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Francisco del Amo Zarco es el pura sangre de las donaciones. Nacido hace 67 años en Socuéllamos (Ciudad Real) y afincado en Burgos, este albañil jubilado alcanzó el pasado martes las 500 donaciones, un récord en España y en Europa y sólo superado por un ... estadounidense de Texas, «pero el americano ese cobra, jajaja», advierte con una risotada Paco.
Del medio millar de pinchazos, un centenar han sido para extracción de sangre (el máximo anual es de cuatro) y el resto para plasma y plaquetas. En su última donación, la número 500 que protagonizó rodeado de cámaras y micrófonos por la expectación mediática, reconoce que se puso más nervioso que en la primera, que guarda bien grabada en la memoria. Tenía 20 años y su madre, Luisa, le llevó a donar «casi de las orejas», recuerda. «Mi madre era donante, lo que en los años 70 tampoco era muy habitual, y cada vez que el autobús de la sangre venía al pueblo ella se iba para allá. Un día me pidió que la acompañara, pero le di largas. Ella insistió, insistió e insistió y se puso tan pesada que al final me convenció. Así que fui a donar y me encontré con la agradable sorpresa de que ni daba tanto miedo ni la cosa era tan grave».
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Gracias a que Luisa le 'pinchó' con su maternal matraca, Paco lleva 'enganchado' a la solidaridad roja casi 47 años, en los que ha repartido generosidad a borbotones. Su sangre del grupo O+ (puede donar a todos menos a los O-) ha ayudado a salvar vidas en accidentes de tráfico, cirugías, salas de parto, unidades de oncología, de quemados... «Cuando sabes todo lo que significa una donación de sangre, hasta da coraje no donar. Cuesta muy poco y se consigue mucho», afirma.
Nuestro pura sangre número 1 es también el presidente de los donantes de Burgos y de Castilla y León. En su tierra adoptiva, su labor de persuasión (por algo lleva en las venas la sangre 'insistente' de Luisa) ha disparado el número de donaciones, de manera que si la media nacional ronda las 35 donaciones por mil habitantes «en Burgos estamos en las 60».
En 2022, más de 1,1 millones de personas acudieron a donar sangre en España, solo el 4% de la población que puede hacerlo. «Ojalá fueran más porque la sangre no sale de los árboles», dice Paco. Él sigue sintiéndose «el hombre más feliz del mundo» cada vez que extiende el brazo. «Cuando vuelves a casa la satisfacción es enorme. Vas caminando con una sonrisa íntima. No es algo que cuentes a nadie ni grites por ahí, es algo que va por dentro y la sensación es muy reconfortante, hasta te sube el estado de ánimo». Paco bromea con que, de tantos pinchazos, tiene un callo en la vena «de la repera» y compara ese instante con una «pequeña picadura de mosquito» ¿Y qué diría a los que se resisten? «Antes les decía, venga regálame una donación y prueba al menos una vez, pero ahora les digo regálate tú una donación y disfruta con la sensación que se siente sabiendo que ese pinchazo puede salvar una vida».
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