia leve
hasta el 80%
Suelen hacerlo de
formas ‘indirectas’
(murmuración /
difamación)
FUENTE: Informe ‘Bullying y ciberbullying’ del Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos
Algo ha cambiado desde entonces en un país en el que uno de cada diez alumnos de Primaria asegura que sufre o ha sufrido acoso escolar, según indica el primer chequeo sobre el clima general de convivencia en las aulas españolas impulsado por el Ministerio de Educación en muchos años, cuya publicación coincide con la consternación desatada por el suicidio de Claudia, víctima de esta lacra en Gijón.
En este trabajo de más de trescientas páginas dirigido por un equipo de expertos de la Universidad de Alcalá, el porcentaje de víctimas coincide con el poco más de 10,5% de alumnos que dice haber sido testigo del acoso a otros compañeros y es coherente con el 7,7% de padres que sabe o está convencido de que su hijo está siendo insultado, vejado o atacado por otros alumnos. La proporción tampoco desentona con el 4,5% de estudiantes de Primaria que confiesa a los investigadores que, en alguna ocasión, ha acosado a alguno de sus compañeros.
Los expertos subrayan que se trata de una cifra «suficientemente relevante» –equivaldría a unos 200.000 escolares acosados– como para que los centros «revisen» el abordaje que están dando a las situaciones de acoso.
Víctima
El documento destaca, además, el importante papel que deben jugar los profesores y el círculo más cercano de compañeros a la hora de minimizar o terminar con el acoso. Un punto en el que también pone el acento la abogada especializada en derechos de la infancia Ruth Miranda, que además ofrece formación al profesorado: «Yo siempre les digo que ejercen la profesión más importante, porque tienen la llave para saber qué está pasando antes de nadie. Hay que tener en cuenta que hablamos de preadolescentes que están buscando referentes y, si logramos establecer una buena relación con ellos, pueden encontrar en nosotros una salida». Así que su recomendación es muy clara: «Sé que tienen una gran carga de trabajo, pero hay que buscar un rato para mirarles a los ojos todos los días y, cuando se detecta algo, comunicárselo a los familiares. Y, en ese sentido, el recreo es muy importante, porque es donde mejor se detecta cómo se relacionan entre ellos».
Miranda defiende que es hora de enfrentar este problema «multiplicado por las redes sociales» sin medias tintas, «como se ha conseguido hacer ya con la violencia de género». De «romper con el silencio» que todavía envuelve a muchos de estos casos, porque «en una sociedad tan individualista y tan frenética estamos demasiados acostumbrados a mirar hacia otro lado». Y recuerda que «hablamos de menores y los acosadores también son víctimas. Algo está fallando con ellos y hay que darles herramientas. Porque, además, si la víctima ve que no se trabaja con el agresor, se va a sentir desprotegida».
Acosador
También en la capital importancia de la prevención incide Beatriz García, orientadora en el Colegio Loyola de Oviedo, donde trabajan en este sentido desde Infantil, con un programa de inteligencia emocional. Aunque esta educadora aprecia grietas en el sistema: «Por ejemplo, habría que reforzar el establecimiento de programas de prevención que incluyeran a las familias y que potenciasen la mediación, además de dotar de más recursos a los centros si hablamos del perfil del orientador o el coordinador de bienestar y abrir mayores cauces de coordinación con los servicios de salud mental».
Teresa Bobes, psicóloga del Servicio de Salud del Principado de Asturias y profesora asociada de la Universidad de Oviedo, lo entiende igual y subraya «la relevancia del papel de los observadores neutros. Es decir, de todos aquellos jóvenes y adultos que presencian dicha violencia y, aunque no ejercen la agresión activamente, tampoco la impiden o la propagan. Con estas terceras personas es con las que hay que trabajar, porque tienen el poder de modificar la situación». Urge –sostiene– «tener los ojos bien abiertos e involucrarnos en el sufrimiento ajeno». Porque, como recuerda Luis Jiménez, presidente de la Sociedad Asturiana de Psiquiatría y también profesor asociado de la Universidad, «nadie está libre» de esta lacra y «cualquier niño puede ser víctima y acosador».
Javier G. Recuenco dejó de recibir palizas cuando su cuerpo «empezó a responder» y «dejaron de oler su miedo».«Crecí de golpe quince centímetros y comenzaron a volar las hostias, pero no recomiendo a nadie mi camino personal:comerse todo esto solo. Hay que pedir ayuda a alguien de tu entorno –por ejemplo, a alguien adulto que haya pasado por lo mismo–, porque puedes sobrevivir o quedarte en cualquier curva como le pasó a Claudia».
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