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Arturo Checa
Valencia
Miércoles, 30 de octubre 2024, 10:12
Mustaf mira con una mezcla de melancolía e incomprensión una de las dos canastas que preside la cancha del complejo deportivo de la Petxina de Valencia. «Pues no me he echo yo mates en esos aros. Ahora ya estoy mayor». lo dice mientras se sacude el barro que aún tiñe de marrón sus pantalones de chandal. Se acurruca de nuevo bajo una sábana en la que puede leerse 'Hospital General Universitario'. Y trata de conciliar el sueño de nuevo sobre el frío parquet.
Fuera hay sombras que dialogan en los bancos del recinto. A oscuras. Pequeños haces de luz rojos de los pitillos que algunos apuran en la negrura del patio. El arrastrar de una maleta de un afortunado que ha podido coger algo más que otros al salir de casa. Es la noche más larga en el complejo deportivo de la Petxina. Uno de los dos recintos habilitados por el Ayuntamiento de Valencia para acoger a los cientos de rescatados del área metropolitana de Valencia tras el voraz avance de la crecida de las aguas tras el diluvio en el interior de la provincia.
A las puertas chirrían los frenos de un autobús de la EMT. 'Servicio especial', puede leerse en cartel. La empresa municipal también se ha volcado en la ayuda a los afectados. Como los trabajadores de la Sociedad de Agricultores de la Vega (SAV). Basureros convertidos en héroes. «¡Mira, ahora me suena la alarma para levantarme e ir a trabajar, no te fastidia!», ríe una de las empleadas municipales que espera junto a la entrada de la Petxina.
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Del autocar baja una riada de gente. Unas 300 personas se albergan ya en el complejo deportivo, estos días cerrado por reformas. La asistencia también se repite en la Alquería del Basket, cedido por el Valencia Basket. Cerca de medio millar de evacuados en total, según el Ayuntamiento. «Vamos a subir a la planta de arriba. Allí tenemos agua, café, zumos y caldo caliente». Un miembro de Cruz Roja recibe a los recién llegados en la Petxina. Alguno de los desplazados, hasta en pijama.
Detrás de una de las redes que protege las porterías en las que se juega al balonmano y al fútbol sala tratan de dormir Mario, Aurelina y Luz. Estaban tranquilamente en Pinedo cuando les sorprendió el bando por la calle de la Policía Local. Evacuación preventiva por riesgo de crecida del Turia. «Hemos salido con lo puesto, ni ropa. Apenas los pasaportes», explica la joven Luz. Mario mira confunddido tumbado en el suelo. Se acaba de despertar y no sabe bien si sigue en su hogar o dónde. Aurelina lo mira con cariño. «A ver si Dios quiere y volvemos pronto a casa».
Su historia es una de las menos dramáticas. Cristian sonríe sentado en uno de los banquillos deportivos. «No, no hemos pasado miedo. Ha sido lo siguiente: pánico». A su lado están Juani, vecina como él de Benetússer, y Ría, una joven que viajaba como ellos en un autobús. «Hasta que la crecida del río nos ha pillado de lleno».
Los tres recuerdan como transitaban por La Torre, una de de las zonas afectadas en Valencia por la riada del barranco del Poyo, y tuvieron que bajarse al no poder avanzar más el autocar. Y empezaron a andar. Con el agua por las rodillas. Y siguieron andando. Con el agua por la cintura. Y siguieron andando. Hasta que el agua se lo hacía imposible. «Entonces nos hemos refugiado en un banco porque el agua hacía un poco de recodo», señala el hombre, de origen francés.
El tiempo pasaba y el agua seguía subiendo. «Hemos estado cinco horas, con el agua prácticamente por el cuello», recuerda Juani. La mujer se ha temido lo peor. «Ni siquiera he tenido el valor de llamar a mi familia, así que no me saques en la foto porque aún ni lo saben«. Ría la escucha y sonríe mientras apura un vaso de Fanta naranja. »¡Qué guapa estás con esa falda! Ahora sí te ríes, eh, pero anda que no has llorado«, consuela con cariño Juani a la joven rescatada.
Mario y Rafa se cambian de camiseta bajo el larguero de la portería de la cancha. Las bolsas deportivas a sus pies los delatan. «Veníamos de jugar una partida de pádel en cancha cubierta. El agua nos ha pillado en la V-30. Y hasta ahí hemos llegado». Lo cuentan con una sonrisa que parece entremezclar temor e ironía. Ambos se cambian la ropa con la que han llegado empapados. «Hemos estado cuatro horas en la carretera. Al principio dentro del coche pero luego en el techo», explica uno de ellos. Hasta que se han decidido por empezar a andar. «La gente iba con las linternas de los móviles parando el tráfico que iba en sentido contrario y que aún avanzaba para poder salír de la V-30», recuerdan.
Al final fue un autobús de la EMT el que logró salvar el vado de agua y sacar de allí a la pareja de deportistas y a otros tantos conductores, todo lo que dio de si el autocar municipal.
La noche avanza en la Petxina y Mustaf no logra conciliar el sueño. Ni siquiera quiere dar detalles de cómo fue rescatado también en La Torre. «Salía de trabajar y no pude ni llegar a coger el autobús. Me dejaron subir al primer piso unos señores y al final nos han sacado a todos». Teme, como todos los valencianos, la llegada del nuevo día. La arribada de una luz que quizás le permita volver a casa pero que pondrá el foco sobre el drama, dolor y destrucción que ya anticipan las palabras del presidente Mazón: «Se han encontrado cuerpos sin vida».
Mustaf ya no mira la canasta. No deja de repasar uno tras otro las decenas de vídeos que le han llegado del día más triste en mucho tiempo en la Comunitat Valenciana. «Puf... Puf... Qué barbaridad, aquí va a haber muchos muertos...», masculla mientras observa las imágenes. Y trata de cerrar de nuevo los ojos en la noche más larga y dolorosa en la historia de la Petxina.
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