Secciones
Servicios
Destacamos
La entrada sin mayor resistencia de los talibanes en Kabul ha puesto de manifiesto la incapacidad de Estados Unidos y sus aliados en su intento de convertir Afganistán en algo parecido a un Estado moderno tras 20 años de ocupación y tutelaje infructuosos. Una vez ... más ha fallado un intento de implantar en un país del universo musulmán el modelo de sociedad occidental, con sus ropajes democráticos y sus valores característicos. Un fracaso que revela la pérdida de influencia global de las potencias que abanderan ese sistema. ¿Por qué?
La respuesta no es sencilla. De hecho, hay varias explicaciones; casi tantas como diversos son los países en los que se ha pretendido abordar este proceso, bien desde el interior, propiciado por las élites locales occidentalizadas, bien desde el exterior, como el caso de Estados Unidos con Irak o Afganistán ahora.
Ignacio Álvarez-Ossorio
Profesor de Estudios Árabes
«Las sociedades islámicas son difíciles de ahormar, sobre todo por procedimientos coloniales que muchas veces son muy coactivos», observa Antonio Elorza, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Complutense de Madrid. «La sociedad islámica tiene un anticuerpo fundamental y es que su sistema de valores es opuesto en gran medida a los de las sociedades occidentales». Son principios «que tienen el pequeño inconveniente de ser eternos, invariables». Son sociedades «que están blindadas. Incluso cuando en apariencia ha tenido cierto éxito el proceso de modernización y laicización». Como sucedió en Pakistán, «que si viera cómo está el país hoy su promotor», Muhammad Ali Jinnah, «se quedaría horrorizado». Elorza señala el contraste con India. «Los ingleses modernizaron lo que hoy es India y lo que hoy es Pakistán. Ambos países se independizaron a la vez, pero los resultados son completamente distintos, con India, de mayoría hindú, como una democracia que, aunque tiene sus cosas, es avanzada». En Afganistán «se suele olvidar que a fines de los años veinte hubo un sultán seguidor de Kemal Atatürk, no directamente, sino a través de Irán, del sistema de los Pahlevi, que quiso modernizar el país. El intento duró menos que un caramelo a la puerta de un colegio».
En cuanto a «las potencias externas, imponen sus intereses y nunca asumen las entidades de esas sociedades que pretenden modernizar». El método de intervención «norteamericano, en concreto, es un sistema que rechaza totalmente la empatía. Pretende anteponer todo un sistema de vida, pero en absoluto se propone la integración. Se propone la dominación».
Jesús A. Núñez
Codirector de IECAH
En este sentido, Jesús A. Núñez, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), considera que, «sin decir 'a priori' que es imposible crear sistemas democráticos y estados de derecho donde los derechos humanos pinten algo» en estos países, «el hecho es que, cuando nos vamos a los ejemplos concretos como Irak o Afganistán, resulta que el enfoque fundamental para eso que llaman 'nation building' ha sido militarista». No es que los musulmanes sean «inmunes a la democracia», señala. «Es que cuando se ha querido imponer por vía militar y usando esquemas militares, y se ha olvidado el componente social, político y económico, el fracaso está garantizado».
Suele argumentarse que es difícil modernizar sociedades que se rigen por esquemas tribales. «¡Nuestras sociedades también fueron tribales! Todas lo han sido», tercia Núñez. «Necesitan tiempo, son multilaterales y son multidimensionales. Pero no se hace con tiempo. Se intentan organizar elecciones a la carrera cuando no hay sociedad civil ni medios de comunicación independientes. Y se hace siguiendo los intereses de un país, la potencia dominante en cada momento, sin atender a lo que piensen otros».
María López Belloso
Doctora en Derecho Humanos
María López Belloso, doctora en Derechos Humanos por la Universidad de Deusto, que ha centrado sus investigaciones en el Sáhara Occidental, señala que los intentos de trasladar modelos occidentales a estos países «básicamente no funcionan porque son procesos impuestos. No surgen de un proceso interno de los propios países de fortalecimiento democrático y sus estructuras locales». Son fases que se aplican «de arriba abajo en contextos culturales radicalmente distintos que no se tienen en cuenta. Se pretende implantar funcionamientos y dinámicas que no son propias de las culturas en las que se están tratando de instaurar».
Además, «se intenta desarrollar solo la parte de las sociedades occidentales que interesa» a las potencias dominantes. Su intervención no es altruista: sirve «para conseguir sus objetivos». «No hay una inversión real en procesos de culturización, educación, fortalecimiento democrático. Simplemente intentan instaurar aquellos mecanismos útiles para conseguir lo que ellos quieren».
La no comprensión de la dimensión cultural e histórica «lleva a cometer todos los errores imaginables», apunta Emilio Sáenz-Francés, profesor de Historia y Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia Comillas Icai-Icade de Madrid. «El error de Occidente, y fundamentalmente de Estados Unidos, el país con más voluntad y capacidad de intervenir en distintos lugares del mundo, es creer que los parámetros culturales, políticos y sociales de Occidente son fácilmente exportables» a cualquier lugar, «sin ningún tipo de comprensión de su historia y de su cultura», apunta. «Eso ha llevado a fracasos descomunales».
