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En los ordenadores de la Agencia Española de Meteorología (Aemet), que lanzan una alarma cada vez que una estación bate un récord de temperatura, estos días no dejan de sonar los avisos. «Máxima en Orense, 43,3 grados el miércoles», empieza la enumeración el meteorólogo de la Aemet Cayetano Torres. Y la lista continúa. Valladolid, Coria, Guadalajara o Zamora, todas por encima de los 40 grados, han superado en la última semana sus registros históricos, aunque el récord nacional lo mantendrá el municipio cordobés de Montoro, 47,4 grados a las 17 horas del 14 de agosto del año pasado.
En Madrid, ninguna noche había sido tan cálida como la del jueves al viernes, cuando en el Retiro se registraron 26,2 grados. Al norte, al sur, al este y al oeste, España se abrasa bajo una sofocante ola de calor, un fenómeno frecuente (sí, siempre ha hecho calor en verano), pero que en las últimas décadas se ha vuelto más agresivo hasta convertirse en una amenaza para la salud pública.
Desde la segunda mitad del siglo XX y, sobre todo, desde 1980, el cambio climático está alumbrando un nuevo tipo de ola de calor. El físico del CSIC y de la Universidad Complutense David Barriopedro, experto en fenómenos climatológicos adversos, cuenta que «el calentamiento global provoca extremos más cálidos e intensos, una mayor probabilidad de superar un umbral de temperatura de ola de calor (por ejemplo, 40 grados) y más opciones de que ese umbral se supere durante más tiempo (mayor duración de olas de calor)». Es decir, debido al calentamiento global, «la misma situación meteorológica provoca hoy olas de calor más intensas, más duraderas y más tempranas (como ocurrió este año en junio) e implica un alargamiento del verano», apunta este climatólogo. Los expertos consideran que cada año, el verano se prolonga un día.
Las olas de calor que han afectado a la Península, Baleares y Canarias
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*No hay datos de todos los años desde 1975 hasta 2022. Los años en los que no hay datos suficientes están vacíos.
Fuente: AEMET, EP Data
L. CARVAJAL
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*No hay datos de todos los años desde 1975 hasta 2022. Los años en los que no hay datos suficientes están vacíos.
Fuente: AEMET, EP Data
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Las olas de calor que han afectado a la Península, Baleares y Canarias
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*No hay datos de todos los años desde 1975 hasta 2022. Los años en los que no hay datos suficientes están vacíos.
Fuente: AEMET, EP Data
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*No hay datos de todos los años desde 1975 hasta 2022. Los años en los que no hay datos suficientes están vacíos.
Fuente: AEMET, EP Data
L. CARVAJAL
Las olas de calor duran ahora ocho o nueve jornadas (en 2015, España sufrió una ola de calor de 26 días), cuando entre 2000 y 2010 lo normal es que no fueran más de cuatro, según los datos de Aemet. Además, ya nadie se libra, ni las comunidades del norte, antes un oasis en el desierto. «Las olas afectan a todo el país y alcanzan temperaturas más altas, un grado o grado y medio más que en las décadas anteriores», subraya Cayetano Torres. La Aemet pide a los ciudadanos, especialmente a los más vulnerables, que se cuiden. «Los centros de mayores deben tener aire acondicionado, pero en general, sabemos que el alto precio de la energía no ayuda a refrigerar las casas o las residencias», dice Torres, antes de recordar que «el frío mata en dos horas, el calor, en diez minutos».
Para una parte de la población, las olas de calor son una incomodidad que se combate con más aire acondicionado o con más horas de playa y piscina. Para otras personas, sin embargo, es una condena a muerte. En 2021, España registró 1.298 fallecimientos por el calor; en 2020, 2019 y 2018, se rondaron los 1.400 decesos y entre 2015 y 2017, la media de muertes superó las 2.000, según los datos del Informe Momo 'Estimaciones de la mortalidad atribuible a excesos de temperatura en España', elaborado por el Instituto Carlos III. El máximo se remonta a 2003, con 12.804 óbito.
«Los mayores, los niños, los inmunodeprimidos o las personas trasplantadas son los grandes perjudicados por el cambio climático», asevera Joan Carles March, profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. «La exposición a altas temperaturas puede causar malestar, confusión, desorientación o pérdida de conciencia y puede llegar a provocar el fallecimiento», indica March. Y desde el punto de vista sanitario, las olas de calor representan otro clavo para los sistemas de salud. «Un mayor número de personas afectadas por el calor supone un aumento de la presión en la Atención Primaria y en las urgencias, que ahora mismo ya están saturadas por la covid-19», avisa este especialista.
La responsabilidad del hombre en el calentamiento global, causado sobre todo por la quema de combustibles fósiles, es muy alta. «Todos los estudios de olas de calor indican un claro papel de las actividades humanas. En la actualidad, aproximadamente el 75% de los extremos cálidos que se producen en el planeta están relacionados con el cambio climático. La intensidad de algunos eventos ha sido tan excepcional que hubieran sido virtualmente imposibles sin calentamiento global», subraya Barriopedro.
¿Se puede hacer algo para frenar, o retrasar lo máximo posible, este futuro casi apocalíptico de olas de calor? En Greenpeace han ampliado el enfoque y, además de la prevención, resaltan la importancia de mitigar los efectos. «Hasta hace diez o quince años, poníamos el foco en la reducción de las emisiones de C02, en dejar de usar gas y petróleo y en aumentar las energías renovables», recuerda Pedro Zorrilla, portavoz de Cambio Climático de la organización ecologista. «Ahora, por supuesto», continúa, «seguimos queriendo cambiar un modelo socioeconómico que afecta a la biodiversidad y a los seres humanos y que agrava las injusticias sociales, pero también insistimos en la adaptación (aire acondicionado en las casas no solo de los ricos, sino de toda la población) porque todo esto ya está aquí».
Zorrilla lamenta que las predicciones de los científicos, que auguraban que los fenómenos extremos se dispararán durante el siglo XXI, se hayan adelantado décadas y que la intensidad de las olas de calor, de las sequías y de las inundaciones afecte ahora a todos los puntos del planeta, desde el Ártico hasta Australia.
Las olas de calor aumentarán proporcionalmente con la magnitud del calentamiento global, y en general, todos los eventos extremos experimentan mayores aumentos que los moderados, cree David Barriopedro. «Todo ello implica que la única manera de contener la situación es limitar el calentamiento global eliminando las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero».
Si se mantiene la actual tasa de calentamiento global, advierte el científico del CSIC, «a finales del siglo XXI, algunas regiones del planeta, incluyendo países vulnerables de regiones tropicales y subtropicales, se aproximarían a un estado casi permanente de ola de calor (bajo los estándares actuales), y en extratrópicos experimentaríamos megaolas de calor con una intensidad sin precedentes. En España, veríamos varias olas de calor persistentes todos los veranos, y cada vez más tempranas». Su conclusión invita a reflexionar: «La peor ola de calor registrada hasta la fecha se convertiría en la norma».
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Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Clara Alba, Cristina Cándido y Leticia Aróstegui
Javier Martínez y Leticia Aróstegui
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