Investigar en España tiene mérito

Sin reconocimiento. La falta de financiación estable, el desprecio por la innovación y los sueldos ridículos acosan a las mentes que nos están sacando de la crisis

Domingo, 10 de mayo 2020, 01:26

Guillermo Varela Carbajal, estudiante brillante y nieto de mineros, ya sospechaba que con la investigación nadie se hace rico, pero nunca imaginó que llegar a fin de mes fuera, es un decir, tan complicado como secuenciar el genoma del Ébola. Con carrera y master ... en la Universidad de Salamanca, estudios internacionales en Cambridge y McGill, idiomas, disponibilidad para moverse y capacidad de gestión, a sus 30 años sale adelante con un contrato en formación y un sueldo que no llega a los 1.200 euros. «Y eso que estoy entre los afortunados», admite. La élite. Su caso ilustra el escenario en el que se fajan a diario los investigadores de este país, atrapados entre la precariedad y sueldos de mileurista. «No contamos para nada. La realidad es que el sistema universitario no reconoce la existencia de científicos como tales, cuando es ahí donde debería empotrarse la mayor parte de la actividad investigadora. Eres docente y luego todo lo demás. ¿A quién le preocupa que cierres el laboratorio mientras sigas dando clases?».

Publicidad

Guillermo, enrolado en el Instituto de Neurociencia de Castilla y León, denuncia que tampoco exista en la práctica una carrera científica organizada como tal. «Te dan una ayuda, te contratan, y desde ese momento ya tienes que volcarte en la búsqueda del siguiente proyecto. Y como nunca coincide con el fin de obra, siempre te acabas comiendo entre seis meses y un añito de paro. Es una economía de bolos, que funciona para la música -Guillermo organizaba conciertos para pagarse los gastos durante la carrera-, pero no para la ciencia. Imagínate un hospital donde los médicos se fueran al cabo de un año y hubiera que buscar otros nuevos. Además, como todas las becas son de concurrencia competitiva, lo que sucede en la práctica es que hay mucha gente trabajando gratis porque necesita acreditar méritos para pasar así al siguiente nivel».

Para Guillermo Varela, el Covid ha destapado muchas carencias.

Bien considerados... fuera

No es el único en hacer ese diagnóstico. Eva Ortega-Paino, 17 años trabajando en Suecia en el campo de la oncología y la inmunología, y retornada a España «en el mejor momento», asegura que los científicos españoles obtienen mayor reconocimiento en el extranjero que en su propia casa. «Bien considerados, trabajadores, con una formación excelente... así nos ven». Entonces, ¿qué nos diferencia de Alemania, de Reino Unido, de Norteamérica? «La diferencia es clara, invertir en ciencia no es una prioridad aquí. ¿Un error? Sin duda, porque sin ciencia no hay desarrollo, y sin desarrollo no hay futuro. Lo mismo da que sea científico, tecnológico o innovador. Y nosotros, aun teniendo buenísimos profesionales, no hemos interiorizado eso. Bastante bien se nos da para lo que se invierte», desliza Ortega-Paino, directora Científica del Banco de Muestras del centro Nacional de Investigaciones Oncológicas y enfrascada ahora en ese esfuerzo general por frenar la pandemia, buscando vacunas, tratamientos y vías de diagnóstico.

«La mayor parte de la financiación que reciben los investigadores llega de Europa. Espero que no peligren esas ayudas»

Eva Ortega-Paino | Directora científica del Biobanco

«El Covid ha demostrado que nuestras vidas están en manos de gente con sueldos ridículos. El reconocimiento empieza por la remuneración»

Guillermo Varela Carbajal | Inst. Neurociencia Castilla- León

«Alemania combatió la crisis de 2008 invirtiendo más en ciencia. Euskadi, Cataluña y Galicia siguieron esa consigna y son a las que mejor les va»

José María Mato | Dir. CIC bio/biomaGUNE

«España debería fijar un porcentaje del presupuesto y no partidas que varíen según los intereses del gobierno de turno»

Gabriel Reina | Microbiólogo Univ. de Navarra

Hasta que volvió a Madrid, Eva formaba parte de ese contingente de 20.000 españoles dedicados a la investigación repartidos por el mundo, donde se encuadran desde microbiólogos a lingüistas, algunos perfectamente integrados en su país de adopción -Eva habla y escribe sueco- y otros que se casan, tienen hijos, y no pueden volver si no disponen de planes de retorno sólidos que les aporten estabilidad. «Un sistema que realmente apuesta por la ciencia -advierte- no permite que la investigación se sostenga sobre sueldos de 1.000 euros. Y eso aquí está pasando».

Eva Ortega-Paino, con un colega en el Biobanco Nacional Danés.

