La Formación Profesional está de moda. Tras décadas de prejuicios que la consideraban de segunda categoría, las matrículas se han disparado un 33% en un solo lustro por la modernización de la formación y su buena conexión con el mercado de trabajo. Sin embargo, una investigación pionera desvela que estos ciclos formativos tienen unas altísimas tasas de abandono de los estudios en España, un despilfarro de dinero público y de capital humano.
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Los alumnos españoles que se matriculan en primero de alguno de los tres niveles de FP y terminan por dejarlo (sin iniciar otros estudios) oscilan entre dos y cuatro de cada diez, según el trabajo de Caixabank Dualiza y la Universidad de Baleares. El abandono se mueve entre el 41,7% de los ciclos básicos y el 18,8% de los superiores, pasando por el 30% de marchas en los medios. Más de la mitad de las salidas se producen ya en primero.
La dimensión del porcentaje se ve con claridad si se compara con el 11% de abandono temprano español de los estudios (no seguir tras la ESO), pese a ser el más alto de la UE, o con el aproximadamente 15% de renuncias en la universidad. Las ramas profesionales en que más alumnos que las inician se titulan son servicios socioculturales y a la comunidad, la sanitaria y la de actividades físicas y deportivas. Por contra, la mayor cantidad de abandonos la acumulan edificación y obra civil y madera y mueble.
Aún así no es un problema uniforme. Dejan más los estudios los chicos, los inmigrantes y quienes se matriculan ya fuera de la edad adolescente o juvenil. Las chicas acaban los estudios entre cuatro y ocho puntos más que sus compañeros en todos los niveles, los alumnos de familias extranjeras que no llegan a titular son entre 14 y 18 puntos más que los españoles y entre quienes empiezan FP en la edad que se considera adecuada (sobre 15 años o antes en la básica, 16 en la media y 18 o 19 años en la superior) hay diez puntos menos de abandonos.
En este tipo de estudios, como ocurre en la universidad, hay familias profesionales muy feminizadas (70% o más de alumnas) y otras muy masculinizadas. En cada una de ellas, los estudiantes del sexo contrario al mayoritario no solo son menos sino que tienen una tasa de abandono más alta. Eso crea un nuevo problema, pues ensancha aún más el déficit de mujeres en profesiones tecnológicas, como Informática, Electrónica o Instalación y mantenimiento.
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Tampoco es un fenómeno igual en todo el país. Las autonomías que aplican medidas para evitar los abandonos en los niveles tempranos, en los ciclos básicos, no solo bajan esa tasa sino que reducen también las marchas en FP media y superior. Tan determinante como lo anterior es el mercado laboral, condicionado por los empresarios y el tejido productivo de cada territorio. Las zonas más industrializadas y con un mercado exigente en formación tiene porcentajes de marchas notablemente más bajos que las áreas con fuerte protagonismo del sector servicios y cuyos empleadores apenas piden cualificación para una larga lista de oficios.
Esto explica que en el País Vasco y Galicia las fugas en todos los niveles de la FP sean entre un 25% o un 30% menores que la media del país, con Navarra y Extremadura también con bastantes menos abandonos en ciclos medios y superiores. Por contra, Madrid, Canarias y Asturias se mueven en el entorno del 50% de bajas en el nivel básico, las dos primeras también destacan por las marchas en el grado medio, y Castilla y León, Comunidad Valenciana y Aragón en el superior.
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Además de las características del mercado laboral, hay al menos otros dos bloques de causas que elevan la tasa de abandonos. El primero son los factores personales. La vulnerabilidad y carencias socioeconómicas y culturales de los alumnos y sus familias son determinantes. También lo son los déficit de funcionamiento del sistema educativo. En este grupo se incluye la escasez de la oferta de plazas y títulos que hace que muchos alumnos no puedan matricularse en el oficio al que aspiran, la escasa orientación a los jóvenes sobre los estudios a los que se adaptarían mejor, los centros que asignan la formación de los ciclos básicos a los docentes noveles y la saturación de algunos estudios, que impide una formación más personalizada.
De hecho, entre las reformas que proponen los expertos están mejorar la coordinación y las derivaciones entre centros de ESO y de FP, mayor implicación de los servicios sociales para mejorar los condicionantes familiares del alumno, más apoyo de becas de estudios y transporte, una reducción a un máximo de 18 estudiantes por clase, más apoyos educativos tempranos para evitar descuelgues académicos y recursos para una orientación integral, que permita que el chico sepa qué exigencias, habilidades y perfil ocupacional le esperan en cada ciclo de formativo y en la profesión. También ven indispensable que las empresas exijan una titulación acorde al puesto de trabajo que ofrecen y adecúen el salario a las competencias del candidato.
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