De larga barba de miliciano y con casi 60 años sigue siendo un hombre de acción. Capaz de saltar desnudo por una ventana a varios metros del suelo, descolgarse por un desagüe de metal filoso y correr por las calles centrales de Bruselas en pleno ... invierno, el eurodiputado József Szájer confió en la nocturnidad para escapar de la Policía. Un vecino le había visto huir por la fachada del edificio y avisó a los agentes que realizaban la redada que interrumpió una fiesta ilegal.
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El rápido Szájer, que había cogido a tiempo sus cosas y huido mientras la ley echaba abajo la puerta, se identificó como eurodiputado con su mochila al hombro y las manos ensangrentadas. No hay imágenes de esa estampa, sólo las versiones de quienes fueron testigos de los hechos el viernes 27 de noviembre y de su propio 'mea culpa' dominical. El eurodiputado reconoce que ha vivido en permanente «tensión mental», después de «30 años de servicio político» comparable a un «campo de guerra».
Szájer es un destacado miembro del partido húngaro de ultraderecha Fidesz, actualmente en el poder, y abogado de cabecera del presidente Viktor Orbán cuando redactó una nueva constitución para aumentar su poder y el catolicismo estatal, hace una década. Había acudido a la convocatoria de la 'sexparty', realizada a través de la aplicación de móvil Chillapp, sin haber confirmado personalmente, según detalla su organizador, David Manzheley. Era su única vez, al menos en ese piso de la rue des Pierres. Los 'osos', como él, y los «activos, pasivos, versátiles y trans» que asistían estaban sin mascarilla ni distancia de seguridad durante el toque de queda.
De no ser por esta prohibición, hubiera dado igual lo que aconteciera en ese 'gang bang', léxico pornográfico adoptado por las autoridades de turno para definir cuando una persona tiene sexo al unísono con otras a la vez. En este caso, todos hombres, que se despojaban de ropa e inhibiciones nada más entrar al set.
«Probablemente no sea la primera fiesta de este tipo en Bruselas» con asistencia de «cientos de diputados y diplomáticos» bajo la mirada de los «servicios secretos», comenta András Pulai, director de 'Publicus', un centro liberal afín al partido de Szájer. Vía Facebook, agita la idea de la conspiración: «¿por qué le pillan justo cuando Hungría bloquea los fondos de recuperación?», preguntaba. Horas antes de saltar por la ventana, Szájer denunciaba una extorsión política.
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Que József Szájer, redactor en Hungría de una ley suprema que defiende que el matrimonio es sólo la unión entre un hombre y una mujer, fuera homosexual ya era un secreto a voces. «Todos sabían que no vive con su esposa, que su matrimonio es en realidad una farsa y que él es gay», explica András Dési, escritor y periodista independiente en Budapest que colabora con Reporteros Sin Fronteras. Casado desde los ochenta con la jueza Tünde Handó del Tribunal Constitucional húngaro y padre de una mujer de 33 años, Szájer trabaja en la capital europea desde 2004. «Bruselas lo ha cambiado», prosigue Dési. «Se convirtió en un hombre bien vestido, alguien con estilo y gusto. Alguien que tiene trajes más que caros, diferente». Como dijo el propio Szájer a mediados de noviembre: Bruselas es una «burbuja».
La metamorfosis del eurodiputado, abogado graduado en la aquincense Universidad Eötvös Loránd con posgrado en Oxford, se puede ver reflejada en su vello facial. En 2012, cuando se paseaba por diversos foros en defensa de la nueva Constitución húngara, incluso con Josep Borrell de anfitrión -quien lo definió como «buen amigo»- tenía una barba rasa. Citaba a Montesquieu para asegurar que la interferencia en el Legislativo y el Judicial por parte del presidente era «su idea de la separación de poderes». «Es una cuestión de interpretación y no de legislación», argumentaba el entonces vicepresidente del Partido Popular Europeo, con matices chovinistas. «Los que no son húngaros no pueden entender nuestra particularidad». Ahora cultiva una hirsuta pero cuidada barba negra, que oculta su cuello por completo. Una transformación tan sutil como el ensanche abdominal. Su retórica, sin embargo, ha perdido pompa y cinismo: «no tengo ni idea de cómo se toma una pastilla de éxtasis», se defiende.
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Su partido y sus jefes le han reprochado su conducta libertina y homosexual. «En el contexto político, el escándalo reveló nuevamente cuán hipócrita es el régimen de Orbán», analiza Dési. «Fidesz se deshizo bastante rápido de Szájer, que renunció a todos sus cargos políticos. Todavía no está claro si el escándalo les afectará en su popularidad».
La relación de todos modos ya estaba deteriorada. En una de las últimas apariciones de Orbán en el Parlamento europeo, a finales del año pasado, József Szájer le acompañó, como le correspondía. Sin embargo, Orbán llegó al estrado por la puerta principal y él, desde el público cuando el acto ya había comenzado. No se dieron la mano. Al terminar, el subordinado se limitó a agachar la cabeza y apartar su silla para no entorpecerle. Orbán ni siquiera le miró. El desterrado Szájer hacía mucho que había sido advertido. En su carta de despedida oficial, ha descrito su desautorizada y accidentada salida del armario como «un tropiezo».
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