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Los delitos de odio se han cobrado 32 víctimas mortales en España entre 2015 y 2020, según el informe 'Cartografía del odio', editado por el Parlamento Europeo. Los ataques estuvieron motivados por la orientación sexual, la raza, la pobreza, las ideas políticas o la religión ... de la víctima. Pero las estadísticas oficiales reducen la cifra a cinco casos. «Son fenómenos infradenunciados y en la punta del iceberg están los incidentes que terminan en muerte, ya sea porque la víctima se suicida o porque son homicidios», explica la eurodiputada Maite Pagazaurtundúa (Hernani, 56 años), coordinadora de la investigación basada en datos oficiales y de la sociedad civil. «Para hallar delitos de odio hay que ponerse las gafas de ver, y que no pasen por delitos comunes. Un 25% de los incidentes son agresiones físicas».
En un momento en que las instituciones europeas consideran aumentar la gravedad de los delitos de odio, esta investigación pretende crear un contexto irrefutable para la discusión. En España se registran casi 4.000 casos, según la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). La mitad por racismo y xenofobia y un 23% por la orientación sexual. Una décima parte de las agresiones sucedieron contra personas con discapacidad.
–¿De dónde nace el odio?
–Tiene una fuente dentro de los seres humanos, en el deseo de dominio y en la voluntad. Aquellos depredadores y que no controlan sus impulsos entran en una situación de hostilidad ante diferencias tan absurdas como el color de piel o la clase social. Puede llegar incluso a la violencia por cosas peregrinas. Cuando hay motivación de tipo social, como en el racismo o la homofobia, el acosador se siente víctima. Es importante aprender de este fenómeno para no banalizarlo.
–Se practica la estrategia de convertir en colectivos deshumanizados a las personas que se quiere a agredir.
–No es nuevo en la historia, y en algunos casos se hace a la vieja usanza, pero también ahora hay una industria en internet que polariza las sociedades y debilita la democracia, con injerencia extranjera.
–¿Qué ha cambiado en estos últimos cinco años?
–Se han normalizando la desinformación y los discursos de desprecio, hostilidad y cosificación. Las palabras sirven para intoxicar las mentes y hacer que se pase a mayores. Si perdemos la idea de que tenemos que convivir los distintos, ponemos en peligro las democracias. Hemos visto también que hay un incremento de los delitos del odio por motivos religiosos.
–¿Qué es primero, el discurso o la agresión? ¿El golpe o la palabra?
–Primero viene el lenguaje. La creación del enemigo es algo fundamentalmente lingüístico. Un proceso que hace que no cause repulsa, entre los que comparten ese prejuicio, lo que le suceda a las personas que pertenecen a ese colectivo que se ha determinado inferior.
–¿Se puede identificar quién está detrás del relato del odio?
–Sí. En el fenómeno de plataformas dañosas y anónimas se identifica a rusos, iraníes, venezolanos. Los extremismos usan las mismas técnicas y tienen un elemento en común: que no les gusta la democracia, el Estado de derecho y la pluralidad ideológica.
–¿La instigación al odio es parte de la política española?
–Lo que tenemos es una enorme sensibilidad frente a los delitos de odio, terminen o no en muerte. Algo que puede ser negativo cuando se convierte en polarización política. Tenemos muchos años de hostilidad por motivos ideológicos, especialmente en Cataluña y el País Vasco. Además hay movimientos populistas muy deslenguados. Todos los polos se van alimentando. La intolerancia política es mayor en número en España que en otros países europeos.
–¿Qué errores se cometen al tratar de neutralizar el odio?
–Hay que tratar de no matar moscas a cañonazos. Cómo jugar con las discrepancias políticas, sin caer en la censura, pero impidiendo que intoxique. Un término medio debe hacerse con finura. No es lo mismo una retórica racista directa e incitadora a la violencia, que un elemento de confrontación política con elementos retóricos que sobrepasan los límites. Si a todo le aplicamos la máxima descalificación no hay manera de trabajar sobre las políticas públicas. En este estudio no hemos acusado a nadie, porque primero queremos exponer los elementos probatorios.
–¿De todos los casos estudiados hay alguno que le haya marcado más?
–Sí, el de un niño pequeño de origen árabe que se acercó a mirar a un bebé en un cochecito y el padre le dio una patada y lo lanzó por los aires. O unas niñas gitanas quemadas vivas en una caravana. Ambos casos en Italia. También otros incendios en Alemania. A los refugiados se les puede acoger o no según las leyes, pero no se les puede atacar. Son los casos que más me han conmovido.
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