El desastre que se avecina

Septiembre de 2020 es una incógnita todo él. El miércoles 9 deberían comenzar las clases para unos alumnos que, a menos de 20 días, no saben cómo será esta vuelta al cole. El problema del mal estudiante, dejarlo todo para el último día y pegarse una panzada a estudiar que pocas veces servía de algo. Eso es lo que parece que están haciendo quienes deberían haber ideado un plan de vuelta a las aulas segura.

Después de suspender el tercer trimestre han llegado a la recuperación con todo por hacer. ¿Clases presenciales? ¿semipresenciales? ¿'online? ¿que decidan las familias? La Junta de Castilla y León ha elaborado un protocolo que pretende ser más una hoja de ruta hasta que los niños vuelvan a las clases. ¿Y después qué?

Clases burbuja, limitación de movimientos en las aulas, desinfección y ventilación de las clases, mascarillas puestas si no se pueden separar las mesas metro y medio. Pero, ¿y las ratios? Pues las mismas de cada curso. Cada profesor atenderá y enseñará a 25 alumnos en infantil y primaria y llegarán hasta los 30 en secundaria. Nada de contratar más profesores, de reducir grupos, de tratar de limitar el riesgo en una época en la que los niños enferman. En este curso 2020-2021 tendrán que lidiar con la tos, mocos, bronquitis y bronquiolitis propios de la vuelta al cole y, además, con el coronavirus.

¿Y los profesores? Pues serán, como lo han sido siempre, maestros y cómplices de los más pequeños. Pero también tendrán que aprender a marchas forzadas a ser médicos, epidemiólogos y policías. Vigilarán los movimientos de sus alumnos, las entradas a los centros, las salidas a los baños y evitarán la interacción de los alumnos de diferentes aulas. Además, tendrán que aprender a identificar de manera rápida un posible síntoma de coronavirus. Ah, y explicar todo el temario. Y crear una doble programación, por si hay que continuar con el curso de manera 'online'.

¿Y si se produce un contagio? El protocolo diseñado por la Junta no ofrece respuestas claras y parece que será un sálvese quien pueda en el que, quizás, la clase quedará aislada en casa. ¿Y las familias de estos niños? ¿Y los hermanos que acudan al mismo centro o a otros centros educativos? Muchas preguntas y cero respuestas. Las aulas burbuja solo existen sobre un papel que no da respuesta a las preguntas más importantes, a las que todos los padres se hacen.

Por eso no es de extrañar que hayan surgido movimientos que solicitan que las familias puedan elegir qué modalidad de educación quieren o necesitan para sus hijos. Priorizando así las necesidades de cada uno y ayudando a quienes necesiten que sus hijos acudan a las aulas pensado en hacer algo que debería haber hecho la Consejería de Educación: bajar las ratios. Las AMPAS abogan por la vuelta a clase presencial, pero a título personal son cada vez más familias las que quieren elegir.

Los niños han demostrado ser los que mejor han comprendido y aceptado las normas que en cada momento de la pandemia se les han ido dando. Se han pasado casi tres meses sin poner un pie en la calle. Han aceptado no celebrar cumpleaños, comuniones o fiestas de fin de curso. Han dejado de ver a sus amigos y familias. Muchos han perdido a sus abuelos sin poder darles un último beso. Y, sin embargo, una vez más las autoridades se han olvidado de ellos. De su vuelta al cole. De su seguridad cuando llegue el momento de encontrarse con sus amigos. Y los mandan al colegio sin un plan en el que los profesores sean solo eso y las aulas sean un lugar seguro para todos. El desastre se avecina. Aguarda en los centros escolares.