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No corren buenos tiempos para la lírica, como diría aquel. La covid nos ha golpeado con saña y se ha llevado por delante la normalidad. La tan añorada vieja normalidad. Una vieja normalidad en la que, en mayor o menor medida, la música ocupaba un ... espacio propio que hoy se encuentra, cuanto menos, diluido. Y es que, las restricciones decretadas por las administraciones han obligado a suspender cientos de propuestas de las que depende directamente un sector económico.
Quizá, las cancelaciones más sonadas en la provincia fueron las de Ebrovision y, sobre todo Sonorama. Los organizadores del festival mirandés, previsto para principios de septiembre, decidieron tomar el toro por los cuernos y varios meses antes asumieron la necesidad de aplazar la celebración de su vigésima edición. Algo más tardaron en decidirse los organizadores del Sonorama, referente indiscutible de la música independiente y motor económico clave en el estío ribereño.
Pero las cancelaciones de ambos festivales no han sido las únicas, ni mucho menos. De hecho, no son sino la punta del iceberg. También se suspendió la celebración del Tribu, así como multitud de festivales veraniegos de la provincia, amén de verbenas y un sinfín de conciertos a lo largo y ancho del territorio burgalés.
Su lugar lo han ido ocupando otras propuestas de menor formato, tanto en exterior como en interior, celebradas con una miríada de restricciones que han obligado a replantear la programación de arriba a abajo y que han provocado una tremenda crisis en el sector.
Quizá, los más afectados sean los propios músicos, que han visto cómo su actividad se reducía a la mínima expresión. Así lo reconoce el burgalés Iván Casado, más conocido como Pure Hemp. Y eso que en su caso, está acostumbrado a las actuaciones de pequeño y mediano formato. «La situación está complicada. Desde marzo se me han caído varios eventos más o menos importantes», y sin taquilla, no se pagan las facturas.
Eso sí, en su caso, el músico burgalés, dedicado a la electrónica, ha ido recuperando el pulso, aunque sea de manera muy tímida, con algunas actuaciones para un puñado de espectadores en el Espacio Tangente o en el MEH. Lo bueno, asegura, es que durante estos meses de parón ha compuesto «material para siete u ocho álbumes». Lo malo es que no tiene ocasión de mostrar ese material en directo, lo cual, añade, es una «incoherencia», ya que muchas de las restricciones aplicadas sobre la música en directo no se aplican a otros sectores.
La otra pata de la música en directo, la de los promotores, también está sufriendo la situación. Así lo reconoce Óscar Martínez, responsable de Cultura de la Fundación Caja de Burgos, una de las entidades privadas que más actividades programa en la provincia a lo largo del año. En su caso, la covid ha impedido la celebración de la práctica totalidad de los eventos de gran formato, los cuales se han suspendido o, en el mejor de los casos, aplazados. De hecho, explica, los últimos conciertos se han pospuesto con la vista puesta ya en «otoño de 2021».
A la vista de la situación, la fundación ha debido reinventar su programación, adaptando el formato de los conciertos a un aforo más limitado, que ronda el 25% del aforo total de sus salas. En ese punto, Martínez coincide plenamente con Casado. «No me atrevo a decir que la cultura esté siendo maltratada, pero sí que echamos en falta cierta coherencia» a la hora de aplicar restricciones. No en vano, subraya, programar actuaciones en estas condiciones supone un «esfuerzo económico impresionante», ya que la taquilla apenas cubre «el 15% o 20% del coste de organización».
Una situación que, en todo caso, la fundación es capaz de asumir dada la capacidad económica de que dispone. Una capacidad económica que, ni por asomo, comparten otros colectivos en la ciudad. Ese es el caso de Acción Musical Burgos, que desde que se declaró el estado de alarma a mediados de marzo se ha visto obligada a cancelar la totalidad de su programación. No una parte. Toda.
Su portavoz, Emilio Miguel, reconoce que la situación es, cuanto menos, «incierta». Y es que, a la vista de todas las dudas y restricciones generadas por la covid, no tiene pinta de que a corto plazo se retome la actividad habitual de una asociación sin ánimo de lucro que «bastante tiene con no perder dinero» organizando citas musicales. «A ver qué se puede hacer dentro de unos meses, pero ahora mismo, no podemos hacer nada. Normalmente trabajamos al límite y con restricciones de aforo es inviable» traer a músicos a las diferentes salas con las que habitualmente trabaja la asociación, lamenta Miguel.
