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Una (o varias) malas decisiones, una adicción, un revés personal, la pérdida del trabajo, un problema mental no atendido, una crisis económica, una pandemia... y te quedas en la calle. En la vida, las cosas nunca son blancas o negras, existe una amplia gama de ... grises. Y mucho menos en la compleja problemática de las personas sin hogar, una realidad que socialmente preferimos mantener oculta, escondida, pues evidencia que nuestra sociedad avanza, democrática y solidaria tiene importantes fisuras, y nos corresponde a nosotros, ciudadanos, sellarlas.
Quico y Javier lo saben muy bien. Son usuarios del programa para personas sin hogar de Cáritas Burgos, a cuyos responsables y voluntarios les están muy agradecidos por la ayuda prestada, exigente pero empática. «Nadie quiere llegar a esta situación», admite Javier, quien reconoce que llegó «muy mal, hecho polvo mentalmente». En la calle, la gente se cuenta que Cáritas te puede echar una mano y, a veces, no queda otra alternativa que pedir ayuda. Eso sí, no es fácil. Y es que pedir ayuda supone, en la mayoría de los casos, reconocer un problema.
Javier ha tenido siempre problemas de alcoholismo, algo que ha condicionado toda su vida. «Mi familia está harta de mi comportamiento, porque no he asumido ninguna responsabilidad», reconoce, pero ahora está dispuesto a trabajar para superar su adicción. «Me costó muchísimo reconocer mi problema de alcoholismo. Me han ayudado en Cáritas y los agentes sociales. Me han dicho, Javi, tienes un problema. No es fácil pedir ayuda, ni dejarte ayudar», explica, pero él ahora está pendiente de ser derivado al CEIS (Centro de Integración Social) y abordar su adicción.
Quico tiene muy claro que «es importante querer que te ayuden y dejase ayudar. Cuando pides ayuda y te dejas ayudar, la solución es más fácil». En su caso, llegó a Cáritas cuando se quedó sin recursos, primero «por encapricharse de una mujer» y, después, porque puso un negocio con un amigo, «que no es amigo porque se ha quedado con ello», expone. Eso sí, no duda en insistir en que su paso por Cáritas es temporal, porque tiene «apalabrado» un piso que ocupar a principios de noviembre. El albergue «no es mi vida, yo aquí me agobio», explica.
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Patricia Carro
Una forma de afrontar la situación muy positiva, reconoce David Polo, responsable del programa de personas sin hogar. «Nosotros trabajamos el problema desde una perspectiva sociocrítica», explica. Evidentemente, hay una parte de crítica a la sociedad, que excluye a individuos, que les descarta y les priva de los derechos más elementales. Sin embargo, «también damos caña a la propia persona». Se trata de que no se escuden, para justificar si situación, en que la sociedad es la única responsable. «Tú tienes que hacer esfuerzos en tu competencia personal», como ayuda y acompañamiento.
Del mismo modo, la sociedad y cada uno de los individuos que la conformamos debemos ser autocríticos. En la marcha hasta la Junta realizada el pasado jueves, se toparon con una persona que les dijo «si queréis vivienda, poneros a trabajar»... Evidentemente, la realidad es mucho más compleja. «Cuánto cuesta explicar las mochilas que llevamos las personas», porque todos tenemos problemas y un bagaje, pero en algunos casos esa mochila se ha convertido en un lastre y hay que trabajar para adelgazarla.
Cáritas Burgos ha detectado un agravamiento de la problemática de las personas sin hogar, derivada de la pandemia de la covid-19. Los confinamientos y las importantes consecuencias económicas de la crisis sanitaria han hecho que gente acabe en la calle, que se vea excluida incluso cuando nunca antes había estado ni siquiera en riesgo. Por eso se ha notado un aumento de la demanda de ayuda y de los recursos que ofrecen tanto Cáritas como Fundación Lesmes.
Además, en los momentos más duros de la pandemia, se hizo un gran esfuerzo por no dejar a nadie de lado. Así lo reconoce también Quico, que recuerda cómo se habilitó el seminario cuando el albergue no podía atender todas las demandas en el primer confinamiento. «Cuántas personas en sus propias casas hubieran querido tener esa libertad que teníamos nosotros. Patio, gimnasio, sala de cine, habitación individual...»
Fue un esfuerzo colectivo, recuerda David Polo, en el que participaron el Arzobispado, el Ayuntamiento, los servicios de limpieza, los bomberos, servicios sociales y la asistencia sanitaria. También los voluntarios, muchos nuevos y del ámbito sanitario, que se volcaron para proteger a un colectivo especialmente vulnerable, y que consiguió pasar el trance sin contagios. «En el momento, estábamos trabajando a piñón, con miedo, pero ahora me emociono cuando lo pienso», admite. «Fue la decisión acertada».
«Es muy fácil juzgar cuando no lo has vivido», apunta Quico, quien admite que algunas veces es peor la presión social que otros condicionantes. Por ese motivo, también es difícil pedir ayuda, aunque en Cáritas «el acogimiento es muy bueno». En su caso, no solo le han prestado ayuda para disponer de un alojamiento y comida, sino también para realizar gestiones y trámites, pues el acompañamiento que realizan es muy amplio y variado. «Lo importante es que en Cáritas intentan solucionar un problema», pero hay que poner de tú parte.
Por todo ello, en el Día de las Personas sin Hogar, Javier pide más empatía a la sociedad. «Un poco de comprensión, de apoyo, porque no dejamos de ser personas. Hemos tenido una serie de problemas en la vida, pero tenemos unos derechos. Enfrentarnos a la sociedad no es fácil después de las adicciones o los problemas de cada uno. Les pido que se pongan en nuestra piel», insiste, y por eso valora tanto el trabajo de la gente de Cáritas, que no juzga, respeta al individuo pero también le exige un compromiso.
David Polo recuerda que el programa trata de acompañar a los usuarios tanto en sus necesidades más básicas como en trámites burocráticos, por ejemplo. Eso sí, siempre se tiene en cuenta un principio de autonomía personal. Si la persona rechaza la ayuda, o rechaza uno de los recursos, aunque se trabaje con ella, no se fuerza nada. «Somos oferta y motivación de cambio, pero la persona tiene que decidir. Debe existe un equilibrio entre la libertad, la opción personal, la asistencia y los derechos humanos», que a veces no se entiende en la sociedad.
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