Una estadística oficial, el Informe de Consumo Alimentario, desveló el misterio. Todos los españoles tenían claro que, debido al confinamiento, los toques de queda, el teletrabajo, el cierre de discobares y las restricciones horarias a la hostelería, el año pasado habían gastado menos dinero en ... comida y bebida. Hoy sabemos que, el español medio, al tener que renunciar a muchos menús del día, cañas 'afterwork' y cenas y aperitivos de fin de semana, se ahorró 184 euros. Y ahorro es la palabra, porque ni comió ni bebió menos, lo que ocurre es que al hacerlo en casa le salió bastante más barato. De hecho, ingirió 19 kilos o litros más de productos que en 2020, pero se gastó un 7,2% menos.
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Los hábitos de consumo, como destacó el ministro de Agricultura, Luis Planas, sufrieron un cambio radical debido a las limitaciones sociales por el coronavirus. Cada español consumió 774 kilos de alimentos y bebidas, un 2,1% más que un año antes, pero tomó un 11% adicional en casa y un 38% menos en la calle.
Esta torsión de las costumbres no fue lineal. Hubo tres momentos clave. Abril, el corazón del confinamiento, con un 30% de aumento del consumo en el hogar. Agosto, el espejismo de la normalidad, cuando no se distinguen las cifras de 2020 de las de 2019. Y finales de octubre, cuando la vuelta a un encierro moderado por el temor a la terrible segunda ola trajo otro ascenso del 15% del consumo domiciliario.
Las famosas curvas y picos de expansión de la covid tuvieron su reflejo en despensas y neveras. De los 689 euros que invertimos en 2020 para llenarlas la mayoría se gastó en el primer semestre, en compras pandémicas compulsivas de fondo de armario, con notables aumentos de harinas y bases de pizza, pescado congelado, garrafas de aceite, sacos de patatas, kilos de legumbres y hortalizas y frutas en conserva. El ciudadano medio también previó el aumento de horas de sofá con doble o triple ración de frutos secos, chocolate, café e infusiones.
Con la segunda parte del año volvió la cuasinormalidad, con la abundancia de los pedidos de frescos (carne, pescado, frutas y verduras, huevos) y de algunos caprichos caseros como los mariscos. Los súper y los híper siguieron siendo los abastecedores mayoritarios, aunque con caídas, y el gran despegue fue el de la compra por internet, que creció un 61,5%. La tienda tradicional, la que ayudó a muchos ancianos e impedidos del barrio con las entregas a domicilio, solo mejoró un poco, unos tres puntos más que la media. Las comunidades que más consumieron en casa fueron las de la mitad norte, además de la valenciana, Baleares y Murcia.
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La estadística de Agricultura también puso cifras a la debacle de la hostelería. Cada español consumió 26,52 kilos menos de alimentos y aperitivos y 58 litros menos de bebidas en este tipo de negocios que un año antes, lo que se traduce en 393,1 euros menos de gasto por persona. La caída fue mayor en las bebidas que en las comidas, lo que Luis Planas atribuyó sobre todo al cierre de barras y discotecas.
Pero siempre alguien se salva de la quema. En este caso fueron el subsector de las comidas a domicilio, que duplicó sus ventas, y las tiendas de 24 horas y de gasolineras, que triplicaron su peso en las ventas totales de comidas y bebidas.
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La alteración de las rutinas diarias y laborales también tuvo su reflejo en los hábitos culinarios y alimentarios. Los españoles dedicaron más tiempo a cocinar que en años anteriores y ese sobresfuerzo se notó especialmente en las comidas de entresemana y en las cenas de sábados y domingos. Las técnicas culinarias principales siguieron siendo la plancha, las ensaladas y la cocina hervida o al vapor, pero se dispararon los platos más elaborados, como guisados o asados. El tercer cambio de hábitos fue el diseño de las comidas y cenas, en las que se abandonó muchos días el plato único y volvieron los menús completos -primero, segundo y postre- y con ellos un rasgo muy mediterráneo, las sobremesas, con un aumento del 34% en los días que se sirvió café.
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