sergio garcía
Enviado especial. Breña Baja
Jueves, 23 de septiembre 2021, 22:22
Ocurrió mientras estaba tendiendo la ropa, junto al aljibe del que habían bebido los suyos desde hace 200 años en Camino Pastelero, en la pequeña localidad de Todoque. «Suena duro pero me había acostumbrado a los truenos, hasta que de pronto escuché un zumbido y, ... acto seguido, el silencio. Fue girar la vista al volcán y ver cómo la lava avanzaba hacia mi casa. Salimos corriendo: sin ropa, sin muebles, sin ni siquiera tiempo de llevarme un álbum de fotos. Con las prisas, mis hijos se olvidaron hasta de coger las perrillas que guardaban en la hucha».
Publicidad
Remedios Armas es una de las 40 personas que este jueves permanecían en El Fuerte, el acuartalemiento militar palmeño de Breña Baja que ha servido de refugio desde que la montaña que existía sobre sus cabezas se resquebrajó, reduciendo sus sueños a cenizas. Divorciada, con tres hijos, a cargo de su madre de 88 años, Otilia, que este jueves recibía el mensaje de apoyo de los Reyes desde su silla de ruedas. Los monarcas hicieron un alto allí, antes de participar en la reunión del plan de emergencias volcánicas de Canarias, para arropar a los evacuados, en su mayoría gente mayor y con problemas de movilidad. Uno no podía reconocerle, lo que llevó a Felipe VI a quitarse la mascarilla para facilitarle las cosas, mientras otra anciana recitaba un poema.
Remedios también habló. Les detalló entre lágrimas el infierno en que se ha convertido su vida. «Mi casa tal vez no era una maravilla, pero era mía. La bodega de mi hermano se ha quemado entera, lo mismo que la viña con granzón de mis primos. Todo se ha perdido», desliza exhausta. Lleva cuatro noches sin pegar ojo en el pabellón de los mayores. Llaman para ir al baño, gritan en sus pesadillas o cantan para ahuyentarlas, «y no paro de darle vueltas a cómo voy a sacar adelante a mis hijos». Ella y los suyos han conseguido un apartamento de una habitación en Tazacorte, fruto de la generosidad de un vecino.
Más información:
La historia de Remedios es, en esencia, la de sus paisanos. Gente como Pedro Martín Rodríguez, que se labró un futuro en una mina de carbón y ahora, a los 97 años, lo ha perdido todo. O de Dominique Masón, un francés que había ido con sus amigos de camping y al que cuando volvió no dejaron ya entrar a su casa. O de Mari Carmen Pérez, trabajadora social de ayuda a domicilio de Los Llanos de Aridane, se ha consagrado a los demás «porque al menos mi hogar sigue en pie, ya veremos por cuánto tiempo».
¿Como se gestiona el dolor de quien lo ha perdido todo? Alicia Pérez Bravo lo explica mientras recorre los 26 kilómetros que separan Santa Cruz de La Palma de Fuencaliente, donde a los desplazados que no han acabado en una residencia de ancianos o en un hospital les trasladan para mejorar sus condiciones. «La gente tiene un límite. No puedes abrumar les echando sobre sus espaldas todo a la vez. Es el hogar perdido, pero también el futuro de soledad que se abre ante ellos. Hay que parcelar los problemas y demostrarles que algunos sí tienen solución, que no han perdido por completo el control. Sólo así consigues mitigar su angustia, con ternura y abrazos». A Alicia le costará olvidar a ese hijo con Parkinson que se reconoce «incapaz» de cuidar de su padre encamado. También a quienes la miraban con recelo al principio, «víctimas de ese prejuicio tan común, que somos un recurso para quien está disparatado».
Publicidad
Su destino es un hotel de cuatro estrellas, el Teneguía Princess, el mayor de la isla, «donde se ha trasladado ya a 80 personas y esperamos llegar a las 150», un oasis en plena Ruta de los Volcanes cubierto por un manto de fecundas plataneras. Pero el escenario no basta para enjugar tanto dolor. Lo saben muy bien Carmen María Rodríguez Arma y sus hermanos Miguel Ángel y José Luis, los tres con pensiones de invalidez, que deambulan aún sobrecogidos por estanques y piscinas. Salieron de su casa en Todoque con dos mudas, el DNI y las medicinas. Su hija ha rescatado algún recuerdo, «pero ya nos hemos hecho a la idea de que no se va a salvar nada», afirma resignada. Han puesto a salvo a los animales: «tres perros, ocho gallinas, un gallo y la tortuga», que ahora esperan a sus dueños en un albergue de El Paso.
Noticia Relacionada
La comida es un buffet libre donde los afectados se reúnen en varios corrillos. «Vecinos de toda la vida y ahora familia en la adversidad», reflexiona Rafa, mientras muestra las llaves de una casa que no volverá a pisar nunca. A su lado, Cristina trata de transmitir su cariño a Lucas, un pequeño al que los últimos acontecimientos no han logrado quitar el apetito. Vive en Las Manchas y a fecha de hoy ignora si las paredes o el techo de su casa han aguantado las acometidas del volcán. «Aquí se necesitan manos y yo soy auxiliar. Prefiero estar ocupada que consumirme pensando qué va a ser de mí».
Publicidad
Rafael es abuelo de Lucas. Su casa está en Puerto Nao, a priori a salvo, pero la deriva de la colada ha cortado la carretera y y ya se ha hecho a la idea de que no podrá volver «en meses». «El domingo todos sentimos un temblor fuerte, luego estalló la fumarola y empezó el 'corre-corre', la Policía repitiendo que no era ningún simulacro. Estábamos avisados, pero como no tenemos coche, sólo contábamos con llenar una maleta. Qué dilema, ¿no le parece?».
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.