«El Gobierno nos ve como un gasto, no como una inversión -remacha Guillermo-, y eso es lo que lo cambia todo». En Alemania, ahora en boca de todos, tienen claro que es una inversión, porque su modo de vida es innovar. Y eso vale lo mismo para desarrollar medicamentos que motores. «De acuerdo, esto exige un gasto, pero también va a generar muchísimo dinero. Si tú coges un libro de Química Orgánica verás que el nombre de todas las reacciones son alemanas. ¿Por qué? Porque en el siglo XIX esa gente se dedicó a picar piedra y cien años después son los dueños de las empresas farmacéuticas y petroquímicas más importantes del mundo».

Publicidad

Dicho de otra forma, la cuestión no es tanto si el sistema es sostenible, sino si te vas a resignar a ser siempre deudor de lo que otros desarrollen. Serán ellos los que te pasen las vacunas, los smartphones... los respiradores, y a ti a quien le toque pagarlos. José María Mato, ex director del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y desde hace 15 años responsable del CIC bioGUNE y CIC biomaGUNE, centros de investigación privados sin ánimo de lucro que funcionan bajo el paraguas del Gobierno vasco, considera que el problema de la ciencia en España es la falta de estrategias a largo plazo. «En cuanto hay una crisis se reducen los presupuestos al contrario de lo que hace, por ejemplo, Alemania. La empresa aquí tampoco es muy innovadora, emplea a pocos científicos y gasta menos aún en investigar. Mientras unos han escogido la innovación, nosotros nos hemos quedado anclados en los servicios y, en consecuencia, resistimos mal ciertos envites, como ha ocurrido ahora con el coronavirus, que nos ha puesto en nuestro sitio».

Mato, sin embargo, no lamenta que muchos de nuestros científicos acaben fuera. «Lo terrible es que quien quiera volver no pueda hacerlo y que tampoco vengan extranjeros que llenen su hueco, como hacemos nosotros en otros países. No sé si perdemos las mentes más brillantes, aquí también hay mucha gente válida, pero sí oportunidades de capitalizar mucho trabajo, de atraer inversiones extranjeras, que es lo que pasa cuando no se es competitivo». El científico culpa de esto último al sector público, «un sistema formado por funcionarios que lo son para siempre. No puede ser que uno consiga un empleo y no tenga que demostrar más cosas el resto de su vida. Tiene que haber, en definitiva, objetivos que cumplir, científicos y económicos, como ocurre con cualquier empresa. Es como el cuento de 'Alicia en el país de las maravillas': hay que correr muy deprisa para estar en el mismo sitio, y el doble de rápido si queremos avanzar».

Publicidad

José María Mato, ex director del CSIC, pide cambiar de enfoque la universidad para ser competitivos.

Mato apela a la necesidad de impulsar sectores estratégicos de las empresas, como puede ser la biotecnología, «y una manera de hacerlo es con compra pública. Nos quejamos de que no hay respiradores o test diagnósticos, pero ¿qué esperamos, si no se ha fomentado que los hicieran en España y se traen del extranjero?».

«Sin sobresaltos»

Para Gabriel Reina, microbiólogo y experto en enfermedades infecciosas de la Clínica Universitaria de Navarra, la solución pasa por una financiación estable y una base sólida que permita consolidar equipos científicos. Pensar no ya en proyectos a corto plazo, sino en líneas de investigación duraderas. «También en establecer un porcentaje fijo sobre los Presupuestos Generales del Estado y no una dotación que varíe de año en año en función de los intereses del gobierno de turno». A su juicio, «salir con solvencia de esta crisis va ser proporcional al avance científico que hayamos experimentado. Y para que esos avances se produzcan se deben apoyar en la financiación de proyectos de investigación y en lograr que la gente que se dedica a ello pueda trabajar sin sobresaltos».

Publicidad

El microbiólogo Gabriel Reina reclama una financiación estable.

Reina cree que «la ciencia va a salir reforzada de esta emergencia sanitaria» y que la crudeza de lo vivido «empujará a movilizar recursos que nos permitan reaccionar con antelación ante futuras oleadas». Eva Ortega-Paino, sin embargo, es escéptica cuando se le pregunta si la crisis actual va a abrir los ojos de nuestros gobernantes. «La ciencia no genera un debate como las pensiones, el transporte o la administración de justicia. No es una cuestión de derecha o izquierdas. Todo el mundo está de acuerdo es que hay que potenciarla y, paradójicamente, eso actúa en su contra. Como no divide, va quedando relegada y el resultado es que nadie invierte». Tal vez, la primera lección que podamos sacar de todo esto sea la que ya apuntaba el escritor y bioquímico Isaac Asimov, cuando decía que «la ciencia reúne el conocimiento más rápido de lo que la sociedad alcanza la sabiduría».

En su contexto

  • 20.000 españoles desarrollan su labor investigadora en otros países, según datos de RAICEX, la Red de Asociaciones de Investigadores y Científicos Españoles en el Exterior.

  • 20% es la pérdida de poder adquisitivo que han sufrido los científicos postdoctorales desde 2008, según un estudio de la Federación de Jóvenes Investigadores.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad