El ministro de Cultura, Roselyne Bachelot, visita la cubierta de Notre Dame llena de lonas y andamios. AFP

El lento resurgir de Notre-Dame

Expertos confían en que la catedral asolada por el fuego hace dos años pueda reanudar el culto en 2024, pero la restauración integral se prolongará varios lustros debido a la complejidad de la obra

Beatriz juez

PARIS

Domingo, 11 de abril 2021, 00:14

Gravemente herida, pero no destruida. La imagen del derrumbe de la aguja central sobre la catedral de Notre Dame de París en llamas dio la vuelta al mundo. El incendio estuvo a punto de destruir el 15 de abril de 2019 esta joya del gótico ... de casi nueve siglos de antigüedad. Dos años después, las complicaciones y desafíos para reconstruirla continúan.

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El presidente francés, Emmanuel Macron, se marcó el ambicioso objetivo de restaurar Notre-Dame en cinco años, justo a tiempo para los Juegos Olímpicos de París en 2024. Pero las obras han sufrido retrasos por las labores de descontaminación del plomo alrededor de la catedral y por la pandemia, entre otros motivos. Aunque el general Jean-Louis Georgelin, responsable del organismo público encargado de la restauración, confía en que la catedral pueda abrirse al culto ese año, «eso no quiere decir que todo estará terminado. No restauramos una catedral en cinco años integralmente. Es imposible», explica Jean-Michel Leniaud, presidente de la Sociedad de Amigos de Notre-Dame e historiador del arte. La 'obra del siglo', como la llaman en Francia, podría durar «15 o 20 años», según cálculos del rector del templo, Patrick Chauvet. O incluso se necesitará más tiempo para su completa restauración.

En este tiempo, tampoco se han aclarado las causas del incendio. ¿Fue una colilla? ¿Un cortocircuito? Fuera cual fuera la causa, para Edouard de Lamaze, presidente del Observatorio del Patrimonio Religioso, está claro que hubo negligencia del Estado en el mantenimiento de la catedral. «Es evidente que no había medidas de seguridad antiincendios suficientes», dice De Lamaze. Este experto considera que el Estado francés debería invertir más dinero en la protección de esos edificios y lamenta que, después del incendio de Notre-Dame, «no se ha hecho nada» para mejorar la seguridad de las catedrales. En Francia, el Estado es propietario de más de 80 catedrales y su propio asegurador. Notre-Dame no tenía, por tanto, una póliza privada, porque es la Administración la que se hace cargo de los desperfectos que sufran sus monumentos.

Propuesta más conservadora

Dos días después del incendio, y sin consultar antes a los expertos, el presidente Macron se mostró a favor de dar «un toque arquitectónico contemporáneo» a la catedral. El Gobierno incluso anunció a bombo y platillo que organizarían un concurso internacional para «dotar a Notre-Dame de una nueva aguja adaptada a las técnicas y a los desafíos de nuestra época». La prensa publicó llamativos planes de restauración: desde un invernadero en el tejado hasta un techo plano, pasando por una aguja o una lámina de cristal. Todos querían poner la guinda.

A diferencia de Macron, la opinión pública francesa, la mayoría de expertos y los donantes apostaron, desde el principio, por una aguja idéntica a la que construyó el arquitecto Eugène Viollet-le-Duc cuando restauró la catedral en el siglo XIX. Al presidente galo no le quedó más remedio que ceder y abrazar la propuesta más conservadora, al mismo tiempo la opción más simple, rápida y económica si se quiere reabrir al culto en 2024, ya que existe mucha documentación sobre la flecha. También la menos polémica, porque se integra perfectamente en el edificio y no rompe con la imagen que la gente tiene de Notre-Dame. Si Macron hubiera insistido, le habrían llovido críticas.

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El armazón de madera o 'charpente' de la catedral, conocido como «el bosque» por la cantidad de árboles que tuvieron que cortar en la Edad Media para su construcción, también será reconstruido de manera idéntica a la original, es decir, con vigas de roble. No se utilizará el hormigón, como se hizo cuando se restauró en los años 20 y 30 del pasado siglo la catedral de Reims.

Ya han comenzado a seleccionarse los 1.000 robles que se necesitan para reconstruir la aguja de la catedral, algunos de bosques emblemáticos como Chantilly, Bercé, Tronçais y Vivraye. Los ecologistas han criticado que se talen ejemplares centenarios para ejecutar el proyecto, pero la Oficina Nacional de Bosques (ONF) asegura que los árboles escogidos representan el 0,1% de la tala anual de madera de roble destinada a la construcción o en muebles.

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También se ha empezado a seleccionar las piedras más adecuadas para una restauración idéntica de la catedral. El incendio y el derrumbe de la aguja causaron importantes daños, sobre todo en las bóvedas y gabletes de la catedral y es necesario encontrar piedras parecidas a las originales.

