El cuidado de la piel del rostro empieza por una buena limpieza diaria. ¿Sabías que es un paso indispensable en tu rutina cosmética? El experto en dermocosmética, Alberto León, explica por qué es tan importante y el paso a paso para hacerlo correctamente.
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La limpieza es el proceso que ayuda a retirar la suciedad de nuestra piel para mantenerla limpia y sana. La piel está expuesta a múltiples factores como la radiación solar, la polución y las partículas en suspensión, que actúan comprometiéndola al acelerar el envejecimiento, la irritación y la sensibilidad. Por otra parte, la piel produce sebo para mantener nuestro manto hidrolipídico (capa protectora y superficial de la piel) en perfectas condiciones, pero un exceso de sebo en pieles grasas puede resultar perjudicial ya que da lugar a la aparición de brillos indeseados o de acné, y la limpieza nos ayudará a mantenerlo controlado.
Porque para conseguir una limpieza completa en un solo paso necesitaríamos agentes detergentes muy potentes que alterarían nuestra función barrera causando irritación y malestar. Por esa razón es adecuado el uso de la doble limpieza, ya que resulta efectiva y amable con nuestra piel.
Por eso el agua por sí misma no es sufiente. Y es porque no tiene la capacidad de despegar la suciedad adherida a nuestra piel por falta de afinidad química con los residuos. Necesitamos de la acción de componentes grasos o de tensioactivos que permitan despegar esa suciedad por afinidad, para que después, a través de la acción del enjuague se solubilice en agua y acabe cayendo por el lavabo.
Existen dos tipos de limpiadores que explicaremos enseguida, pero antes debemos tener en cuenta algunos factores importantes. Las fórmulas limpiadoras deben ser respetuosas y amables con nuestra piel, es decir, que limpien profundamente sin alterar el manto hidrolipídico cutáneo para que la piel esté confortable y no tengamos sensación de tirantez o irritación.
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En primer lugar están los limpiadores oleosos, que son aquellos capaces de retirar maquillaje, protección solar y el exceso de sebo. Están compuestos por ceras, mantecas y aceites que favorecen el arrastre de residuos oleosos gracias a un principio básico de la química que se conoce como «semejante disuelve a semejante». Podemos encontrar estos limpiadores en formato bálsamo, manteca, aceite de limpieza e incluso, en formato agua micelar.
En segundo, podemos encontrar los limpiadores acuosos que son los típicos jabones faciales que generan espuma (o no) gracias a la acción de sus ingredientes principales, los tensioactivos. Estos no son muy eficaces a la hora de retirar maquillaje, pero sí eliminan con efectividad los restos que el limpiador oleoso no ha sido capaz de retirar para tener una piel limpia y bonita. Se pueden encontrar en formato sólido, líquido, tipo bálsamo e, incluso, en formato mousse, pero siempre debemos fijarnos en que estén indicados para el cuidado facial.
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De la combinación de ambos tipos nace el importante concepto de la doble limpieza, que consiste en utilizar primero un limpiador oleoso sobre la piel seca y después un limpiador acuoso sobre la piel húmeda, es decir, una limpieza en dos pasos. Esta práctica se recomienda de manera general en la rutina de noche para ir a descansar con la piel limpia y confortable. Por el día, sería suficiente con el limpiador acuoso para retirar las secreciones que nuestra piel general por la noche al igual que la acumulación de partículas y microorganismos.
Después de la limpieza, podemos potenciar la higiene facial gracias a la exfoliación, que nos ayudará a conseguir una piel limpia, sin puntos negros y sin impurezas. Esta podrá ser diaria a través del uso de exfoliantes suaves (lociones ácidas, sérums, cremas…), o semanal gracias al uso de exfoliantes más potentes (exfoliantes físicos adecuados, ampollas ácidas, sérums, discos, o mascarillas).
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•Elimina las impurezas que obstaculizan el funcionamiento de los productos cosméticos favoreciendo la eficacia del tratamiento.
•Evita la proliferación de microorganismos y disminuye la irritación y las sensibilidades.
•Mejora el aspecto de la piel para que luzca sana, bonita y radiante.
Comenzar la casa por los cimientos será la clave del éxito para conseguir una estructura fuerte y estable, y esto se asemeja a nuestra piel, debemos comenzar con una correcta limpieza para conseguir resultados que se traduzcan en una piel sana, bonita y saludable. Con todos estos consejos, ya no hay excusa para vencer a la pereza y realizar nuestra higiene facial.
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