Ser padre, y ser hijo, nunca ha sido fácil, pero el acelerado mundo del siglo XXI lo hace todavía más complicado. La psicóloga y experta en neuropsicología María Luisa Ferrerós propone en el libro 'Dame la mano' (Planeta) modos de fomentar la «conexión emocional» entre ... padres e hijos.
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-¿Cuáles son los principales errores que cometen los padres de hoy en día en la educación de sus hijos?
-El problema principal es que no ponemos el foco en lo esencial, sino que nos perdemos en aspectos superficiales. Hay que poner las luces largas porque nuestro destino es su futuro, pensar en cómo afectará lo que hacemos hoy en el mañana. Quizá también se cae en el exceso de protección, de control, el proyectar en ellos nuestros deseos, el darles todo o pensar que si tienen muchas cosas serán felices... Y no poner límites, no trabajar la comunicación.
-¿Qué pueden hacer los padres para quitarse de encima esa especie de obligación de ser 'perfectos'?
-Lo esencial es darnos cuenta de que este objetivo no es nuestro, sino que es fruto de la presión social. Nos hemos de concentrar en cuál es de verdad nuestro objetivo. ¿Nosotros queremos ser perfectos? El niño no necesita unos padres perfectos, sino sentirse querido, acompañado, evitar las comparaciones. Hay que concentrarse más en los sentimientos, en vivir el momento, más que en las expectativas que tengan los demás de cómo hacemos nuestro nuestra función de padres. Por eso es importante estar muy conectados en la pareja, formar un equipo y y marcarse unos objetivos y una manera de actuar: cómo lo vamos a hacer. De la misma forma que nos planteamos y pensamos mucho a qué colegio le vamos a llevar o qué nombre le vamos a poner, nos hemos de plantear cómo queremos ser padres, cómo nos vamos apoyar mutuamente y cómo vamos a guiar a nuestro hijo en esta aventura no entonces es importante pensar que la educación es un proyecto a largo plazo. Tenemos que pensar cómo queremos que sean ellos en el futuro para saber cómo hemos de actuar, pero lo más importante es la conexión emocional, crear un vínculo con ellos. Eso es mucho más importante que todas las expectativas externas que nos ponga la sociedad.
-A veces pensamos que es imposible entender a los hijos. ¿Qué se puede hacer para comprenderlos?
-Hay que ponerse en su piel y recordar que nosotros también pasamos por esta etapa. Escucharlos, más que hacerles interrogatorios del tipo 'qué has hecho', 'qué has comido'... Confiar en ellos y evitar los juicios de valor. No pensar en lo que tú habrías hecho, sino intentar entender por qué actúan así. Lo más importante es desconectar el audio y mirar lo que hacen, como actúan... Las palabras a menudo nos confunden y ellos ya tienen código distinto. También es importante la comunicación no verbal, los abrazos, las cosquillas... Esa es una manera de conectar muy verdadera porque si tú realmente estás a gusto esa parte fluye. Si te pones en su piel con confianza al final acabas conectando con ellos.
-Algunos padres se desesperan porque sus hijos comen mal, duermen mal... Ante estos hechos, ¿qué actitud hay que tomar?
-La mayoría de las veces nos imitan y las otras hacen lo contrario para reafirmarse. Debemos cuestionarnos: ¿por qué nos importa tanto que lo hagan todo bien? ¿Para que se vea que somos «buenos padres»? Hay que observarlos, entenderlos, escucharlos, no son robots. La mejor forma de introducir hábitos es con incentivos: es importante tener una planificación familiar con la responsabilidades de cada uno en un cuadro con colores. No es necesario avisar 25 veces 'ven a comer' o 'vete a ducharte'. Ellos han de saber cuáles son sus responsabilidades y han de saber cuáles son las consecuencias si no lo hacen. Por ejemplo, si no vienen a cenar a la hora que corresponde, pues entendemos que no tienen hambre retiramos su comida y la congelamos para el día siguiente. Es muy importante la actitud, esto ha de ser neutral, no hemos de enfadarnos. Es una consecuencia: 'yo entiendo que tú no tienes hambre y entonces hemos guardado la comida y ahora, si tienes hambre, te tomas un vaso de leche y mañana será otro día'. O sea, hay que mostrar que tú no tienes interés, que si come o no come es su problema porque si no, aprovechan para hacer chantaje emocional.
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-¿Cuál debe ser la relación de los hijos, y también de los padres, con las pantallas o con las redes sociales?
-Lo fundamental es que seamos nosotros quienes filtremos, elijamos, planifiquemos y decidamos cuanto tiempo invertimos en ello. Que aprendamos a apagar y demos ejemplo a nuestros hijos para que no te puedan decir que tú siempre estas conectado. Las reglas clave son: limitar el tiempo de uso, enseñarles a filtrar la información que reciben, que estén en lugares comunes de la casa, evitar teles en habitaciones, evitar que duerman con el móvil debajo de la almohada (hay que comprarles un despertador clásico). Y sobre todo, ofrecerles alternativas lúdicas y divertidas para desenchufarlos. La pandemia nos ha obligado a ser más permisivos con los pantallas, ya que incluso han tenido clases on-line. Pero ahora toca volver a la realidad y dejar lo virtual.
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