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Arturo Checa
Valencia
Viernes, 21 de julio 2023, 09:53
A las 16.45 horas un taxi de Ciudad Real frena ante las puertas de la cárcel de Herrera de la Mancha. El parking junto a la autovía de Valencia a Extremadura A-43 esta desierto. Los camiones de mercancías rugen. Sopla un abrasador viento ... de poniente. Entre las rejas del presidio manchego paga su pena José Bretón, el desalmado asesino de los dos niños de Córdoba. Miguel Carcaño, el silente homicida de la joven sevillana Marta del Castillo. Un puñado de sanguinarios etarras. Criminales a los que el pasajero del taxi conoce muy bien.
Viaja en el asiento del copiloto. De pelo entreverado por las canas y asomándose a los 60 años. Rostro y brazos macilentos. Espera unos minutos antes de bajar. Observa desconfiado a través del cristal a dos personas que aguardan junto a la verja de acceso a la prisión. Aún no sabe que son reporteros. Abre la puerta con aire tranquilo. Mirando al suelo. «Joaquín, ¿podemos hablar contigo? Somos periodistas…». Y su cara se transforma. El rostro del mayor asesino en serie de la historia reciente de España se torna agrio.
Muestra sorpresa. Se diría que asco. Joaquín Ferrándiz gira la cabeza para no ser captado por la cámara. No quiere que su rostro se vea. Pretende volver a la sociedad. Pasar desapercibido aunque sus planes sean irse a vivir al extranjero. Hace un gesto de desaire con su brazo derecho. Con la misma mano con la que en los años 90 acabó con la vida de cinco mujeres en Castellón de manera fría, calculada y descarnada. Y este periódico capta la primera imagen del homicida 24 años después de ser condenado por su rosario de crímenes.
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Ni una palabra. Ni una disculpa hacia las familias de las víctimas. Ni un gesto de pesar o arrepentimiento. Joaquín Ferrándiz no contesta a una sola de las preguntas de este diario. «¿Algo que decir a los parientes de las mujeres asesinadas?». «¿Te arrepientes de lo que hiciste?». «¿Cómo te sientes ante tu próxima libertad? Mutismo. Impasibilidad. Frialdad. «No sé ni qué cara tenían las víctimas», fue la descarnada frase que lanzó a una criminóloga durante una entrevista entre rejas cuyo audio fue emitido hace unas semanas por TVE.
El quíntuple asesino en serie regresa poco antes de las cinco de la tarde a Herrera de la Mancha tras disfrutar de su último permiso de tres días. Apenas 48 horas antes de quedar libre el sábado, cuando las puertas de su celda se abrirán para siempre tras pasar el máximo tiempo en prisión que permite el ordenamiento jurídico español: 25 de los 69 años de prisión que le impuso la Audiencia de Castellón. «¿Quién es ese hombre?», pregunta una anciana que contempla la escena cuando acude con unos familiares a visitar a un pariente preso. «¡Ayy, válgame Dios, gente así no debería dejar nunca la 'trena'», opina al conocer su identidad.
Ferrándiz recorre a pie los escasos 25 metros que separan el taxi de la garita de control de la Guardia Civil. Viste una camisa blanca con rayas negras verticales, pantalón vaquero gris oscuro y unas zapatillas Nike blancas escrupulosamente limpias. «Es un hombre muy meticuloso», aseguran los que lo han conocido en la cárcel. Ya lo demostró en sus cruentos crímenes. Ha engordado respecto a la imagen que lucía 24 años atrás, cuando fue enjuiciado por sus asesinatos. Entonces tenía 35. En su mano izquierda lleva el documento que atestigua su estancia de permiso. No deja de dar la espalda a la cámara. Los guardias civiles que custodian el acceso abren una ventanilla de comunicación cuando se acerca. Comprueban el papel que Ferrándiz les entrega. El quíntuple asesino espera impaciente. Tenso por la presencia de la prensa. Cuando los guardias le dan la luz verde abre una pequeña puerta metálica que chasquea al cerrarse. Y el homicida en serie se pierde por el pedregoso patio de tierra de la prisión.
El mismo que el sábado desandará para no volver a entrar. Con la mente puesta en viajar a un país del extranjero para perderse en el anonimato de otras tierras. Ferrándiz centrará el día de hoy en culminar el papeleo ante su libertad de mañana. En su regreso este jueves a la cárcel no hizo acto de presencia la ONG de reinserción de presos en cuyas instalaciones se ha alojado durante la media decena de permisos que ha tenido en los dos últimos años. «Muchas veces han venido a por él cuando ha salido», apunta un funcionario de Herrera de la Mancha. Es posible que el sábado también acudan a acompañarlo, en un día que se espera un notable revuelo por la presencia de decenas de medios de comunicación a las puertas de la prisión. Y Ferrándiz, a quién hoy se le pone cara, se camuflará en el anonimato de una nueva vida.
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