Al menor incidio de violencia, cortar por lo sano. No se debe de esperar, confiando en que sea un hecho aislado o que la agresividad de la pareja no vaya a más. El agresor siempre será capaz de dar un paso adelante, mientras la mujer ... va retrocediendo, hasta que se encuentra tan aterrada que no se atreve a levantar la voz y denunciar. Tolerancia cero con la violencia en el seno de la pareja, insiste María Boado, fiscal delegada de violencia de género en Burgos y coordinadora regional, quien muestra su perplejidad ante la tolerancia de las mujeres más jóvenes y su resistencia a denunciar a sus agresores.
También ante la brutalidad de los agresores, muchos de los cuales ya ni buscan la impunidad que les ofrece un inmueble, sino que son capaces de matar a sus parejas o exparejas en plena calle. Y les dan igual las consencuencias, pues la mayoría se acaban entregando poco después de cometer el delito. En el ánimo de los agresores, acabar con la vida de la mujer. Lo que luego les pase... no les importa. Y, mientras, la sociedad intenta unirse para frenar una lacra que es una realidad constatada y constatable, por mucho que algunos intenten ningunearla bajo falsos conceptos de violencia intrafamiliar o apelando a las ínfimas denuncias falsas.
-Llevamos ocho meses de pandemia de la covid-19, ¿cómo están las mujeres víctimas de violencia de género?
-La evolución durante el primer semestre (últimos datos ofrecidos por la Fiscalía) muestra una disminución de las denuncias de violencia de género durante el confinamiento, lo que no significa que haya disminuido la violencia de género. De hecho, han aumentado las consultas a través del 016. Evidentemente, ha habido factores que han afectado a que haya menos denuncias. Por ejemplo, el 15% de los delitos son quebrantamiento de órdenes de protección. Cuando estamos confinados no se comete este delito. Tampoco se producen actos delictivos si cada miembro de la pareja vive en domicilios diferentes. Además, la víctima puede estar sufriendo violencia de género pero el miedo a la pandemia, a salir, a que los recursos no estén abiertos, a qué pasará si hay una orden de protección no favorece las denuncias. Si a una víctima de violencia de género le cuesta ocho años, de media, denunciar, la pandemia no lo ha facilitado. Sin embargo, cuando aumentó el confinamiento, aumentaron las denuncias hasta volver a niveles habituales.
«Estábamos todos en casa y si hay gritos, se oyen golpes o pedir auxilio, lo escuchan todos los vecinos. Esta circunstancia ha podido tener contenidos a los agresores»
-Durante la primera ola, habéis estado trabajando desde Justicia. Las mujeres no han estado desprotegidas pero ¿tal vez se han sentido así o que no sabían cómo actuar y a dónde acudir?
-Los servicios han estado activos de forma ininterrumpida. En Burgos, los asuntos de violencia de género han sido tratados por los fiscales especialistas. Las oficinas de víctimas han estado actuando, igual que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Lo que ocurre es que la víctima, en plena pandemia, no sabía qué hacer. Por eso han aumentado las llamadas al 016, para pedir información. Hemos hecho todo lo posible para intentar facilitarles las cosas: poner una denuncia desde casa por teléfono, que la policía se trasladase al domicilio durante el confinamiento, se han tomado declaraciones desde domicilio... Hemos buscado todos los medios posibles para que la mujer pudiera poner la denuncia y se tramitara la orden de protección.
-La situación de la víctima tampoco es fácil. En un confinamiento, vives 24 horas al día con el agresor, casi sin opción de estar sola para poder denunciar
-Llamar, estando el agresor en casa, es mucho más complicado. Pero también se ha detectado que los agresores han podido sentirse cohibidos, pues todos los vecinos estaban en casa las 24 horas del día. Es lo que llamamos el policía de balcón. Saber que en la puerta de al lado te están oyendo, lo mismo que los vecinos de abajo o arriba, ha podido limitar la capacidad del agresor para sentirse impune. Y ha limitado algunas agresiones de carácter grave. Estábamos todos en casa y si hay gritos, se oyen golpes o pedir auxilio, lo escuchan todos los vecinos. Esta circunstancia ha podido tener contenidos a los agresores.
-¿Ha habido un aumento de llamadas de vecinos denunciando estas agresores? Porque nos cuesta mucho implicarnos y denunciar
-Por la experiencia personal, cada vez es más significativo el número de vecinos que dan la voz de alarma. Y el número de denuncias que se ponen por ciudadanos que no tienen nada que ver con la pareja. Sin embargo, las denuncias interpuestas por familiares son un número reducido (solo un 2% del total en España). Denunciar un delito es una obligación del ciudadano, como lo es ir luego a prestar declaración si se le llama a un juicio. La colaboración ciudadana en violencia de género es un factor importante.