Esa paralización de los espectáculos ha afectado de lleno también a las empresas dedicadas al alquiler de equipos, que, sobre todo en verano, mantienen mucha actividad. Ese es el caso de Luber, una de las tiendas de instrumentos con más arraigo en la ciudad. Su gerente, Lucio Ubierna, lamenta la situación. «El alquiler de equipos se ha paralizado. Nos ha hecho mucho daño este verano».
Además, añade Ubierna, el sector ya atravesaba «un mal momento» antes de la pandemia, y la covid no ha hecho sino empeorar la situación. De hecho, otra de las partes del negocio de Luber, como es la venta directa de instrumentos, también se ha resentido. «Cuando pudimos abrir, la afluencia de clientes fue muy baja», y aunque «ha ido creciendo poco a poco», lo cierto es que todavía no se ha recuperado del todo. «En estos momentos del año, con el comienzo del curso, vendíamos muchos instrumentos para niños, pero este año no», asegura al tiempo que lamenta la «falta de cultura de comercio local».
Muy diferente, sin embargo, es la situación que se está viviendo en Dr. Music, otra de las referencias musicales de la ciudad. En su caso, la pandemia les obligó a bajar la persiana y a profundizar en otros frentes. Y no les ha ido mal. De hecho, el gerente de la tienda, Joaquín García, reconoce que «julio ha sido el mejor mes desde que abrimos hace más de 20 años». Su secreto, explica, reside en el comercio online. Desde hace más de 15 años, Dr. Bass, la principal división de la empresa y una de las tiendas de bajos más reconocida en España, comercializa sus productos a través de internet y cuentan con clientes de «todo el mundo».
Esa circunstancia, asegura, ha permitido mantener la facturación. De hecho, durante estos meses no sólo han vendido bajos, también se han realizado multitud de envíos de otros instrumentos y equipos de sonido aprovechando la experiencia de Dr. Bass. «El home studio ha sido la estrella sin duda. Hemos tenido que reponer el stock tres veces» para vender online, en algunos casos, para clientes de Burgos que no querían acercarse a la tienda por temor a un eventual contagio. Esa, quizá, es la consecuencia más evidente del impacto de la pandemia. La tienda física recibe ahora menos visitas, a pesar de que «siempre es mejor probar un instrumento, sentirlo», subraya.
En todo caso, la conclusión de García es obvia. Hay que apostar por el mercado online manteniendo la «atención personal y profesional». Esa, de hecho, también es la receta que han aplicado las academias musicales en los últimos meses. En su caso, el confinamiento les pilló fuera de juego, como a buena parte de los sectores productivos, y en un tiempo récord hubo que reinventar la docencia, aplicando soluciones tecnológicas. Así lo explican Eva Tubilleja, de Academia Luber, y Vanesa Mediavilla, de Escuela de Música y Danza Ritmo, que destacan los esfuerzos desarrollados durante las primeras semanas de la crisis sanitaria por implementar la docencia online.
«No estábamos preparados», pero se articularon medidas de urgencia para no perder alumnos, explica Tubilleja. Así, en cuestión de días se implantó la docencia online para aquellos alumnos que lo quisieron. «No es lo ideal, ya que la docencia presencial es muy importante, pero nos permitió seguir dando clases» y, sobre todo, «no cerrar», añade.
En este sentido, Mediavilla puntualiza que «no es lo mismo» la docencia para niños de tres años que para adolescentes o adultos. Sin embargo, y a pesar de que muchos grupos acabaron cancelándose, la actividad siguió, a menudo a través de vídeos y Whatsapp.
Todo cambió, no obstante a medida que fue avanzando la desescalada. En ambos casos, en cuanto se pudo volver a las aulas con todas las restricciones y medidas exigidas, se volvió. En el caso de la Escuela Ritmo, incluso, se llevaron a cabo campamentos de verano. Y es que, según apuntan Mediavilla y Tubilleja, a pesar de las «dudas» y el «miedo» de los padres, «la gente tiene ganas de volver a la normalidad». Es más, Mediavilla reconoce que durante la apertura de matrículas se han registrado muchos nuevos estudiantes, que llegan a la escuela al no haber extraescolares.
En todo caso, tanto músicos, como promotores, profesionales de la venta y academias coinciden: la covid-19 ha provocado un cambio radical de escenario para el sector de la música. Un cambio que, en algunos casos, tiene pinta de haber llegado para quedarse. El objetivo, sea como fuere, es claro: que la música siga sonando.
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