Elena, Jennifer y Fernando, impactados por lo que se vive en Ucrania desde que Rusia invadió el país, querían ayudar. Por su cabeza pasó ofrecerse para acoger a niños refugiados pero han acabado formando parte del programa de acogimiento familiar que gestiona Cruz Roja ... para la Gerencia Regional de Servicios Sociales. Ahora, están en un proceso para inscribirse como familias de acogida de niños protegidos, menores que necesitan temporalmente una familia mientras se resuelven los problemas en sus casas.
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«La chispa que salta es Ucrania», admite Elena Somavilla, pero buscando cómo ofrecer su ayuda se encontró con que en España hay otros niños que también necesitan una familia. Como explica Marta Tovar, responsable de Familias de Acogida de Cruz Roja Burgos, los niños que han llegado procedentes de Ucrania no lo han hecho solos, han venido con sus familias, así que no ha habido una necesidad de acogimiento familiar. Pero sí la hay para otros menores que viven situaciones difíciles. «Son muchas las necesidades, todos los días llegan solicitudes de niños para acogida».
Así que Cruz Roja, ante las preguntas de familias burgalesas, ha ido derivándolas al programa de acogimiento familiar, para que canalicen sus inquietudes. Durante las últimas semanas, diferentes familias han estado haciendo el curso de formación y, ya solo por eso, admite Elena, ha merecido la pena. «Estoy muy satisfecha. No sabemos si todos acabaremos siendo padres de acogida pero el curso es muy interesante. Te sirve para tu vida familiar, tus hijos, sobrinos... se aprende mucho». Así que Elena afirma que está muy contenta de haber enfocado su ayuda a la acogida de niños.
Una situación similar reflejan Jennifer Carcedo y Fernando Arce, novatos también en el acogimiento familiar. «Hace tiempo que queríamos hacer la acogida», explica Jennifer. «Nos apetecía pero con el trabajo que tenía estaba muy liada. La niña (Elena) era pequeña...», vamos que no era el momento. Pero estalló la guerra en Ucrania, «nos interesamos y nos reconvertimos», explica Jennifer, que está deseando convertirse en familia de acogida. Ella, Fernando y la pequeña Elena, que con sus casi 9 años está lista para ayudar también.
Jennifer asegura, como Elena, que el curso ya le ha servido para «ser más tolerante, no solo con los niños sino también con los adultos». Aprender a no juzgar, o juzgar menos. Y mejorar la forma de relacionarse con su hija. Además, tras el curso han aumentado las ganas porque «sabes que son niños con problemas pero no te paras a pensar hasta qué punto. La infancia hay que protegerla sobre todas las cosas. Ahora me apetece muchísimo más». Y lo mismo su marido, Fernando, que se confiese muy niñero. «Siempre nos han gustado los niños y esta opción siempre la hemos barajado».
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Elena, Jennifer y Fernando son dos perfiles diferentes de familia de acogida. Elena es familia monoparental, reside en Villadiego y tiene un trabajo estable. Jennifer y Fernando son un matrimonio de Sotopalacios, con una niña, él es agricultor y ella trabaja en una empresa. Dos perfiles distintos que demuestran que cualquier persona puede ser familia de acogida, no hace falta tener pareja, tener hijos propios, vivir en la ciudad. Siempre que se cumplan los criterios del programa, una persona se puede convertir en familia de acogida.
Y vivir en el medio rural aporta un plus, admite también Marta Tovar. Los niños van a tener los mismos servicios, sus necesidades están igual de cubiertas y, además, disfrutarán de las ventajas de los pueblos. Fernando asegura que los niños, en los pueblos, se «asilvestran», disfrutan de mayor libertad y su hija, Elena, tiene multitud de amigos. Además, la experiencia de Marta es que en los pueblos la gente se vuelca con los niños, y la acogida es muy fácil. «Siempre que viene un niño al pueblo, se agradece», apunta Elena.
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Ahora solo queda completar el proceso. Tras el curso, les toca enviar la documentación solicitada y una pasar una entrevista para ser inscritos como familia de acogida. Luego, Cruz Roja se podrá en contacto con ellos para un acogimiento parcial o completo, de un niño o de dos, de niños más mayores o más pequeños... según lo que la familia vea que es capaz de asumir. No se les obliga a nada, porque lo importante es que las familias estén bien y, así, el menor también lo estará. Si se sienten sobrepasadas, al final lo acaba pagando el niño.
Marta Tovar recuerda que el programa es muy abierto. El acogimiento parcial (fines de semana) suele ser una opción «fenomenal» para preadolescentes y adolescentes. Los más pequeños van a un acogimiento completo. Además, el acogimiento siempre es temporal, porque el fin último de los programas de la Gerencia es que los niños vuelvan con sus familias, una vez se hayan resuelto los problemas que le llevaron a salir de casa. «Los niños no son problemáticos, ni son niños no queridos», insiste Marta, sino niños que necesitan temporalmente una familia de acogida.
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