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JUAN CANO y ANTONIO ORTÍN
Martes, 27 de septiembre 2022, 09:48
La embarcación 'Angy', con capacidad para 25 personas, cubría la ruta Isabela-Puerto Ayora y comunicaba las dos principales islas del archipiélago de las Galápagos. Este domingo, por causas que aún están bajo investigación, la lancha de cabotaje se hundió en mitad de la travesía ... con 37 personas a bordo. Hay cuatro muertos y dos desaparecidos.
Entre los supervivientes se encuentran cuatro alumnas de la Universidad de Málaga (UMA). Estefanía (26), Yaiza (23), Marina (23) y Ana (22) se lanzaron al agua cuando el mar engullía la embarcación, nadaron hasta otra lancha que había ido a suministrarles combustible y ayudaron a rescatar a parte del pasaje. Así relatan la pesadilla que han vivido a bordo del 'Angy'.
«Somos estudiantes de la UMA (de posgrado). Marina, Yaiza y yo somos biólogas y Ana, bioquímica. Nos dieron una beca de cooperación internacional (concedida antes de pandemia) y este año por fin hemos podido ir a nuestro destino, que es la Agencia de Bioseguridad de las Islas Galápagos», cuenta Estefanía.
El archipiélago está situado a unos 1.000 kilómetros de la costa de Ecuador y desde 1979 ostenta el título de Patrimonio Natural de la Humanidad debido a sus especies únicas, terrestres y marinas. El científico inglés Charles Darwin se inspiró en ellas para elaborar su teoría de la evolución.
El grupo de investigadoras malagueñas trabaja como voluntarias en un proyecto titulado 'Identificación de especies invasoras que ponen en riesgo la flora, fauna y alimentación en las Islas Galápagos'. Ellas se dedican a la identificación molecular de las especies. Su voluntariado empezó en agosto y termina a finales de octubre.
Las cuatro universitarias se embarcaron este domingo 25 de septiembre en la lancha de cabotaje para desplazarse desde Isla Isabela hasta Santa Cruz, que es donde están las casas de voluntarios donde se hospedan.
«El barco salía a las 14.30 (hora local), pero no zarpó del puerto hasta pasadas las cuatro debido a un primer fallo en uno de los tres motores», relata Estefanía. «Finalmente -continúa la joven- se decidió continuar con el trayecto sin saber muy bien si el problema estaba solucionado o no. La tripulación tampoco daba muchos detalles».
Esa tarde había mala mar. Según cuenta, durante las dos primeras horas había «fallos del motor» que los dejaban durante minutos a la deriva. El trayecto, que suele durar entre dos horas y dos horas y media, se prolongó hasta casi las tres horas y media.
«Cuando miramos el móvil, ya eran las 18.30 horas y estaba atardeciendo. Entonces, nos quedamos sin gasolina. Estuvimos esperando 40 o 45 minutos a otra barca que llegó y nos dio combustible. El barco volvió a navegar durante 20 o 30 minutos. Ya era totalmente de noche y estaba nublado», prosigue la universitaria malagueña.
El motor, que ya les había venido avisando durante la travesía, volvió a dar fallos. «De repente, Ana nos dijo: 'Se hunde el barco'. Nosotras estábamos en la parte de arriba y escalamos como pudimos hacia la proa, que era lo único que quedaba flotando. En menos de cinco minutos nos vimos agarradas de las barandillas de metal», describe Estefanía.
La única salida que vieron fue saltar al agua y nadar lo más rápido posible hacia el barco que les había llevado el combustible y que, al ver la situación, se acercó a ayudarles. «Nosotras fuimos de las primeras pasajeras en subir», cuenta la joven malagueña.
Estefanía se dedicó -junto a dos de los marineros- a rescatar a personas del agua. «Todo el mundo a bordo estaba en shock, por eso reaccioné. Me puse a lanzarles chalecos salvavidas, boyas, flotadores... Todo lo que pudiera ayudarles», agrega la universitaria.
La joven repara en un detalle importante: «No llevábamos chalecos salvavidas. Antes de subir al barco (al 'Angy') pregunté por ellos y me dijeron que estaban secándose en el puerto», declara Estefanía, que todavía no sabe de dónde sacó fuerzas para subir a personas que pesaban el triple que ella y, además, tenían toda la ropa mojada.
Sus compañeras cuidaban de los niños mientras sus padres subían a bordo. «Pudimos rescatar a 14 o 15 pasajeros. Al principio todos gritaban, los niños lloraban… pero mis compañeras cuidaron de ellos e intentamos tranquilizar a todo el mundo para que no hubiera más nervios de los que ya dejaba la situación», explica la joven.
Desgraciadamente, no todo el mundo pudo subir a bordo de la segunda embarcación. «Por orden del capitán, regresamos a puerto por miedo a que el barco se hundiera si metíamos a los 37 pasajeros que llevaba la lancha que había naufragado, que era de dimensiones parecidas».
Al llegar a puerto, fueron recibidos con ropa seca y mantas para combatir el frío. Las autoridades locales empezaban a investigar un suceso que, por ahora, ha causado las muertes de cuatro hombres: un estadounidense, un colombiano y dos ecuatorianos. Aún se sigue buscando a dos desaparecidos.
«Ahora mismo estamos en la Fundación Charles Darwin, donde nos han preparado unas camas para que podamos dormir todas juntas y con otros voluntarios. Nos trajeron cena, nos hicieron té y nos han tratado increíblemente bien», se despide la joven, aún conmocionada por la dramática experiencia que han tenido que vivir.
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