Hoy en día, ver un cigarrillo encendido en el interior de cualquier espacio público de Burgos es prácticamente imposible. Pero hasta hace no mucho era lo habitual. Tanto que, una simple mirada al archivo nos permite observar cómo el humo del tabaco impregnaba hace años ... autobuses, centros educativos, instituciones y establecimientos hosteleros. Pero aquel Burgos ya es historia debido a la entrada en vigor de las diferentes normativas antitabaco.
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Con la primera, de 2005, se consiguió sacar el tabaco de buena parte de los espacios públicos. La segunda, de cuya entrada en vigor se cumplen estas semanas diez años, generó mucha más polémica, al repercutir directamente sobre un sector económico clave para España, como la hostelería.
Ya desde su aprobación, muchas fueron las voces que cuestionaron su implantación, incluidas las de parte de los propios hosteleros, que veían con mucho recelo una norma que podría suponer un cambio de paradigma en el consumo en bares y restaurantes. Así lo recuerda el actual presidente de la Asociación Provincial de Hosteleros de Burgos, Fernando de la Varga, quien recuerda que la adaptación «no fue fácil» en los primeros compases. «Siempre que hay cambios hay un necesario periodo de adaptación, pero creo que en un plazo relativamente corto de tiempo se cumplió la normativa».
Eso sí, no fue un camino de rosas, ni mucho menos. Máxime, dada la falta de definición de las medidas contempladas por el Gobierno en los primeros momentos para que los locales pudieran cumplir la normativa. «Muchos hosteleros hicieron grandes inversiones para nada», subraya.
Además, y a pesar de reconocer que tras diez años «ya ni nos acordamos» del tabaco en los bares, De la Varga sostiene que la Ley Antitabaco pudo ser uno de los factores que acentuaran el «declive del ocio nocturno». «Ya venía de unos años muy malos por el cambio en los hábitos de consumo, y coincidió en el tiempo», destaca. Aún así, añade, la hostelería se «adaptó», por imposición legal y por necesidad. «Los clientes hoy en día no entenderían que se fumara en un local», subraya.
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Una impresión muy similar comparte Carlos Jiménez, subinspector de la Policía Administrativa de la Policía Local, quien asegura que el consumo de tabaco en los establecimientos es anecdótico hoy en día, a pesar de las dificultades de los primeros meses.
«Al principio, trabajamos de oficio, realizando controles en los establecimientos» sin aviso previo, explica. Fruto de aquellos controles llegaron las primeras denuncias, que se sustentaban en «las reticencias que detectamos entre parte de la clientela y de algún hostelero». Cambiar un hábito tan arraigado no es nunca fácil.
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Sin embargo, Jiménez subraya que «al cabo de tres o cuatro meses» la situación ya estaba «muy normalizada». A partir de entonces, y más allá de algún control muy esporádico, la Policía Local comenzó a intervenir «a requerimiento de clientes y de algún hostelero».
Sí que se generaron algunos conflictos con los 'clubes de fumadores' que proliferaron durante los meses siguientes, los cuales estaban a menudo en un limbo jurídico, pero que poco a poco han ido desapareciendo. Hoy, en todo caso, es muy difícil ver a alguien fumando en el interior de un establecimientos. Prueba de ello es que, a lo largo de 2020, tan sólo se interpusieron 8 denuncias al respecto por parte de la Policía Local. Una cantidad del todo anecdótica.
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La implantación de la Ley Antitabaco a partir de enero 2011 también tuvo un efecto directo sobre el consumo de hachís y marihuana, una práctica hasta cierto punto habitual durante muchos años en numerosos establecimientos de la ciudad.
En este sentido, desde la Policía Local reconocen que la prohibición de fumar en el interior de los locales sacó también el consumo de hachís y marihuana de los mismos, lo que a la larga ha facilitado su control por parte de los agentes.
Sea como fuere, diez años después, los efectos de la entrada en vigor de la Ley Antitabaco ya son visibles. Y son satisfactorios, por cierto. Así lo subraya la doctora Lourdes Lázaro, neumóloga responsable de la unidad especializada de tabaquismo del HUBU, quien insiste en que la entrada en vigor de la normativa antitabaco supuso «un gran paso» para frenar el consumo de tabaco y sus repercusiones sobre la salud, tanto de lo fumadores como de todas las personas expuestas al humo. «Ahora, estamos todos encantados», subraya al tiempo que recuerda que hace no mucho tiempo se fumaba en prácticamente todos los lugares públicos.
En este sentido, subraya, los grandes objetivos con los que se implementó la ley, que no eran otros sino «proteger» a los fumadores pasivos y «atrasar la edad de inicio» de consumo, se han cumplido. Así lo demuestran los diferentes estudios realizados hasta la fecha, que confirman, entre otras cuestiones, una caída en la morbilidad por infarto y patologías cadiovasculares y una reducción de «entre el 16% y el 20% en los ingresos por agudización de EPOC». También ha descendido en la última década el número de ingresos por agravamiento de asma.
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En la misma línea, todo parece indicar que la reducción del consumo de tabaco en espacios públicos también ha hecho descender la prevalencia de otras enfermedades vinculadas al mismo, como el cáncer de pulmón. Sin embargo, en este caso, los estudios requieren de una consolidación de los datos a muy largo plazo y hoy en día no se tienen aún conclusiones definitiva en España, aunque sí existen en otros países de nuestro entorno, matiza la neumóloga.
En todo caso, la entrada en vigor de la ley, subraya Lázaro, sirvió como elemento de sensibilización social. Fue, en definitiva, el impulso que necesitaba el discurso contra el tabaco, que por inercia ha ido desapareciendo también del ámbito privado. «La exposición al humo del tabaco ha caído en todos los ámbitos, incluido el domicilio», tal y como muestran las encuestas y estudios realizados hasta la fecha, sostiene, lo que a la larga también está teniendo un efecto directo sobre «la salud perinatal».
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Hoy, diez años después de la entrada en vigor de la Ley Antitabaco, los fumadores vuelven a estar en el punto de atención a raíz de la pandemia de la covid-19. Y es que, tras unos primeros estudios realizados «muy rápido» y sin las debidas comprobaciones, parece que todas las investigaciones apuntan a una mayor incidencia de la covid sobre los fumadores, según explica Lourdes Lázaro.
A este respecto, incide, el consumo de tabaco es un factor determinante tanto en las posibilidades de contagio (retirada de la mascarilla, acercamiento continuo de las manos a la cara, aspiración y exhalación del humo, etc), como de las de sufrir una afección «más grave». De hecho, subraya Lázaro, esta relación de causalidad ya se determinó durante las epidemias del SARS y el MERS, infecciones similares a la de la covid.
Por eso, insiste, «fumar puede ser un factor de riesgo muy importante». Y por eso, el propio servicio de Neumología del HUBU está actualmente realizando una investigación al respecto, para determinar con mayor exactitud cómo influye el tabaco sobre la covid.
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