Venticuatro meses después del incendio, Notre-Dame sigue rodeada por una valla con alambre de espinos y fuertes medidas de seguridad. Una grúa de 80 metros de altura surca el cielo parisino donde antes se alzaba la aguja. Vista desde la calle, la fachada principal y las dos torres no parecen haber sufrido desperfectos. Hay que rodear el edificio o verlo a vista de pájaro para presenciar las graves heridas aún abiertas.

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Ya se puede pasear por buena parte de la explanada de la catedral, donde está el kilómetro cero de las carreteras de Francia, y por las calles de alrededor, huérfanas estos días de turistas y con muchos comercios cerrados por las restricciones derivadas del Covid-19. La cripta arqueológica de la Île de la Cité, situada bajo la plaza de la catedral, reabrió sus puertas en septiembre de 2020 con una exposición de homenaje al escritor Victor Hugo y a Viollet-le-Duc, claves de la reforma del siglo XIX. Pero la pandemia obligó a cerrarla a final de octubre, como el resto de museos en Francia.

24 capillas por restaurar

Las labores de restauración propiamente dichas de la catedral no han comenzado, excepto en dos de las 24 capillas de la catedral, donde se están limpiado y reparando las pinturas de los muros. Está previsto que las obras de consolidación del edificio, con un coste de 160 millones, terminen en junio para así comenzar este verano o en otoño a reconstruir la catedral. En estos dos años, se han quitado escombros, se han apuntalado bóvedas y arbotantes y se ha consolidado la estructura, muy dañada por el fuego. El objetivo: evitar que toda la catedral se hundiera como un castillo de naipes.

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La obra del siglo. De izquierda a derecha. Aspecto devastado de la nave central tras el incendio y bomberos supervisando el estado de la cubierta. Debajo, los técnicos se afanan en consolidar la estructura. AFP | EFE

Una de las operaciones más delicadas ha sido el desmontaje del andamio quemado de la catedral. La estructura, que pesaba 200 toneladas y componían 40.000 tubos, había sido colocado antes del siniestro para restaurar la aguja. Las piezas quedaron soldadas entre sí y deformadas por el fuego. Se tardó seis meses en desmontar ese amasijo de hierros. Para hacerlo, los trabajadores tuvieron que descolgarse con cuerdas y arneses y cortar los tubos a mano, uno a uno y con ayuda de sierras.

También se ha retirado el gran órgano sinfónico de la catedral para su limpieza. El órgano, compuesto por 8.000 tubos repartidos en 115 juegos, es considerado la «voz de la catedral» desde 1733. Se deben limpiar los tubos uno a uno. Su restauración está prevista que termine en 2024, justo a tiempo para la esperada reapertura al culto de la catedral.

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¿Y un acceso subterráneo?

No todo se perdió. Se salvó el Tesoro de la catedral: la Santa Corona de Espinas, la túnica de lino del rey San Luis y otras reliquias de la Pasión de Cristo, entre ellas un trozo de la Cruz y un clavo de la crucifixión. También se rescataron cuadros, esculturas, las vidrieras y los rosetones, que fueron sacados de la catedral para ponerlos a buen recaudo y están siendo ahora restaurados.

Las estatuas de los 12 apóstoles y los cuatro evangelistas que decoraban la aguja también escaparon de las llamas. Habían sido desmontadas días antes del incendio para su restauración. La escultura de cobre del gallo que coronaba Notre-Dame fue encontrada entre los escombros, abollada pero con las reliquias intactas. Son los únicos elementos originales de la aguja que se conservan. Están en la Cité de l'Architecture et du Patrimoine de París, cerca de la Torre Eiffel, a la espera de que sean devueltos a su lugar.

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Expertos y políticos locales ven el incendio como una oportunidad para adaptar el entorno de la catedral al turismo de masas. El Ayuntamiento quiere lanzar un concurso público para reformular el barrio de Notre-Dame, en especial, su deteriorada plaza, el jardín colindante de la catedral, la cripta arqueológica y las calles adyacentes. El objetivo es embellecer el entorno y acoger mejor a los visitantes.

Leniaud propone construir un gran museo de Notre-Dame en la Île de la Cité, el corazón de París. «Que el templo siga acogiendo 13 millones de visitas al año es malo para él. Hace falta hallar el modo de darles algo que ver sin que entren al edificio», opina el presidente de la Sociedad de Amigos del templo. Una de las ideas que ha cobrado más fuerza es crear una entrada subterránea, al estilo de lo que se hizo con la pirámide de Pei en el Louvre, pero sin tapar la vista de la fachada gótica. El Estado, la Iglesia y el Ayuntamiento deberán ponerse de acuerdo.

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El general Georgelin confía en mantener el calendario. La entonación del tedeum – himno litúrgico solemne de acción de gracias de la Iglesia católica– el 15 de abril de 2024 deberá marcar el resurgir de Notre-Dame de las cenizas cinco años después del incendio.

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