«La mayor causa de sobreseimiento es que las víctimas se acogen al derecho a no declarar contra su agresor»
-Estamos en otro 25 de noviembre, Día Internacional para la Eliminación de la Violencia de Género, y sigue siendo necesario conmemorar estas fechas. Se ha avanzando pero no lo suficiente, tenemos que seguir luchando como sociedad para erradicar esta lacra
-Es una responsabilidad de todos. No podemos cerrar los ojos ni pensar que se trata de un problema de familia, y se soluciona en casa. Estamos hablando de la comisión de delitos contra la integridad física y psíquica de las personas. Tenemos la obligación como ciudadanos de intervenir, coger el teléfono y llamar a la policía.
-Analizando las estadísticas se detecta un número importante de casos de violencia de género entre parejas jóvenes, ¿qué es lo que está pasando?
-Es muy habitual que al Juzgado de Violencia de Género lleguen mujeres muy jóvenes, incluso menores de edad, frente a agresores también muy jóvenes. La tolerancia ante la violencia de género, que podría entenderse en mujeres educadas antes de la democracia, sorprende en las mujeres jóvenes, que están recibiendo una educación en igualdad. Sin embargo, hay un nivel de tolerancia enorme entre las jóvenes. Son muy reacias a denunciar y, habitualmente, los que denuncian son los padres. Si depende de ellas, en la mayor parte de los casos, no van a denunciar a su agresor. En cuanto a los motivos, me resulta muy difícil entenderlos, porque son chicas que están siendo educadas en la igualdad, de capacidades, de derechos... Me resulta tan chocante como a usted.
-Pero en la sociedad sigue habiendo actitudes machistas. Se cuestiona cómo viste una mujer, algunos hombres justifican acercarse a una mujer en un bar, molestarla, porque va provocando...
-Hay que pensar que, pese a todos los esfuerzos que estamos haciendo, hubo una época en la que realmente se educaba de otra manera. Y sigue habiendo gente que recibió ese tipo de educación, de sometimiento de la mujer, y se transmite a las siguientes generaciones. Evidentemente hay que hacer una tarea educativa enorme contra este tipo de manifestaciones machistas, de sometimiento de la mujer, una mujer provocadora... Eso sí, son cada vez menos. Hay que hablar bien de los hombres, porque hay muchos comprometidos en la lucha contra la violencia de género.
«Lo que viene buscando la mujer no es que se castigue a su agresor, sino que se la proteja. Porque tiene miedo por ella o por sus hijos»
-¿Qué riesgos suma las nuevas tecnologías a la violencia de género? Ciberacoso, sexting, amenazas y control por el móvil, la difusión de vídeos de contenido sexual... ¿Está preparada la estructura jurídica y policial para estas nuevas formas de violencia de género?
-Cada vez más. Nos hemos tenido que adaptar. Si han disminuido las denuncias por violencia física durante la pandemia, la mayor parte de los delitos registrados han sido por violencia cometida a través de medios telemáticos. De esa manera el agresor sí podía seguir ejerciendo el control y la amenaza contra la víctima. El sistema jurídico se ha adaptado con la tipificación de nuevos delitos, que recoge figuras que no existían o eran complicadas. Y los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad han hecho un gran trabajo de adaptación. En Burgos tenemos una unidad de delitos informáticos, que realiza investigaciones muy buenas para tratar de evitar que estos delitos queden impunes. En este tipo de delincuencia es mucho más difícil descubrir al autor y pillarlo, pero se ha avanzado y estos delitos no quedan impunes.
-¿Corremos el riesgo de dar marcha atrás ante la aparición de posturas ideológicas que intentan banalizar la violencia de género, que hablan de violencia intrafamiliar y ponen el foco en las denuncias falsas?
-La violencia de género es una realidad absoluta y constatable. Está basada en estereotipos de género sociales, sobre el papel de la mujer en la sociedad. Llamarla de otro modo o argumentar para quitar importancia es ir en contra de la resolución del problema. En cuanto a las denuncias falsas. En 2019 fueron el 0,013% del total de las denuncias. ¿Quién puede apoyarse en ese dato para hablar de que se exagera la violencia de género? La violencia de género es una violencia contra la mujer, basada en estereotipos de género. Y la violencia doméstica, que también existe, es la que se ejerce contra otros miembros de la familia por otros motivos. Se llaman de diferente manera porque son realidades diferentes y obedecen a factores distintos.
-Porque el hecho de que se retire una denuncia o se sobresea no quiere decir que sea una denuncia falsa
-Por supuesto que no. Las denuncias falsas reconocidas, que significa que la mujer ha sido condenada, fueron un 0,013%. El que se sobresea un procedimiento se puede deber a que no tenemos ninguna prueba contra el agresor o, como en la mayor parte de los casos, porque la víctima se vuelve atrás y no declara contra su agresor. La mayor causa de sobreseimiento es que las víctimas se acogen al derecho a no declarar contra su agresor. Y eso no significa que no se haya producido el hecho. Tampoco se puede contar como denuncia falsa.
