Al subir al estrado del congreso Santander WomenNOW, Kathleen Kennedy, sobrina de JKF e hija mayor del senador Bobby Kennedy, pidió cerrar los ojos y pensar en alguien poderoso. Luego preguntó cuántos habían visualizado a una mujer. Para su beneplácito, la mitad del auditorio, ... entre quienes estaba doña Letizia (a la que dijo: «Tiene un aspecto maravilloso, su majestad, muy de reina»), pensó en una mujer. «Mi tío Jack decía que la felicidad es utilizar nuestro talento hacia la excelencia», dijo Kennedy, exvicegobernadora de Maryland y académica de la Universidad de Georgetown. «Hay dos factores para lograrlo: nuestra percepción de lo que somos capaces y lo que impone la sociedad. Yo vengo de una familia de políticos donde mi abuelo, mi padre, mis tíos fueron candidatos a la Presidencia. ¿Qué tenían en común? Eran hombres. Mientras que mi madre tuvo once hijos. ¿Qué modelo tenía en mi hogar? Desde luego, no era el más fantástico para mí. Yo no quería tener once hijos. Pero mi familia sí me dio valores. Así que entré en política».
Dos días después del asesinato de JFK, le escribió su padre, que sería tiroteado unos años después, con un mensaje: nunca sentir ira, ni amargura, ni tener sed de venganza. «Es muy importante, si estás en política, mirar hacia el futuro. Tienes que ir hacia adelante». Se presentó a su primer cargo público en 1986. «Me decían que cómo me iba a presentar siendo madre de tres hijos, y yo les respondía que mi padre lo hizo con once. Finalmente hice política y estuve a favor del movimiento feminista. Por eso las organizaciones son importantes. Porque a veces la familia no te enseña cosas, pero la sociedad sí». Después de exhortar a las mujeres a colaborar, y no a luchar entre ellas como hacen los hombres, tanto en política como en los negocios, compartió algo que ha aprendido en ese camino: «Tengo que decir que los hombres que friegan platos son súpersexis. Lo sexi es limpiar en casa, y no hacer esquí acuático. Así es como tenemos que cambiar el futuro para hombres y mujeres».
A los jóvenes
Recordó que una vez que montaba a caballo con su madre, ella consideró que los tiros del vecino se quejaban de hambre y ordenó que se los llevaran a sus establos. Terminó siendo acusada de robar caballos, algo que allí, en Virginia, se podía penar con la muerte en la horca. «Mi padre era fiscal y a mi madre la habían acusado de robo», rememoró de un episodio que finalizó con la absolución materna gracias a «un buen abogado». «He aprendido que puedes estar a ambos lados de la ley, que a veces tienes que enfrentarte también a la ley y al orden».
Al final de su ponencia de clausura, Kennedy dejó dos consejos para los más jóvenes. Una, hacer deportes de equipo. «Enseña a hacer amigos, incluso si son superficiales. A quién conoces es tan importante como el qué sabes». Y, dos, «saber perder, acostumbrarse a la derrota, porque en la vida hay muchas ocasiones en que se pierde, y hay que saber levantarse otra vez. Hay que tolerar el rechazo y seguir avanzando». En una palabra, resiliencia.
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