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LUIS MARCOS (ubu VERDE)
Burgos
Martes, 28 de enero 2020
Es frecuente escuchar que «los incendios forestales se apagan en invierno»; se trata de una expresión provocadora que nos hace reflexionar sobre la manera en que nos relacionamos con la Naturaleza y el territorio, como son imprescindibles la planificación y la gestión ... de los ecosistemas forestales durante todo el año, al tiempo que nos damos cuenta que las tareas de prevención de los incendios no es materia exclusiva de las brigadas de incendios en los meses estivales, sino que exigen involucrar y hacer partícipes de la gestión forestal a los pobladores locales, a los ganaderos, a las entidades ambientalistas y a todos aquellos actores que disfrutan o necesitan de nuestros montes. Sin embargo, nuevos y amenazadores factores comienzan a abrirse camino en la prevención y gestión de los incendios forestales, y fenómenos como el Cambio Climático pueden estar dejando obsoletos, tanto nuestros sistemas de prevención como de planificación y gestión contra incendios forestales.
Todos tenemos aún fijas en nuestra memoria las imágenes del gran incendio que arrasó el pasado agosto las zonas boscosas y de mayor valor ambiental del centro de la isla de Gran Canaria… casi 11.000 hectáreas arrasadas y más de 10.000 personas desalojadas. Necesitaremos muchos años para recuperar, si sea parcialmente los daños causados directamente por el voraz incendio, pero además los efectos sobre la contaminación atmosférica, la desertificación, la pérdida de biodiversidad… probablemente sean irreparables.
La historia reciente de nuestro país nos deja también el recuerdo de otros incendios devastadores, como el incendio de Huelva en 2004, que calcinó cerca de 30.000 hectáreas en el entorno natural de las minas de Río Tinto, el incendio de Andilla (Valencia) que en 2012 acabó con más de 22.000 hectáreas de masa forestal, el incendio de Tejeda en Gran Canaria (2007) que abrasó casi 20.000 hectáreas, el mismo año que el incendio de Los Realejos en la vecina isla de Tenerife se llevó por delante 18.000 hectáreas, o el incendio de Riba de Saelices (Guadalajara) que en 2005 quemó casi 13.000 hectáreas y acabó con la vida de 11 personas integrantes de los retenes de extinción de incendios. En Castilla y León, el incendio más devastador del presente siglo XXI tuvo lugar en la leonesa localidad de Castrocontrigo, que en 2012 calcinó casi 12.000 hectáreas de superficie forestal. En Burgos recordamos también el incendio forestal que acabó con más de 700 hectáreas del Arlanza entre las localidades de Mecerreyes y Puentedura en 2014, siendo los más graves de nuestro siglo en la provincia de Burgos, los incendios forestales de La Tesla y Escobados, que acabaron con más de 2.000 hectáreas en 2003.
Este mes de Enero, recordamos los incendios sufridos en España, al ver las noticias absolutamente dantescas y aterradoras de los grandes macroincendios que el verano austral está provocando en Australia. Más de 10 millones de hectáreas quemadas (una superficie superior a la de Portugal), 30 personas fallecidas, mil millones de animales de la fauna silvestre y doméstica muertos… Y la verdad es que este tipo de incendios, no se parecen a nada que hayamos visto antes. El siglo XXI, con el cambio global que estamos provocando los humanos y especialmente con los efectos del cambio climático, nos están llevando a un tipo de incendios forestales imposibles de gestionar desde nuestra visión tradicional de este tipo de catástrofes.
En 2018, Grecia padeció el incendio más mortífero de Europa en lo que llevamos de siglo XXI, acabando con la vida de 102 personas (11 eran niños) y provocando 172 personas heridas de diversa consideración. En junio de 2017, el incendio de Leiria (Portugal) provocó 64 muertos y 135 heridos. En febrero de 2009, los fuegos de Australia en el que se denominó «Sábado Negro» costaron la vida a 180 personas. En noviembre de 2018, los incendios del norte de California habían quemado caso 700.000 hectáreas y provocado la muerte a 94 personas.
Olas de calor en las cuales durante semanas las temperaturas superan los 40 grados centígrados, en que la humedad atmosférica es prácticamente inexistente, en que los vientos son intensos…todo ello en territorios, donde la maleza, los subproductos forestales, la proliferación de basura, los plásticos, etc… alfombran el suelo y lo convierten en una bomba de relojería, a la espera de la acción de un pirómano o de la propia naturaleza generen un incendio de proporciones que se convierten en materialmente imposible de apagar.
Si a los efectos del cambio climático sumamos el abandono del mundo rural, la ausencia de una gestión de los montes que beneficie a los habitantes locales y a los ganaderos y la proliferación de urbanizaciones y nuevos núcleos de población en zonas de riesgo, las amenazas se irán convirtiendo cada vez más en desastres reales.
Cortafuegos húmedos, que utilizando las aguas regeneradas en las depuradoras establezcan barreras verdes a los fuegos, pirojardinería (vegetación resistente al fuego), adaptación de las repoblaciones forestales a las olas de calor optando por plantas autóctonas más resistentes a los incendios, planes de actuación frente a los incendios en los municipios de zonas forestales, etc… Una gestión forestal sostenible es urgente ya, antes de que sea demasiado tarde… lo que hemos hecho hasta ahora, probablemente ya no sea suficiente para el futuro que ya está aquí.
No olvidemos que la comunidad de Castilla y León cuenta con aproximadamente 5 millones de hectáreas de superficie forestal (la mayor de España), la cual alberga los espacios naturales más valiosos y los paisajes más bellos de nuestro territorio, de las cuales unas 700.000 se encuentran en la provincia de Burgos; ahora que vemos la barba de nuestros vecinos quemar, haríamos bien en reorganizar la planificación forestal, los sistemas de prevención de incendios forestales y la gestión del territorio, que no se realice exclusivamente de los despachos de la administración sino que atienda a la participación activa de todos los agentes interesados en mantener vivos nuestros montes y nuestros bosques.
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