«Llega un momento en que el agresor ni se esconde para cometer los hechos, que el asesinato de la mujer se produce en plena calle»
-Estamos hablando de un tipo de delito muy específico, con unas connotaciones personales, psicológicos y familias muy particulares. Mujeres que no se atreven a denunciar, que retiran la denuncia por miedo, que perdonan al agresor...
-La mujer que viene a denunciar, lo habitual, es que ya no pueda más. Y tenga miedo. Ese es el factor que determina que denuncie. Lo que viene buscando la mujer no es que se castigue a su agresor, sino que se la proteja. Porque tiene miedo por ella o por sus hijos. En violencia de género, hay una media de ocho años entre que la mujer empieza a sufrir las primeras agresiones y presenta la denuncia. Además, está denunciando a su pareja, al padre de sus hijos, a una persona con la que tiene una relación de afecto. Es mucho más complicado, no solo por las relaciones afectivas sino también por las relaciones de dependencia económica, la existencia de hijos menores. Hay muchos factores que limitan o impiden a una mujer denunciar, y ahí está violencia de género oculta que no acaba de emerger.
-Tal vez porque se informa de ello más, porque le damos mayor publicidad, pero tengo la sensación de que hay mayor número de casos de maltrato que acaban en asesinato. ¿Se han vuelto los maltratadores más agresivos o son las mujeres menos permisivas que y de ahí esa violencia hasta la muerte de la víctima?
-Hace década no se contabilizaban, ni existía la conciencia de violencia de género. Siempre ha habido casos y siempre ha habido asesinatos. En cuanto a la brutalidad del agresor, de los 22 casos de mujeres asesinadas en el primer semestre en España, 15 murieron por uso de arma blanca. Fueron asesinatos alevosos, si posibilidad de defenderse por parte de la mujer. Y hay agresiones que se cometen en plena calle. Llega un momento en que el agresor ni se esconde para cometer los hechos, que el asesinato de la mujer se produce en plena calle. Son datos que determinan la brutalidad del agresor, que no busca ni su impunidad. Está tan en la idea de asesinar, que lo hacen en cualquier lugar.
-¿Medidas como la prisión permanente revisable podría ayudar a contener la violencia de género?
-Para hablar de efectividad, hay que dejar que pase más tiempo. De todos modos, el número de agresores a los que le da igual ir a prisión es tan importante como que muchos de los hombres que matan a sus mujeres inmediatamente se entregan. Les da igual las consecuencias. Y el 30% de los agresores se suicidan. Al agresor suicida o al que se entrega, porque le da igual todo, una pena mayor o menor no le va a quitar la idea de matar a la mujer. No digo nada en contra de la prisión permanente revisable. Podría afectar en al ánimo de algunos agresores pero a los que se suicidan o se entregan, les da igual.
«Si se le permite al agresor una vez, la siguiente va a ser más grave. Cada vez se siente más impune, más fuerte, hasta que llega un momento en el que la mujer se encuentra tan arrinconada y atemorizada que es incapaz de dar el paso»
-Como fiscal de violencia de género, ¿qué siente cuando se pone delante de un agresor como el joven condenado recientemente por el asesinato de Silvia Plaza?
-Se te pasan por la mente tantas cosas... Durante todo el procedimiento, tienes en mente a una víctima a la que no has conocido (ni vas a conocer) pero que pasa a formar parte de tu día a día laboral. Tienes presente a esa mujer a la que han asesinado. A sus padres, a sus hermanos, a sus hijos... La formación que recibimos nos hace mantener la calma, garantizar los derechos procesales de los agresores y hacer tú trabajo lo mejor posible para conseguir que se haga justicia y que la familia pueda seguir adelante. Estas lidiando con una persona que ha cometido unos hechos atroces, pero haces tu trabajo lo mejor que puedes.
-En este 25 de noviembre, ¿qué mensaje le enviamos a las mujeres? ¿cuándo nos debe de saltar la alarma?
-La violencia hay que pararla en un momento muy incipiente, en cuanto se manifiesta. Aunque la víctima crea que el agresor va a parar, o no ser capaz de hacer nada más, no es así. El problema de una violencia a la que no se pone freno es que va en aumento. El agresor siempre se atreve a un poquito más. Muchas de las víctimas de violencia de género que han sido asesinadas no podían imaginarse que su pareja o expareja fuera capaz de llegar a esos extremos. No hay que esperar a que vaya a más, porque no sabemos hasta dónde puede llegar. No hay que esperar ocho años. Si se le permite al agresor una vez, la siguiente va a ser más grave. Cada vez se siente más impune, más fuerte, hasta que llega un momento en el que la mujer se encuentra tan arrinconada y atemorizada que es incapaz de dar el paso. Violencia cero desde el minuto uno en el ámbito familiar. Denuncia cuanto antes.
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