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Les han repetido tantas veces que no iban a disfrutar del planeta en el futuro que han acabado asaltando el presente. Ya no se conforman con el mundo de cristal, papel y cartón reciclado que los adultos han diseñado para ellos. Primero tomaron las calles ... de medio planeta siguiendo la estela de la activista sueca Greta Thunberg –de 16 años– y ahora quieren entrar en los despachos para participar en la toma de decisiones. «¡Tenemos voz, pero no tenemos voto!», se quejaba este lunes Azul, una joven argentina miembro de Alianza por el Clima que está participando estos días en la Cumbre del Clima de Madrid. Junto a otros jóvenes habló de «gerontocracia», de «decisiones tomadas por hombres blancos del Hemisferio Norte», mientras que los nacidos antes del año 2000 que había en la sala miraban con una mezcla entre curiosidad y asombro, incluido el secretario de Estado para el Medio Ambiente, Hugo Morán, que asentía.
La imagen se produjo en el pabellón de España en IFEMA, recinto que acoge la cumbre, durante el panel 'Justicia intergeneracional y ambición climática'. Afuera Nancy Pelosi, toda una presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos (tercera autoridad del país), dedicó una mirada a través de la cristalera en su breve paseo por el recinto, rodeada de una nube de guardaespaldas.
Cumbre del Clima
Doménico Chiappe
«En la escuela han sido tan catastrofistas con el cambio climático que muchos jóvenes piensan que ya no hay esperanza», se lamentaba Alejandro Quecedo del Val, presidente de la junta juvenil de SEO/BirdLife. Este joven licenciado en Filosofía, ataviado con una americana y camisa blanca, se crió en Briviesca (Burgos), «una zona en la que se practica una agricultura agresiva», y ya de niño empezó a intentar convencer a los conductores de tractores que intentaran mitigar el uso de insecticidas en sus cosechas. «Me decían que les daba igual, que en 20 años ellos ya no iban a estar allí».
La anécdota ejemplifica a la perfección el concepto de justicia intergeneracional que va a ser uno de los pilares de la COP25. «Una responsabilidad histótica y moral. Queremos que nosotros y nuestros hijos disfruten del planeta del que ustedes disfrutaron, que nuestros hijos, si quieren ver una tortuga, no tengan que ir a verla en un museo», añadía el chileno Álvaro Alfaro, del movimiento '#WeAreAction', que también agradeció al Gobierno de España que hubiera acelerado la concesión de visado a varios jóvenes compatriotas para que pudieran asistir a la cumbre.
Mientras tanto, en los 113.000 metros cuadrados sembrados de 'stands' de diversos países y organizaciones, la cumbre se desarrollaba a un ritmo tranquilo, con las dudas del primer día y los últimos retoques propios de un evento organizado a contrarreloj. Los participantes extranjeros se detenían asombrados frente a un puesto en el que servían bocadillos de calamares, que destacaba entre otros veganos. Era más fácil encontrar un oso panda –como el peluche que portaba un venerable señor– que un vaso de plástico.
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