Xacobe Pato, librero y diarista, trabaja en la librería compostelana Cronopios. Amara Fontão
La semana de Xacobe Pato

Lecturas bajo la ducha y bibliotecas en colores

Este librero escribe en Instagram un exitoso diario semanal. Amigo de las tabernas, la luz y la literatura mide su felicidad por los táperes que le da su suegra. Cuántos más, mejor

Antonio Paniagua

Domingo, 3 de enero 2021, 00:18

Politólogo y librero, Xacobe Pato (Ourense, 1987) logró sobresalir de ese marasmo superpoblado que es Instagram publicando semanalmente entradas de su diario personal, en el que sin ínfulas y lejos de toda solemnidad, habla de libros y de los pequeños acontecimientos de su vida. Resulta ... que sus escritos gozaron del favor del público y una editorial se atrevió a reunirlos en forma de libro bajo el título 'Mañana seré feliz' (Espasa). Trabaja en la librería Cronopios, en Santiago de Compostela, de la que sale bien surtido de novedades editoriales. Más allá de la escritura, su mundo lo ocupa su novia Ana y sus escapadas al pueblo orensano de Trasmiras y a Louro (A Coruña), del que añora su bien afamado chiringuito.

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Lunes

7.00 horas. Aunque no entro a trabajar en la librería hasta las diez y cuarto, mi novia Ana, que lo hace antes, me llama a las siete. Entonces preparo el desayuno para los dos. Desayunamos con mucha calma, y a medida que lo hacemos, nos cambia el humor, sobre todo a mí, que me despierto cruzado todos los días. Lo bueno de madrugar tanto es que me quedan dos horas y media para leer, escribir o estudiar, sin mensajes de Whatsapp ni polémicas en Twitter, esos sumideros en los que se pierde tanto tiempo.

10.15 horas. El trabajo de librero está muy mitificado. La gente piensa que estamos todo el día sentados en una butaca leyendo libros, cuando en realidad se te va toda la jornada en darles entrada y salida y andar metido en papeleos y facturas. A veces bromeamos los compañeros y nos preguntamos qué somos, si libreros o guardias de tráfico. Para mí lo más estimulante son las conversaciones con los lectores, mantener una charla en la que se descubren intereses comunes.

21.00 horas. Ya en casa me gusta cambiar el orden de los libros, unas veces los organizo por autores y otras por editoriales. Durante el confinamiento me dio por ordenarlos por colores, una idea un poco loca. Lo peor es que lo subí a Twitter, se hizo viral y hubo mucha gente que se enfadó, hasta el punto de que recibí insultos en idiomas que ni conocía. Ahora que he recuperado la cordura he vuelto a la clasificación por autores.

Martes

7.15 horas. Mi mayor vicio confesable es leer en la ducha. No sé si es un vicio o una rareza. En cualquier caso, es algo que me recrimina bastante mi novia, que a veces me arranca el libro de las manos. En la novela 'Los detectives salvajes', de Roberto Bolaño, hay un personaje que hace lo mismo, y eso me otorga cierta legitimidad. La gente me pregunta cómo lo hago, y es algo muy fácil: se trata de estirar mucho los brazos. Es verdad que las hojas siempre se mojan un poco, pero lo cierto es que trato a los libros con poco respeto, los subrayo, los mojo. Quizá debería forrarlos.

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14.30 horas. Como en casa, muy cerquita del trabajo. La madre de mi novia, que cocina muy bien, nos da muchos táperes, que para mí son la medida de la felicidad. Si tengo tres, estoy contento; si tengo cinco, soy feliz, y si tengo más de cinco estoy como loco. Disponer de comida guardada nos permite ganar mucho tiempo. En medio de la vorágine de la semana se agradece, porque cocinar los días de diarios es un engorro. A veces me gusta hacerlo en fiestas, una tradición que he heredado de mi padre.

11.30 horas. Para evitar la resaca tengo todo tipo de trucos. Bebo agua, como, hago deporte al día siguiente… Pero la que de verdad me mata es la resaca metafísica, de la que hablaba el escritor Kingsley Amis, el padre de Martin, quien se refería a ella como un miedo difuso, una sensación de que todo el mundo está en tu contra. Para evitarla no hay ningún remedio.

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Miércoles

8.15 horas. Como me quedan dos horas por delante antes de ir al trabajo, salgo a correr por el parque de la Alameda. El recorrido es muy corto y un poco aburrido, pero me agrada porque tiene tres estatuas: la de Valle Inclán, la de Rosalía de Castro y la de Las Marías. Esta representa a las hermanas Fandiño, Maruxa y Coralia, que vivieron durante el franquismo y fueron represaliadas porque sus hermanos eran sindicalistas. Por todo lo que vivieron perdieron un poco la cabeza. Paseaban del brazo muy maquilladas por el parque de la Alameda, con ropa muy vistosa y de colores chillones, mientras piropeaban a los estudiantes. Se hicieron populares y al final les hicieron un monumento.

Jueves

8.15 horas. Nos hemos mudado a otro piso para tener más luz, lo cual es muy bueno para la lectura. En una ciudad como Santiago, que muchas veces está cubierta de nubes, leer con luz natural hasta la siete de la tarde es un placer. Por lo menos ahora tenemos un salón que da a la estación del tren.

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18.15 horas. Hasta hace unos años lo hemos pasado estupendamente, sin las obligaciones de criar hijos o cuidar a los padres, que están más o menos bien. Pero ahora entre nuestros amigos están apareciendo carritos de bebé, lo que es una señal de que estamos entrando en otra etapa.

21.15 horas. Uno de mis sitios favoritos en Santiago es O Filandón, una charcutería de embutidos, quesos y vinos, que de repente se convierte en una taberna. Las paredes están llenas de servilletas escritas por los clientes.

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Viernes

8.00 horas. Desde que estoy en la librería, hace ya siete años, estudio Derecho por la Uned. Es una carrera que me interesa bastante, desde que cursaba Ciencias Políticas. Creo que este año la acabo.

12.00 horas. Cuando estoy en el trabajo suelo salir a fumar un cigarro a la puerta de la librería. A veces me siento como un reclamo, porque para no aburrirme leo un libro mientras fumo, momento en que me siento parte del escaparate. Creo que a mi jefa le gusta.

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21.00 horas. Me encanta cenar por ahí con mi novia y antes, cuando no había restricciones, con los amigos, en mesas largas. En invierno tenemos la tradición de comer un cocido.

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