En el caso de Afganistán, «Estados Unidos ha sido incapaz de hacer lo que sí pudo llevar a cabo en Japón tras la Segunda Guerra Mundial: darle la vuelta como un calcetín a una sociedad y promover el surgimiento de una nación equiparable en muchos aspectos a una occidental».
Antonio Elorza
Profesor de Ciencias Políticas
Para Ignacio Álvarez-Ossorio, profesor titular de Estudios Árabes e Islámicos en la Complutense, «el problema principal es intentar aplicar esquemas occidentales en un mundo completamente diferente. Más aún en el caso de Afganistán, que tiene sus propias particularidades desde el punto de vista religioso, cultural y étnico». Tratar de introducir un modelo que ha triunfado en países occidentales, «con una realidad distinta, e intentar imponerla por la fuerza militar, hace que estos modelos no tengan mucho recorrido». La propia población local «los ve con desconfianza».
Se pone el énfasis en el esfuerzo militar y «en el entrenamiento de un ejército nativo, pero no en contar con socios locales que compartan unos mismos planteamientos». Porque en muchos casos «los socios con lo que se tiene que contar son 'señores de la guerra', como ahora en Afganistán», destaca Álvarez-Ossorio. Estos caudillos «no comparten unas normas básicas en torno a lo que son los principios democráticos» que se quiere instaurar.
Emilio Sáenz-Francés
Historiador
Los procesos de modernización pueden partir de las élites internas o de intervenciones externas. Pero también están los movimientos como la Primavera Árabe, una serie de protestas que se desencadenaron en una docena de países entre 2010 y 2012 con desigual fortuna (éxito en Túnez, fracaso total en Libia...). ¿Por qué? «Fueron revoluciones sin líderes, no había tampoco un programa común que compartiesen», explica Álvarez-Ossorio. El fin común «de las poblaciones que se levantaron era su hostilidad ante los regímenes autoritarios. Eran revueltas anti Mubarak, anti Ben Ali, pero más allá de eso no había un 'pegamento' que uniera a todos los elementos que formaron parte en los diferentes levantamientos».
El problema era «buscar un programa de acción común que compartieran elementos muy diferentes, que van desde grupos de carácter islamista hasta grupos prodemocráticos, o a partidos de izquierda que habían estado muchas veces en la clandestinidad. ¿Qué unía a todos ellos? La hostilidad hacia el dirigente de turno». Pero, una vez caído el gobernante, en muchos casos no «hubo un programa de acciones compartido que emprender».
Irak, sumido en el caos La caída de Sadam Husein, ejecutado en 2006, y la retirada de las tropas estadounidenses en 2011 dio paso a una situación continua de guerra e inestabilidad.
Libia, fugaz primavera Libia fue escenario de una de las protestas conocidas como Primavera Árabe. Derrocado y asesinado Gadafi, el país vivió dos guerras civiles.
Túnez, del éxito a la crisis Tras el derrocamiento de Ben Ali en la Primavera Árabe, Túnez está considerado como el único país de la región con democracia, ahora en crisis política tras un golpe presidencial.
La toma del poder en Afganistán por parte de los talibanes ha puesto de nuevo el foco en la situación de las mujeres en el país. «Que tampoco había cambiado tanto en estos 20 años», observa Álvarez-Ossorio. Formaron «parte de la narrativa que se usó para 'vender' la intervención de la OTAN y Estados Unidos, contando que uno de los objetivos era proteger a las mujeres. Luego ves las estadísticas y resulta que su situación ha cambiado bien poco. En los principales núcleos urbanos probablemente sí. Pero es una sociedad muy rural, un ámbito muy conservador y tradicional, y ahí la mujer sigue estando sometida a unas normas patriarcales».
Con la llegada de los talibanes la preocupación de Occidente va a ser estabilizar la zona, y la preocupación por las mujeres pasará a un segundo plano. Así lo apunta María López Belloso: «Lo que más les va a importar a los demás países ahora es cómo estabilizar la región y las relaciones con el nuevo régimen. Más que víctimas colaterales, en realidad las mujeres siempre son las víctimas directas». Ahora mismo se está hablando mucho de las afganas, «pero me temo que esto va a ser una preocupación pasajera, hasta que haya otra preocupación nueva».
La situación de las mujeres «solo interesa cuando va a dar un titular llamativo, pero no hay una preocupación real por ellas», añade. ¿Un ejemplo? «En el Sáhara Occidental tenemos el caso de la activista Sultana Khaya, que lleva más de seis meses en situación de hostigamiento y arresto domiciliario sin ningún tipo de justificación y las potencias occidentales no hacen nada, ni siquiera romper el bloqueo informativo». En todo caso, también es verdad que ha habido «mucho trabajo de base en varios países. Hay un montón de sociedades árabes, como Egipto o Siria, en las que las mujeres han hecho un esfuerzo por intentar fortalecer su papel en la sociedad, pero han tenido muy poco apoyo esos movimientos de base y estamos en un contexto nada favorable para ellas».
No solo allí, aclara, sino aquí mismo «con un discurso anti-ideología de género que lo único que hace es poner más difícil los procesos de apoyo y empoderamiento de esas mujeres». Un ejemplo «muy claro son las reacciones hostiles que ha habido en las redes sociales a iniciativas como las de promover la acogida a mujeres afganas».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.