«No se equivoque, éste es un trabajo cada vez menos romántico». Lo dice Enric Vilamajó, que es también profesor de Criminología en la Universidad Abat Oliba-CEU y en la Uned. Si en algo coinciden quienes viven de esto es en la idea estereotipada ... que se tiene del oficio, más cercana al Philip Marlowe de las novelas de Raymond Chandler que al consultor de servicios generales que es en realidad.
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Sandra Álvarez recuerda uno por uno los 180 créditos que tuvo que obtener en la Juan Carlos I para sacarse el título superior. «Derecho, Criminología, asistir a clases prácticas con abogados, con policías, con otros detectives. No paré». Tres años de estudios que están a punto de convertirse en 4 -grado- y donde no se alcanza la meta hasta que el Ministerio de Interior otorga la habilitación.
Dedicarse a la investigación es una carrera de fondo. Los despachos que buscan sabuesos quieren gente especializada. Que entienda, por ejemplo, de administración de empresas y auditorías para destapar fraudes económicos. También hacen falta profesionales familiarizados con las nuevas tecnologías, ingenierías técnicas que aseguran un buen nivel informático, sobre todo ahora, con los hábitos derivados del confinamiento. «Y todo ello -subraya Vilamajó- sin perder de vista derechos fundamentales como a la intimidad. Uno tiene que ser muy pulcro con cómo investiga si luego tiene que defender el resultado ante un juzgado».
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